La mujer Hamlet
En las horas de sobrecogimiento nos acordamos de los seres queridos, y entre ellos los artistas, que aunque s¨®lo sea de vista, de o¨ªdas, de lectura, queremos tanto o mas que a una prima hermana. Shakespeare no lleva ¨²nicamente 400 a?os siendo nuestro dramaturgo predilecto; es la m¨¢s infalible voz de consuelo, de ense?anza emocional. Siempre hay unos versos, una salida c¨®mica, la decisi¨®n o el temor de un personaje suyo que nos sirven de est¨ªmulo, de luz, de precedente en el trazado de nuestra conducta. Y de sus obras mayores ha sido HamIet, desde su restituci¨®n total en el siglo XIX, la m¨¢s so?ada, la m¨¢s veces tomada como espejo de la naturaleza para "mostrar a la virtud sus dimensiones, a la estupidez su verdadero rostro, y a cada ¨¦poca, a cada cuerpo social sus se?ales de reconocimiento", en las palabras que sobre el cometido del teatro dirige el pr¨ªncipe a los actores, ambulantes.Nietzsche, en una lectura esencial de la obra, presenta a Hamlet como un conocedor excesivo, prototipo del hombre que abrumado por sus profundas miradas a la "horrenda verdad",- ha perdido ese "velo de la ilusi¨®n" necesario, seg¨²n el fil¨®sofo, para pasar a la acci¨®n. Inclinado por instinto a la reflexi¨®n, al productivo ego¨ªsmo intelectual de una mente superior, la tragedia de Hamlet es el mandato que -por deber moral- se da a s¨ª mismo para obrar, para salir del mundo de sus vacilaciones sentimentales y ejecutar violentamente la venganza. El siglo XX afina cada. d¨ªa m¨¢s los mecanismos de una tecnolog¨ªa de espect¨¢culo que sin duda apunta al "aletargamiento dionisiaco" del que hablaba Nietzsche, pero por otro lado no para de mostrar detalladas im¨¢genes de la "horrenda verdad" alojada en un lugar oscuro de nosotros mismos.
El territorio humano de Hamlet es tan vasto que las mujeres no han querido verse excluidas de ¨¦l. ?Fue s¨®lo vanidad de actriz lo que hizo que, en interpretaciones hist¨®ricas, Sarali Bernhardt o Nuria Espert salieran a escena vestidas de hombre y de negro para decir a su modo las palabras que Shakespeare, tan borroso a veces en la definici¨®n de los sexos, puso en boca del pr¨ªncipe de Dinamarca? Tengo bellos recuerdos infantiles del Hamlet de la Espert, y vi hace pocos a?os en Madrid a otra gran actriz polaca encarnar el papel masculino en un montaje de Wajda. Lo que nunca hab¨ªa visto, hasta que hace poco proyect¨® la pel¨ªcula la Filmoteca Espa?ola en un excelente ciclo de Shakespeare en el cine, es una Hamlet ?te constituci¨®n enteramente femenina. Se trata de una cinta muda de 1920 dirigida con talento por Svend Gade e interpretada por la c¨¦lebre actriz de origen dan¨¦s Asta Nielsen; el guionista reinventa la trama original, haciendo que la reina Gertrudis, despu¨¦s de ocultar el nacimiento de una hija ante las noticias de la muerte en combate, sin sucesi¨®n masculina, del viejo rey Hamlet, persista en la mentira al regresar ¨¦ste del campo de batalla. La ni?a Hamlet crece como hombre, estudia como hombre en la Universidad de Wittenberg, pero como mujer se enamora de su condisc¨ªpulo Horacio, viendo con desgarro c¨®mo ¨¦ste, en lugar de corresponder a su amor secreto, ama a una mujer sin doblez, Ofelia, que a su vez s¨®lo ama al falso hombre Hamlet.
La pel¨ªcula de Asta Nielsen es seria a pesar de estos vuelcos, que crecen argumentalmente y desembocan en el conocido final tr¨¢gico, dotado aqu¨ª de unas connotaciones feministas; el alcance del drama queda intacto en el cambio de sexo. El arte que ha nacido universal traspasa como. un viento las fronteras del tiempo y la- aldea, la verdad sigue hoy sin tener una sola patria, pese a las- armas que se la quieren apropiar, y frente al crimen los hombres y mujeres de aqu¨ª y de all¨¢, de ¨¦sta u otra idea, deber¨¢n ponerse ese "velo de la ilusi¨®n" del compromiso activo que tan duro resulta a veces de asumir. De lo contrario les avasallar¨ªan los que s¨®lo llevan capucha negra.
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