Pocos indios
Un chiste publicado por el Boston Gl¨®be explica muy bien como percibe la mayor¨ªa de los norteamericanos su situaci¨®n econ¨®mica. Dos hombres est¨¢n hablando y uno dice: "La buena noticia es que la econom¨ªa de Estados Unidos est¨¢ creando decenas de miles de puestos de trabajo". "?Y la mala noticia?", pregunta el otro. "Que necesitas tres para mantener una familia".El hecho incuestionable es que los ingresos medios de un trabajador norteamericano (no agr¨ªcola y no dedicado a la bores de direcci¨®n) est¨¢n muy por debajo de los ingresos que recib¨ªa a mediados de los setenta. El salario real por hora trabajada pas¨® de 14,7 d¨®lares en 1979 a 13,5 en 1994. Como consecuencia, la diferencia entre hogares acomoda dos y pobres es mucho mayor que hace 20 a?os. Al mismo tiempo, la economia experiment¨® una s¨®lida y robusta expansi¨®n, la competitividad aument¨® y la inflaci¨®n baj¨®.
Si todo esto es as¨ª, se preguntan muchos economistas norteamericanos, ?por qu¨¦ no aumenta el nivel salarial de los trabajadores? Esta es una de las principales discusiones que se desarrollan hoy d¨ªa en Estados Unidos.
Lo m¨¢s atractivo de las pol¨¦micas norteamericanas es que sus protagonistas combinan altas cualificaciones (son profesores en grandes universidades o asesores presidencia les) con tesis provocativas, razonadas y documentadas, y con una escritura clara y fuerte, dirigida al gran p¨²blico. Mientras en Europa los mejores economistas huyen de la prensa y de libros destinados a miles de lectores, en Estados Unidos esos mismos especialistas utilizan esos medios para discutir en p¨²blico sus teor¨ªas y, sobre todo, para oponerse a las doctrinas tradicionales.
Una de las respuestas m¨¢s aceptadas del porqu¨¦ de la bajada de salarios en EE UU la ha dado Laura D'Andrea Tyson, ex asesora de Clinton y profesora en Berkeley. Seg¨²n ella, hay tres razones: la, utilizaci¨®n masiva de la inmi graci¨®n para lograr mano de obra no cualificada a bajo precio, la falta de adaptaci¨®n de los trabajadores norteamericanos a las nuevas tecnolog¨ªas y la creciente debilidad de los sindicatos. No est¨¢ demostrado, pese a que se repite cons tantemente, que el desmantelamiento de empresas (que se instalan en pa¨ªses menos desarrollados) tenga un impacto considerable en los salarios.
David M. Gordon, del New School for Social Research, no comparte esta tesis. En su libro Fat and mean (Gordo y mezquino) coincide en pedir que los sindicatos tengan mayor protagonismo y en considerar que el traslado de empre sas no ha tenido el impacto que se le atribuye. Pero cree tambi¨¦n que no hay evidencia que apoye los argumentos de la inmigraci¨®n y la adaptaci¨®n tecnol¨®gica. Para ¨¦l, una de las principales causas de la bajada de salarios es la forma en la que muchas empresas norteamericanas "mantienen burocracias hinchadas y maltratan a sus trabajadores". Gordon demuestra que entre el 15% y el 20% de los trabajadores de empresas privadas no relacionadas con la agricultura, ocupan puestos de direcci¨®n y de supervisi¨®n. El empleo decay¨® en todos los sectores productivos, pero no en esta especial categor¨ªa, que ha' venido aumentando a lo largo de los a?os noventa.
?Por qu¨¦? Si a los trabajadores no se les ofrece seguridad ni subida salarial combinada con los beneficios empresariales, es evidente que no tienen incentivos para trabajar duro. La ¨²nica soluci¨®n es vigilarles.
En definitiva, la "pol¨ªtica del bast¨®n" implica que millones de personas lo esgriman. Este gran grupo de empleados de direcci¨®n (cuyo volumen es equiparable al de toda la Administraci¨®n norteamericana) se atribuye buenas subidas salariales, dinero que no puede provenir de los dividendos, sino de la reducci¨®n del salario medio.
Si a alg¨²n analista europeo se le hubiera ocurrido un razonamiento semejante, lo m¨¢s probable es que hubiera visto descalificada su teor¨ªa con un demag¨®gico "muchos jefes para pocos indios". Fat and mean, por el contrari¨®, ha merecido cr¨ªticas elogiosas de economistas tan respetados como Galbraith.
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