El coste de la ampliaci¨®n
Sorprendentemente para un asunto sobre el que se han vertido r¨ªos de tinta, se ha escrito muy poco sobre las repercusiones financieras de la ampliaci¨®n. Recientemente han surgido comentarios alarmistas sobre sus enormes costes, que se afirma podr¨ªan incluso desequilibrar los presupuestos de las naciones implicadas.Las evaluaciones sobre costes publicadas hasta la fecha, la de la Oficina Presupuestaria del Congreso (marzo de 1996), la de la Rand Corporation (abril de 1996) y la del Pent¨¢gono (febrero de 1997), todas provenientes de Estados Unidos, han ido reduciendo las estimaciones desde 125.000 hasta 35.000 millones de d¨®lares (entre 18 y 5 billones de pesetas) para los pr¨®ximos 13 a?os, y a¨²n as¨ª existen razones que indican que esos costes ser¨¢n todav¨ªa inferiores.
Las fuentes de financiaci¨®n de los costes s¨®lo pueden ser los presupuestos de defensa de los miembros actuales o futuros y los presupuestos comunes de la OTAN. En los ¨²ltimos a?os, los presupuestos de Defensa de los aliados actuales han sufrido continuos recortes. Desde 1991, en el conjunto de la OTAN, dichos presupuestos han disminuido una media del 30% y no hay razones para pensar en la posibilidad de un giro radical.
Los presupuestos comunes de la OTAN son ya relativamente modestos y tambi¨¦n siguen una tendencia de reducciones. Es muy improbable que los aliados acepten nada que vaya m¨¢s all¨¢ de incrementos marginales. Tampoco las contribuciones de los nuevos miembros, necesariamente reducidas debido a su precaria situaci¨®n econ¨®mica, permitir¨¢n incrementos sustanciales. Tras la ampliaci¨®n, los presupuestos de la OTAN deber¨¢n continuar emple¨¢ndose en financiar el correcto funcionamiento de las estructuras de mando integradas, estando pr¨¢cticamente descartado que puedan sufragar otro tipo de gastos.
Por su parte, los candidatos, durante sus negociaciones de ingreso, pueden comprometerse a realizar grandes esfuerzos financieros futuros. Para juzgar el realismo de estos posibles compromisos hay que decir que, por ejemplo, el presupuesto actual de defensa de Hungr¨ªa asciende a 90.000 millones de pesetas, en tomo a la d¨¦cima parte del espa?ol.
Adem¨¢s, y sobre todo tras el pacto firmado por la OTAN y Rusia el pasado 27 de mayo, no existe una sensaci¨®n de amenaza militar real que aconseje un incremento de los gastos militares e incline a las opiniones p¨²blicas a aceptar recortes sobre otras necesidades sociales.
El informe del Pent¨¢gono distribuye los costes (hasta 35.000 millones de d¨®lares) como sigue: 1. Construcci¨®n de infraestructuras en los nuevos territorios (hasta 12.000 millones). 2. Adaptaci¨®n de las tropas de los socios actuales (hasta 10.000 millones). 3. Modernizaci¨®n de las Fuerzas Armadas de los nuevos pa¨ªses (hasta 13.000 millones).
Sin embargo, las siguientes razones permiten afirmar que, dentro de cada categor¨ªa, los costes resultar¨¢n inferiores:
- La OTAN se ha comprometido a no estacionar tropas adicionales en los nuevos territorios, lo que debe limitar la construcci¨®n de nuevas infraestructuras.
- La actual estrategia defensiva de la Alianza prev¨¦ fuerzas m¨¢s reducidas y m¨®viles, lo cual deber¨ªa resultar m¨¢s econ¨®mico que el estacionamiento permanente de grandes cantidades de tropas.
- La ¨²ltima categor¨ªa de costes, la modernizaci¨®n de las Fuerzas Armadas de los nuevos miembros, es la que supondr¨¢ desembolsos m¨¢s considerables. Es muy improbable que los Gobiernos de los aliados actuales est¨¦n dispuestos a sufragar estos gastos con sus presupuestos. El presidente Clinton propugn¨® recientemente un nuevo Plan Marshall para el Este, pero financiado con fondos privados. A los Gobiernos europeos les faltar¨¢ tiempo para sumarse a este planteamiento que no afecta a sus d¨¦ficit p¨²blicos.
En consecuencia, los nuevos miembros deber¨¢n soportar la mayor parte de los gastos de modernizaci¨®n de sus Fuerzas Armadas. Por otra parte, tampoco estos costes pueden considerarse una consecuencia exclusiva de su incorporaci¨®n a la Alianza, pues los nuevos miembros habr¨ªan debido incurrir necesariamente en ellos por sus propias necesidades de seguridad. El ingreso en la OTAN puede, en todo caso, reducirlos mediante la coordinaci¨®n de sus necesidades defensivas con las del resto de los aliados.
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