La zarzuela de Chueca
Se cumple hoy un siglo del estreno en el teatro Apolo de la obra 'Agua, azucarillos y aguardiente'
Alrededor de las once de la noche del 23 de junio de 1897 -hoy se cumplen 100 a?os-, los espectadores del teatro Apolo abandonaban la sala alborozados y con las manos calientes de aplaudir. Acababan de asistir al estreno de una de las obras del g¨¦nero chico que m¨¢s veces se han representado, Agua, azucarillos y aguardiente, de Federico Chueca, un m¨²sico que hab¨ªa nacido en uno de los edificios de la plaza de la Villa donde su padre era conserje.El t¨ªtulo hace referencia a la antigua costumbre madrile?a de salir en las tardes de verano al paseo de Recoletos, donde los aguadores ofrec¨ªan su agua de Lozoya o de la Fuente del Berro mezclada con un azucarillo y una copa de an¨ªs o aguardiente. En ella aparecen desde los lugares m¨¢s t¨ªpicos hasta la c¨¢rcel de mujeres, y criadas, petimetres, el se?orito vividor, las se?oritas cursis, el casero, los ni?os bien, el prestamista, la Pepa y la Manuela.
El gran ¨¦xito de este "pasillo veraniego", como lo denominaron sus autores, qued¨® reflejado al d¨ªa siguiente en los diarios. El cr¨ªtico de La Correspondencia de Espa?a escribi¨®: "La prosa es limpia y f¨¢cil; la versificaci¨®n, galana y sin ripios; el chiste, agudo e intencionado, sin abuso del retru¨¦cano, y, si a veces es atrevido en el fondo, el ingenio le visti¨® de tan fino ropaje que puede presentarse donde le acomode en la seguridad de ser bien recibido". El Imparcial la calific¨® de "todo un prodigio de habilidad teatral".
Los autores tuvieron que salir a saludar 12 veces; el d¨²o de tiples y chulos se repiti¨® otras cinco, el pasodoble de los mantones de Manila puso al p¨²blico en pie y Chueca fue llevado a hombros hasta su domicilio de la calle de Alcal¨¢. Agua, azucarillos y aguardiente se mantuvo en cartelera durante seis meses en el Apolo y en el teatro del Pr¨ªncipe Alfonso. El g¨¦nero chico se convirti¨® en uno de los indiscutibles signos de identidad madrile?a.
Si no hubiera esta.do gravemente enfermo, Nietzsche se habr¨ªa acercado a Madrid para asistir al espect¨¢culo. Una d¨¦cada antes, en 1888, la metaf¨ªsica sensibilidad del fil¨®sofo alem¨¢n, acostumbrada a las ¨®peras de Wagner, hab¨ªa quedado trastocada con el primer ¨¦xito de Chueca, La Gran V¨ªa, a cuya representaci¨®n asisti¨® en Tur¨ªn. "Es lo m¨¢s fuerte que he o¨ªdo y visto en mi vida; genial, imposible de clasificar", dej¨® escrito en una carta en la que confesaba que la hab¨ªa visto dos veces.
El extra?o nombre de zarzuela tiene un rocambolesco origen que se remonta al siglo XVII, cuando se construy¨® el palacio de la Zarzuela, llamado as¨ª por la abundancia de zarzas que hab¨ªa en los terrenos donde se levant¨®. Fernando de Austria, hermano de Felipe IV, promovi¨® en el palacio actuaciones de ¨®pera que, al llevar tambi¨¦n texto hablado, fueron bautizadas con este nombre. Pero no es hasta mediados del siglo XIX y gracias a maestros como Barbieri y Gaztambide cuando aparecen las grandes zarzuelas como respuesta nacionalista contra el imperio de la ¨®pera italiana.
El centenario del estreno de Agua, azucarillos y aguardiente ha tra¨ªdo suerte a este g¨¦nero, que ha arrastrado el sambenito de teatro cutre, rancio y de derechas. El aniversario ha coincidido con el anuncio de que el Teatro de la Zarzuela, con la apertura del Real, volver¨¢ de nuevo a acoger los espect¨¢culos l¨ªricos para los que fue pensado cuando se inaugur¨®, en 1856.
Emilio Casares, director y uno de los fundadores del Instituto de Ciencias Musicales (con sede en la Sociedad General de Autores y Editores de Espa?a), explica que "Agua, azucarillos y aguardiente elev¨® el g¨¦nero chico a lo sublime. Es una de las diez mejores zarzuelas que tenemos, un sainete lleno de vida y colorido que ofrece una visi¨®n amorosa de los barrios bajos de la capital".
Este music¨®logo, nacido en El Bierzo hace 54 a?os, se echa las manos a la cabeza cuando analiza "el desamparo oficial hist¨®rico" hacia un legado musical que ¨¦l considera genial: "La zarzuela est¨¢ sufriendo las ¨²ltimas consecuencias de su derrota, promovida por mi generaci¨®n, que le dio la espalda como respuesta antifranquista". "Pero es injusto el prejuicio de que refleja una Espa?a rancia y conservadora", a?ade. "El g¨¦nero chico era el periodismo de la clase media y baja: siempre gana el pobre, el rico sale mal parado, y habla de los amores del pueblo llano".
Reconoce, no obstante, "la indecencia" que ha rodeado las representaciones en los ¨²ltimos 50 a?os. "Me refiero a esos pobres se?ores que iban por los pueblos haciendo bolos para sobrevivir, con orquestas que desafinaban, cantantes que no se resist¨ªan y unas escenograf¨ªas de p¨¢nico. Por eso es important¨ªsimo que se recupere desde el prestigio y la decencia".
Es f¨¢cil imaginar a este vehemente y apasionado investigador en el lugar sagrado de la SGAE, el archivo, tratando de descubrir entre los miles y polvorientos tomos de partituras originales aquellas ?ovas desconocidas y sacarlas a la luz. "Tenemos archivadas unas 14.000 zarzuelas -entre ellas, unas mil son de autores catalanes y est¨¢n escritas en su lengua-, y s¨®lo se conocen las cl¨¢sicas de repertorio, que no llegan a cuarenta. O nuestros compositores eran imb¨¦ciles y todas son una porquer¨ªa, o estamos cometiendo un delito con nuestro patrimonio musical. Como poco, hay que suponer que un 10% son buenas: 140 obras magn¨ªficas que hace m¨¢s de un siglo que no se representan y que hay que recuperar".
Emilio Casares -que fue hasta 1984 el ¨²nico catedr¨¢tico de Historia de la M¨²sica de toda la Universidad espa?oladirige desde 1990 la edici¨®n cr¨ªtica de las zarzuelas m¨¢s famosas, corrigiendo y completando los originales, a los que les falta, en la mayor¨ªa de los casos, la partitura de direcci¨®n de orquesta. Su tarea m¨¢s dura, concluye, es convencer a los responsables de los teat¨ªos para que abran sus puertas a este g¨¦nero espa?ol.
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