Si el gui¨®n lo exige...
Los m¨¦todos de preparaci¨®n h¨ªpercient¨ªficos chocan contra la realidad en la carrera francesa
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A Abraham Olano le exig¨ªa el gui¨®n de su preparaci¨®n minuciosa para el Tour hacerse la etapa de Morzine (la que el Tour descubrir¨¢ ma?ana) al d¨ªa siguiente de su tremenda ca¨ªda bajando el Col de Porte en la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦. Desoy¨® las sensaciones que le transmit¨ªa su cuerpo. Es una virtud la constancia -hay que hacer lo que hay que hacer te apetezca o no-, pero llevada a su l¨ªmite es un vicio. Al d¨ªa siguiente, Olano se dio cuenta de su error. Ten¨ªa que haber dejado reposar su maltrecho cuerpo, curar su tobillo hinchado, reducir sus hematomas. Pero no es extra?o lo que hizo el ciclista vasco. Olano es consciente de que la clave de su ¨¦xito, de su transformaci¨®n en un corredor completo, ha sido precisamente la renuncia a su cuerpo: ha aprendido, como los ascetas, a desatender la llamada de sus necesidades superfluas.Si Olano fuera un ciclista antiguo, nada de eso le habr¨ªa pasado, aunque tampoco estar¨ªa corriendo el Tour. Entonces la preparaci¨®n se hac¨ªa sobre dos bases: las sensaciones y la psicolog¨ªa. Las sesiones de entrenamiento duraban hasta que el ciclista se sent¨ªa satisfecho; en caso de encontrarse mal, siempre hab¨ªa un amigo que le dec¨ªa que todo ir¨ªa mejor el d¨ªa siguiente. "Pero ahora, v¨¦te t¨² a decirle que el cielo es azul, que el mar es profundo y que luce el sol; mira los datos de sus tests y te manda a paseo", dice un director espa?ol de la escuela tradicional. La pl¨¦yade de metod¨®logos del entrenamiento, fisi¨®logos, nutricionistas, quiropr¨¢cticos y m¨¦dicos que llevan a los ciclistas han llegado casi a convencer a ¨¦stos que lo suyo es una ciencia exacta. Han vendido su alma al puls¨®metro.
No es s¨®lo el caso de Olano el que ha demostrado que todo extremo en la conducta humana conduce al fracaso. Nadie esperaba que la ONCE, reputada por su preparaci¨®n cient¨ªfica, sus descansos activos a mitad de temporada, sus ¨¦xitos otros a?os, fuera a fallar de la manera en que lo est¨¢ haciendo en este Tour. ?Qu¨¦ ha fallado?, se preguntan todos. Ha ca¨ªdo por tierra el ¨²ltimo dogma:"Si alguien ha demostrado que sabe prepararse para un objetivo determinado, lo conseguir¨¢". Lo que ha fallado es que habla mos de ciclismo, del Tour, de una carrera de 22 d¨ªas en la que los corredores pasan de una situaci¨®n a otra sin tiempo para respirar. El Tour es un desaf¨ªo a la naturaleza, un elemento siempre salvaje e incontrolable. Al igual que la ONCE, el Rabobank, el Polti de Leblanc y otros equipos que se preparaban en exclusiva la carrera francesa. Boardman, el maestro de la hoja de c¨¢lculo, abandon¨® ayer, asustado por los Alpes.
Otros equipos con el mismo sentido de la preparaci¨®n est¨¢n triunfando. Ullrich ha calcado la forma de acercarse al Tour de Riis, el maestro el a?o pasado en llevar la ascesis al extremo; el Festina de Virenque ha calcado paso por paso el camino de la ONCE. Son las excepciones que dicen que no por ser h¨ªpercient¨ªfico est¨¢s condenado al fracaso.
El compromiso entre lo antiguo y lo moderno -el ciclismo es tambi¨¦n el deporte de la tradici¨®n- parece inevitable. Ning¨²n director chapado a la antigua renuncia a contar en su equipo con los mejores entrenadores, pero, al mismo tiempo, tampoco renuncia a la direcci¨®n personal. El compromiso lo simboliz¨® como nadie Miguel Indur¨¢in, el ¨²ltimo corredor en usar rastrales. El navarro usaba el puls¨®metro en entrenamientos y en algunas carreras por imperativos de investigaci¨®n, pero era un maestro en saber escuchar lo que le dec¨ªan las piernas. Un bicho raro en un mundo en el que un ciclista antes de atacar prefiere leer las pulsaciones que le dicta el puls¨®metro antes que las pulsiones que le dicta el coraz¨®n.
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