Hermanos, roguemos por la salud de Kohl
Algunos pol¨ªticos, economistas y periodistas europeos empiezan a preguntarse: "?Qu¨¦ ser¨¢ de la uni¨®n monetaria si a Helmut Kohl, no lo quiera Dios, le da un infarto?". Las rogativas implorando salud para el canciller alem¨¢n deben de haber aumentado en los medios europe¨ªstas el pasado fin de semana, tras haber escuchado, o le¨ªdo, las declaraciones de uno de los miembros del Consejo del Bundesbank, Relmut Jochimsen.Los dirigentes del banco nacional alem¨¢n son como la malaria: cuando menos te lo esperas provocan un subid¨®n de fiebre. En esta ocasi¨®n esperaron para reactivarse a que Kohl asegurara ante el Parlamento Federal que el euro arrancar¨¢, seg¨²n lo previsto, en enero de 1999. En el tono solemne que caracteriza al Bundesbank, Jochimsen pronostic¨® que la flexibilizaci¨®n de los criterios de convergencia y las diferencias entre Alemania y Francia -Par¨ªs acaba de anunciar que no respetar¨¢ en 1997 el techo del 3% de d¨¦ficit- "pueden llevar al desastre".
Seg¨²n Jochimsen, lo ¨²ltimo que debe hacer el Gobierno alem¨¢n es "dar la impresi¨®n de que la moneda ¨²nica seguir¨¢ adelante a cualquier precio, por las buenas o por las malas". En algo tiene raz¨®n: Kohl parece dispuesto a poner en marcha el euro en 1999 incluso por las malas.
La cuesti¨®n es: ?est¨¢ Kohl tan obcecado por la idea de la uni¨®n monetaria que puede terminar llevando al desastre todo el proceso de construcci¨®n europea? O, al contrario, ?es el Bundesbank el que est¨¢ tan obcecado con la idea de que el euro sea una simple transfiguraci¨®n del marco que puede terminar perjudicando a Alemania y destruyendo la UE? Y, sobre todo, ?en qui¨¦n confiar¨¢ la opini¨®n p¨²blica alemana?
Si hemos de hacer caso a otro famoso pol¨ªtico alem¨¢n, Helmut Schmidt, el Bundesbank ha adoptado una actitud todav¨ªa m¨¢s perjudicial que la malaria, porque con tanto ataque de fiebre puede terminar provocando, quiz¨¢ sin querer, una aut¨¦ntica lesi¨®n cerebral. Pero ya se sabe que Schmidt palabras de Felipe Gonz¨¢lez- "es el tipo m¨¢s respetado por su talento y menos querido por su talante, en Alemania y en el extranjero". As¨ª que habr¨¢ que buscar otros puntos de referencia en aquel pa¨ªs.
Quiz¨¢ lo m¨¢s inteligente sea estudiar qu¨¦ opinan las grandes empresas alemanas. Las encuestas indican que el aplazamiento de la entrada en vigor del euro les causa sudores fr¨ªos. Creen que el anuncio de un retraso provocar¨ªa la p¨¦rdida de credibilidad de todo el proyecto, la volatilidad de los mercados financieros y la inmediata devaluaci¨®n de varias monedas (las de Espa?a, Italia y Portugal, como m¨ªnimo). Es decir, temen que el marco se revalorice y que ellas pierdan parte de su competitividad.
El Bundesbank asegura que se tratar¨ªa de algo moment¨¢neo y que luego todo volver¨ªa a su ser, pero se supone que los pol¨ªticos -incluso los que, como el b¨¢varo Edmund Stoiber, expresan en voz alta sus cr¨ªticas a Kohl- escuchar¨¢n tambi¨¦n a sus empresas, echar¨¢n cuentas y pensar¨¢n que, retrasado el euro por culpa de Alemania, los pa¨ªses del Sur no tienen motivos para aceptar prisas en la ampliaci¨®n de la UE al Este.
Por el momento, lo! mercados internacionales apuestan m¨¢s por el pragm¨¢tico an¨¢lisis de las grandes empresas alemanas que por la solemnidad del Buba. Por lo menos no est¨¢n retirando, sino que incrementan, sus inversiones en pa¨ªses que, como Espa?a y Portugal, han aumentado su credibilidad precisamente porque tienen buenas posibilidades de ser miembros del euro en 1999.
Sea como sea, no estar¨ªa de m¨¢s que los europe¨ªstas sigan murmurando durante algunos meses: "Roguemos, hermanos, en uni¨®n por la salud del canciller".
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