?Es la paz una utop¨ªa?
Han pasado ya 15 a?os desde que ETA Pol¨ªtico-militar anunci¨® su disoluci¨®n ante los medios de comunicaci¨®n.La legalizaci¨®n de los partidos pol¨ªticos, la aprobaci¨®n del estatuto, la creaci¨®n del Parlamento vasco, la ETB y la Ertzaintza eran base suficiente como para decidir que la lucha armada y ETA deb¨ªan finalizar. La sociedad en su conjunto deb¨ªa decidir por medios democr¨¢ticos el grado de autonom¨ªa y organizaci¨®n con que dotarse.
El predominio de lo civil sobre lo militar se hac¨ªa mucho m¨¢s necesario tras la fase de, transici¨®n a la naciente democracia, la m¨¢s violenta probablemente de la historia de nuestro pa¨ªs, que hab¨ªa estado a punto de truncarse el 23 de febrero de 1981 con el tejerazo.
En los inicios hab¨ªamos cre¨ªdo, apoyados por muchos, que la violencia armada era imprescindible para defenderse de la dictadura y que, tras la muerte de Franco, la persistencia de los aparatos represivos, la tortura, la represi¨®n, justificaban nuestra existencia como "garantizadores de las conquistas populares" definidas por Pertur en la VII Asamblea de ETA. Sin embargo, no fuimos lo suficientemente perspicaces para comprender que nuestros esfuerzos de racionalidad, nuestro mantenimiento como organizaci¨®n armada, incitaban m¨¢s si cabe a ETA militar, como se vio posteriormente, hacia una escalada de atentados cada vez m¨¢s indiscriminados y de terrorismo ciego.
Cuando nos disolvimos, aunque tarde, quer¨ªamos aportar distensi¨®n al proceso democratizador. Los temas pendientes, como los denomin¨¢bamos entonces, Nafarroa, autodeterminaci¨®n, etc¨¦tera, pod¨ªan resolverse en el Parlamento vasco, donde todas las opciones pol¨ªticas ten¨ªan representaci¨®n y, la salida de los presos ser¨ªa la resultante obvia del proceso negociador. Y salieron. Y volvieron los exiliados que hab¨ªan participado en esta negociaci¨®n, aplic¨¢ndose una especie de amnist¨ªa pactada con el sobreseimiento y anulaci¨®n de los juicios pendientes.
Hay quien considera todav¨ªa que fue una negociaci¨®n a la baja. Nada m¨¢s lejos de la realidad. En el proceso de reinserci¨®n, nadie perdi¨® la dignidad, ni los principios por los que hab¨ªa luchado tanto, ni las posibilidades de continuar haci¨¦ndolo de manera creativa. Adem¨¢s, se trata de la ¨²nica soluci¨®n posible en el sistema jur¨ªdico-pol¨ªtico actual y futuro, si los militantes de ETA quieren continuar luchando por sus objetivos a trav¨¦s de HB.
Hoy, a pesar de que han pasado tres legislaturas socialistas en Espa?a, y en Euskadi el PNV ha mantenido su hegemon¨ªa nacionalista gobernando tanto en solitario como en coalici¨®n, con avances claros en el terreno de la autonom¨ªa en todos sus aspectos, la violencia persiste. Es cierto que se ha producido una disminuci¨®n notable -de 125 muertos por a?o en el periodo 1977-1981 a menos de una decena en la actualidad, aunque la violencia verbal y la callejera van en aumento, quiz¨¢ como remedo de la anterior-, pero seguimos sin poder sentirnos ciudadanos libres a causa de la coerci¨®n que no cesa. Quiz¨¢ alguien pretenda justificarse porque posteriormente el propio Estado propici¨® el surgimiento del GAL, pero en todo caso su desaparici¨®n deber¨ªa haber provocado tambi¨¦n la disoluci¨®n de ETA militar, resolviendo as¨ª de manera conjunta el problema de las v¨ªctimas del terrorismo y de los presos, pero tampoco ha sido as¨ª.
ETA trata de imponerse al conjunto de la poblaci¨®n sobre la base de unas reivindicaciones definidas por los polimilis en 1975 (la alternativa KAS), asumidas actualmente en su mayor¨ªa, y utilizadas s¨®lo como pretexto para su propia continuidad.
No se trata, por tanto, de reclamar derechos compartidos, a¨²n hoy, por muchos de nosotros: la igualdad, la libertad, la solidaridad, la capacidad de decidir sobre nuestra cultura y sistema de organizaci¨®n.
Nos anuncian que, hasta no lograr imponer al conjunto de los ciudadanos vascos su visi¨®n de la realidad y de la patria, ETA tendr¨¢ sentido.
Nuestra propuesta de 1982, cuando dec¨ªamos que ETA hab¨ªa ya cumplido su papel, sigue vigente. No hay nada que se pueda ni se deba hacer, si no est¨¢ fundamentado en el ejercicio de la voluntad popular a trav¨¦s de los cauces democr¨¢ticos.
Mejorar el mundo desde la solidaridad y la igualdad, debe ser la ¨²nica tarea de quien quiere mantener dignamente su identidad, ya sea vasca, espa?ola o bosnia.
A pesar de que soy de los que creen que la paz es posible y que el primer derecho del hombre es el de la vida, la asunci¨®n por parte de ETA y el MLNV de estos principios desgraciadamente no me parece cercana. Quienes reclaman la independencia no quieren comprender que, en un proceso de mundializaci¨®n, sus exaltados planteamientos han devenido en una falsa utop¨ªa, en un pretexto y un espejismo que sirve a algunos s¨®lo para justificar su existencia pol¨ªtica, al margen de sus posibilidades reales de concretizaci¨®n org¨¢nica y sin contenido social de ning¨²n tipo.
Probablemente podamos alcanzar un alto grado de autonom¨ªa -?mayor de la que ya tiene Euskadi?, ?una confederaci¨®n europea?-, pero, de cualquier forma, de producirse, lo ser¨¢ ¨²nicamente a trav¨¦s de propuestas formuladas en el Parlamento europeo.
El derecho de autodeterminaci¨®n y los derechos humanos en general s¨®lo pueden emanar de la paz, jam¨¢s de la violencia. Quienes creemos en la paz como medio esencial de cualquier proceso liberador, debemos ser partidarios del di¨¢logo y la participaci¨®n social, y no de la confrontaci¨®n partidaria.
El peor enemigo de la paz en Euskadi es la inercia. De ETA y de los que, sin arriesgar ni su trabajo ni su vida, aplauden su actividad. Pero tambi¨¦n del resto de la sociedad: todos hemos sido militantes o aplaudido alguna vez. Todos somos, por ello, responsables de poner fin a esta situaci¨®n, potenciando la creaci¨®n de un marco de convivencia m¨¢s amable y libre que genere trabajo, bienestar y un pa¨ªs m¨¢s solidario que ofrecer a las generaciones venideras.
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