Empezar por el final
Desde hace varias semanas est¨¢n aumentando las presiones para que el Gobierno alem¨¢n considere la posibilidad de retrasar la puesta en marcha de la tercera fase: de la Uni¨®n Econ¨®mica y Monetaria. Es decir, que contemple la hip¨®tesis de un retraso, m¨¢s all¨¢ de 1 de enero de 1999, en la entrada en vigor del euro.Las presiones sobre el canciller Kohl, que se ha negado hasta ahora a introducir la menor duda en el calendario europeo, llegan tanto de la derecha como de la izquierda. El socialcristiano Edinund Stoiber ha pedido "un aplazamiento controlado" y el socialdem¨®crata Gerhard Schroder ha defendido una tesis parecida, como ¨²nica forma de evitar los recortes presupuestarios, "demasiado dolorosos", que impondr¨¢ respetar los criterios de convergencia.
Los dos pol¨ªticos plantean un mismo problema. Seg¨²n el Tratado de Maastricht el 1 de enero de 1999, de forma obligatoria y autom¨¢tica, se crear¨¢ el euro, independientemente de cu¨¢ntos pa¨ªses cumplan los criterios de convergencia y, consecuentemente, de cu¨¢ntos pa¨ªses puedan integrarse en la moneda ¨²nica.
Es evidente, sin embargo, que el euro no puede arrancar, de ninguna forma, sin la "masa cr¨ªtica" formada por Alemania y Francia. ?Qu¨¦ suceder¨¢ si en la primavera de 1998, fecha en la que deben hacerse p¨²blicos los paises "euro", Bonn y Par¨ªs, o cualquiera de los dos, no cumplen estrictamente los criterios?
Frente a este problema hay tres salidas: 1) Los Gobiernos franc¨¦s y alem¨¢n hacen todo lo necesario, incluidos recortes presupuestarios de caballo, para cumplir las condiciones. A esto es a lo que se opone Schr8der, con el apoyo de los sindicatos alemanes, y a lo que tambi¨¦n ha prometido oponerse el primer ministro franc¨¦s, Lionel Jospin. 2) Puesto que la decisi¨®n final depende de los dirigentes pol¨ªticos, ¨¦stos pueden ponerse de acuerdo para "flexibilizar" el grado de cumplimiento de los criterios. El propio Kohl ha rechazado esta opci¨®n, qu¨¦ personajes como Stoiber y el gobernador del Bundesbank, Tietmayer, consideran nefasta. 3) Llegada la primavera de 1998 se constata que no hay un n¨²mero suficiente de pa¨ªses "convergentes" y se aplaza la entrada en vigor de la moneda ¨²nica.
Empecemos de nuevo, pero por el final. ?Qu¨¦ pasa si se aplaza? Aparentemente, lo de menos ser¨ªa que haya que modificar el propio tratado. Lo de m¨¢s es que Alemania podr¨ªa resultar uno de los pa¨ªses m¨¢s, perjudicados.
Es una ilusi¨®n creer que la estabilidad econ¨®mica y pol¨ªtica que existe ahora en la Europa de los Quince podr¨ªa resistir una decisi¨®n semejante. Las circunstancias actuales s¨®lo se explican, precisamente, por la confianza de los mercados financieros en la fecha de nacimiento del euro. Rota esa confianza ser¨ªa pr¨¢cticamente inevitable la revaluaci¨®n del marco y la p¨¦rdida de valor del franco y de las monedas del Sur, algo que hace sudar fr¨ªo a las empresas alemanas y que no ayudar¨ªa a reducir su ¨ªndice de paro.
Si se aplaza el euro desaparece el Pacto de Estabilidad y los Gobiernos europeos encontrar¨¢n dificultades para proseguir con su contabilidad creativa y con sus planes de saneamiento econ¨®mico. La convergencia entre los Quince estar¨¢ m¨¢s lejana que nunca. En esas condiciones, el papel del marco como moneda-ancla europea volver¨¢ a ser, con m¨¢s raz¨®n que antes, motivo de enfrentamiento dentro del Consejo Europeo.
Por ¨²ltimo, como denuncia Helmut Schmidt, la imagen de Alemania sufrir¨¢ un fuerte deterioro en el resto de los pa¨ªses comunitarios. Ella ser¨¢ la responsable del fracaso de un proyecto que ha sido ya "vendido" a las opiniones p¨²blicas como imprescindible para la supervivencia de Europa frente a Estados Unidos y Jap¨®n.
?No ser¨ªa mejor que los alemanes empezasen por el final y discutieran, antes que nada, sobre este ¨²ltimo escenario?
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