Caraba?a universal
Desde hace mas de un siglo, este municipio madrile?o exporta sus aguas medicinales a medio mundo
?Pero todav¨ªa existe? Quien m¨¢s y quien menos ha o¨ªdo hablar del agua de Caraba?a, ¨¦sa que, como se?ala Juan Miguel S¨¢nchez Vigil, estudioso del tema a punto de publicar un libro, "purg¨® a media Espa?a en la posguerra y ya hab¨ªa purgado a la otra media antes de la guerra civil". Pero lo que la mayor¨ªa de los madrile?os ignora es que en el Cerro de Cabeza Gorda, situado en Caraba?a, a menos de 50 kil¨®metros de la capital, los manantiales siguen escupiendo m¨¢s de 9.000 litros al d¨ªa del agua que hasta el mism¨ªsimo Ram¨®n y Cajal tuvo a bien analizar para comprobar las propiedades curativas que los vecinos del pueblo conoc¨ªan de tiempos inmemoriales.De venta s¨®lo en farmacias -a principios de los noventa la normativa comunitaria las retir¨® de otros posibles circuitos comerciales, al distinguir entre aguas mineromedicinales aguas minerales naturales- ahora est¨¢n en manos de Comercializaci¨®n de Aguas de Caraba?a, empresa integrada por Pilar Rodr¨ªguez-Porrero, una de las nietas del fundador; Ruperto Ch¨¢varri, su hijo; Javier de la Calzada, y su nuera, Mercedes Navarro. Desde que hace casi siete a?os asumieran las riendas, los tres se empe?aron en reflotar un negocio que, nunca mejor dicho, empezaba a hacer aguas. Mercedes, abogada de profesi¨®n, ni siquiera las hab¨ªa probado cuando se aventur¨® en la empresa. "Llegamos a pensar en cerrarla", reconoce, "pero nos dio mucha pena, porque sin campa?as de publicidad, sin estrategias comerciales, sin nada, a¨²n se vend¨ªan m¨¢s de 300.000 botellas al a?o no s¨®lo en Espa?a, sino en Cuba, Estados Unidos, Francia o Panam¨¢, que con 2,5 millones de habitantes consume 100.000 botellas al a?o y es nuestro mejor cliente".
Pero ?qu¨¦ tienen las aguas de Caraba?a, saladas como un trago de mar, para que, como rezaba la publicidad de principios de siglo, dieran renombre universal a un pueblo de Espa?a? Su principal funci¨®n ha sido siempre la de laxante y purgante. "Al tener poco magnesio", explica Mercedes, "no producen efectos secundarios, como dolores de tripa o retortijones. De hecho, aqu¨ª arrasaron. En cuanto los ni?os ten¨ªan la lengua sucia, se les daban unas cucharadas para limpiarlos". Pero sus efectos ben¨¦ficos no quedan ah¨ª. Rica en azufre, es buen remedio para el acn¨¦, y sus componentes contribuyen a reducir el colesterol, la hipertensi¨®n o a regular las funciones hep¨¢ticas.
Si se les pregunta a los vecinos del pueblo, la retah¨ªla de aplicaciones ser¨ªa interminable. "Para ellos es como el agua de Lourdes", aseguran al un¨ªsono Javier y Mercedes. El primero asegura que la historia de las aguas se remonta a los romanos. Pero fue Ruperto Ch¨¢varri, un republicano empedernido, quien a finales del pasado siglo industrializ¨® lo que hasta entonces hab¨ªa sido tradici¨®n en el entorno de este pueblo. "?l ten¨ªa una droguer¨ªa-farmacia en la calle de Atocha", relata Mercedes, "y se enter¨® de las aguas por un m¨¦dico cercano que no paraba de recetarlas". Ch¨¢varri, que ten¨ªa un olfato comercial m¨¢s que desarrollado, empez¨® a comprar terrenos en 1883, y el 11 de diciembre de ese mismo a?o consigui¨® la declaraci¨®n de aguas mineromedicinales. Nac¨ªan as¨ª las Aguas Minerales Naturales de Caraba?a, La Favorita, y lo hac¨ªan con el respaldo de la clase m¨¦dica. Ch¨¢varri, consciente de la trascendencia de la opini¨®n de los galenos, se recorri¨® con sus muestras de agua todos los laboratorios de la capital, desde la Facultad de San Carlos hasta el Instituto Bacteriol¨®gico que dirig¨ªa Ram¨®n y Cajal, y en todos obtuvo informes favorables.
Su labor promocional continu¨® presentando las aguas embotelladas en cuantos cert¨¢menes nacionales e internacionales se celebraban. En 1885, la Academia de Medicina de Par¨ªs autoriz¨® su consumo en Francia bajo el nombre de La Sant¨¦. Las aguas empezaron a atesorar Premios, y Ch¨¢varri, terrenos. Poco a poco adquiri¨® las tierras en torno a los manantiales para frenar a los competidores. En su monopolio s¨®lo hab¨ªa una fisura: el suministro gratuito a los vecinos del pueblo, una tradici¨®n que a¨²n hoy se sigue cumpliendo.
La competencia no se resign¨® y Ch¨¢varri y sus sucesores tuvieron que hacer frente a un problema m¨¢s: el plagio permanente. "Tenemos cajones. y cajones llenos de la documentaci¨®n de los pleitos que se pusieron a much¨ªsimas empresas por falsificar etiquetas. El problema fue tal que en las botellas tuvieron que insertarse instrucciones para diferenciar las aguas verdaderas de las imitaciones", asegura Javier.
Eran tiempos en los que la pr¨¢ctica totalidad de los habitantes de Caraba?a trabajaban para los Ch¨¢varri. Las aguas se exportaban a Francia, Portugal, Italia, Cuba, Filipinas o Puerto Rico, favorecidas en gran parte por la construcci¨®n en 1908 de un apeadero ferroviario de uso exclusivo en las cercan¨ªas de la f¨¢brica. "El punto culminante", asegura Mercedes, "fue en las d¨¦cadas de los veinte y los treinta, en que se llegaron a vender cuatro millones de botellas al a?o". Antes se hab¨ªan empezado ya a comercializar tambi¨¦n jabones y sales.
La llegada masiva de las patentes farmac¨¦uticas y la mala gesti¨®n de la empresa, dispersa entre los numerosos herederos del fundador, condujeron a las aguas casi al olvido. De aquellos cuatro millones de botellas se venden ahora algo m¨¢s de 300.000, y en el pueblo tan s¨®lo un matrimonio trabaja para la empresa, porque el embotellado y los controles sanitarios se realizan en unos laboratorios de Arganda. Pero Pilar, Mercedes y Javier quieren recorrer 114 a?os despu¨¦s el mismo camino que Ruperto Ch¨¢varri para devolver el prestigio a Caraba?a y sus aguas.
"Estamos como estaba ¨¦l, cabalgando a lomos de la medicina natural un siglo despu¨¦s. Contamos con el informe favorable de la c¨¢tedra de Hidrolog¨ªa M¨¦dica de la Complutense y queremos encargar varios estudios m¨¦dicos". Septiembre, aseguran, ser¨¢ determinante.
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