Plaza de las palabras, patrimonio del hombre
La Unesco proteger¨¢ el espacio Xem¨¢a el Fna¨¢, centro de la cultura oral en Marraquech
Usan las palabras para jalear a los saltimbanquis, para animar a los m¨²sicos, para increpar a los comerciantes. Las exclamaciones tambi¨¦n sirven para pedir a voces un plato de cusc¨²s o para llamar la atenci¨®n de un amigo. Frases pat¨¦ticas imploran limosna o mendigan unas monedas. Pero, por encima de todo, las palabras de la plaza de Xem¨¢a el Fna¨¢, en Marraquech, cuentan historias. Desde hace siglos, los cuentistas forman sus halcas (corrillos) para relatar amores- y desgracias, bromas y veras, el eterno girar de la vida y sus pasiones. Estos ¨²ltimos juglares del mundo, en trance de desaparici¨®n, han logrado el apoyo de la Unesco para que el centro de Marraquech sea declarado patr¨ªmonio oral de la humanidad. Si mueren los cuentistas que acuden todos los d¨ªas al atardecer a esta plaza de las palabras, Marruecos habr¨¢ perdido el ¨¢rbol de la literatura.
Abdelatif tiene 53 a?os, aunque la miseria y las privaciones que ha vivido desde ni?o le hacen aparentar unos cuantos m¨¢s. Tocado con el gorro t¨ªpico marroqu¨ª y enfundado en una chilaba rasguea su gnaua, una caja de resonancia de tres cuerdas con un sonido entre la guitarra y el contrabajo, se encamina todas las noches a Xem¨¢a el Fna¨¢ en esa hora de perdedores cuando el alcohol o el hach¨ªs son los ¨²nicos b¨¢lsamos posibles a los compases de una m¨²sica dulce y ¨¢spera a la vez. S¨®lo en una ocasi¨®n ha abandonado Adbelatif su pa¨ªs natal para dar una serie de conciertos en Estocolmo al reclamo de un turista sueco que qued¨® fascinado por este m¨²sico que ha acompa?ado a Jimi Hendrix o a famosas bandas de jazz durante sus visitas a Marruecos. Acostumbrado al regateo juguet¨®n de sus paisanos y a la hospitalidad de esta puerta del desierto que es Marraquech, Aldebatif nunca entendi¨® por qu¨¦ siempre desaparec¨ªan unos billetes en manos del intermediar¨ªo o las razones que le obligaban a masticar con prisas un insustancial bocadillo entre actuaci¨®n y actuaci¨®n. Con esa pureza que otorga el orgullo de los aut¨¦nticos artistas, aunque sean pobres, Aldebatif no ha vuelto a salir de Marruecos.Las corbatas no debieron gustarle mucho a este m¨²sico de Xem¨¢a el Fna¨¢ como tampoco debieron agradar al escaso pu?ado de cuentistas que asisti¨® la pasada semana a una reuni¨®n de la Unesco en la que expertos llegados de los cinco continentes avalaron la declaraci¨®n de la plaza como Patrimonio Oral de la Humanidad. Debieron pensar que son gajes de la civilizaci¨®n occidental y que s¨®lo a trav¨¦s de un respaldo internacional puede conservar Marraquech viva esta plaza de las palabras, ¨²nica en el mundo.
Fundada hace casi un milenio por Abu Bakr, un cabecilla almor¨¢bide, esta enorme capital del sur de Marruecos, de 1.7000.000 habitantes, encrucijada de rutas entre el S¨¢hara y el Atlas y donde se confunden las cimas nevadas con los vientos des¨¦rticos,alza el tel¨®n todos los d¨ªas para poner en pie una monumental obra de teatro. Sobre el escenario de esta incre¨ªble plaza se dan cita tah¨²res y aguadores, bailarines y encantadores de serpientes, cocineros y artesanos, en un fren¨¦tico bullicio donde los turistas se diluyen y s¨®lo pueden optar, como mucho,a un papel de comparsas.
Pese a que Marraquech ya figura desde hace a?os entre las preferencias de muchos operadores tur¨ªsticos, el espect¨¢culo de Xem¨¢a el Fria¨¢ sigue fiel a esa tradici¨®n de mercado de frontera que alumbr¨® el nacimiento de la ciudad. Un espacio para perder no s¨®lo la noci¨®n del lugar, sino tambi¨¦n la del tiempo, como retratara magistralmente James Stewart en el sorprendente comienzo de El hombre que sab¨ªa demasiado, de Alfred Hitchcock.
Comprar y vender, charlar y re¨ªrse, reponer fuerzas son los fines de este abigarrado decorado que en los ¨²ltimos a?os ha mostrado su fragilidad por esos avances de la t¨¦cnica que convierten caf¨¦s en cabinas de tel¨¦fonos o ¨¢goras en aparcamientos para coches. El escritor Juan Goytisolo, residente en Marraquech desde hace 20 a?os, ha sido uno de los principales impulsores de la declaraci¨®n de la Unesco y muestra su confianza en que esta propuesta suponga la salvaci¨®n de la plaza. "La plaza Xem¨¢a el Fria¨¢ es un lugar ¨²nico en el mundo que hay que conservar a toda costa. El imperio de la cibern¨¦tica y de lo audiovisual allana comunidades y mentes, disneyza a la infancia y atrofia la imaginaci¨®n. S¨®lo una ciudad mantiene hoy el extinto patrimonio oral de la humanidad tildado por muchos de tercermundista".
Lo cierto es que Goytisolo puede hablar con conocimiento de causa. El cafet¨ªn donde sol¨ªa pasar las tardes ha sido convertido recientemente en una tele-boutique.
La presencia del ministro de Educaci¨®n Superior de Marruecos, Idriss Khalil, ante m¨¢s de un centenar de observadores de la Unesco la pasada semana signific¨® el ¨²ltimo respaldo necesario para la declaraci¨®n de Patrimonio Oral de la Humanidad. De todos modos la sorprendente ausencia de informaci¨®n sobre esta sesi¨®n en los diarios nacionales de Marruecos revela la ambig¨¹edad de las capas pol¨ªticas y profesionales marroqu¨ªes ante la defensa de su patrimonio.
Entre tanto, la vida no se detiene en la plaza de las palabras y a la sombra del alminar de la Kutub¨ªa, uno de los edificios m¨¢s emblem¨¢tios de ?frica, el sol de poniente va dejando en el aire reflejos dorados y contra el cielo se recortan las siluetas elegantes de las palmeras. Al caer la tarde, el bullicio de la plaza se va poblando con esa algarab¨ªa de m¨²sicas y de voces que inundan desde hace siglos el centro de Marraquech.
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