Trasnochar de puerta a puerta
Miles de madrile?os recurren al 'b¨²ho' para dejar sus veh¨ªculos y bajar al centro en noches veraniegas
Jos¨¦ Pel¨¢ez fuma mientras espera en la parada de autob¨²s de la plaza de Cibeles. Es noche cerrada. Acaba de dejar a su novia, Clara, tras pasar una noche al fresco en el centro de Madrid, y regresa a su casa en la periferia. Enfrente de ¨¦l, la diosa m¨®vil languidece quieta con su aspecto familiar y extra?o a la vez. Tiene la faz hier¨¢tica y la figura helada por el agua de la gran fuente que chorrea a sus pies incontenible. Jos¨¦ arroja la colilla de su cigarrillo al asfalto, que esta noche refulge con un brillo muy especial. La calzada negra recibe de sopet¨®n la llegada de un autob¨²s rojo y vac¨ªo, cuyo letrero frontal muestra una peque?a ave nocturna. Es un b¨²ho.Se trata de la l¨ªnea urbana m¨¢s trasnochadora, tanto como sus numerosos usuarios. Por una veintena de itinerarios con cabeceras en los extremos m¨¢s populosos de Madrid, recorre radialmente la ciudad desde media hora antes de la medianoche hasta bien entrada la madrugada. La emplean cuantos trasnochadores han descartado bajar al centro con veh¨ªculo propio y todos los que, tras el cierre del ferrocarril metropolitano, a la 1.30, quieren regresar a sus domicilios en transporte colectivo.
Jos¨¦ sube al autocar. Al volante, cercado por grandes cristaleras, con un emisor de radio a su izquierda, recibe su abono-transporte Jes¨²s, un conductor alcarre?o al que hoy le ha correspondido correr turno y hacer este servicio de noche. "Antes sub¨ªa gente muy chunga, principalmente borrachines y yonkis; Pero de un tiempo a esta parte es muy superior el n¨²mero de personas en situaci¨®n normal que lo emplea".
"Es el mejor modelo que he llevado, veloz, ¨¢gil y seguro". As¨ª habla el joven conductor de la Empresa Municipal de Transportes, para referirse a su potente autob¨²s Pegaso modelo 6424, uno de los 30 veh¨ªculos que cubren estas l¨ªneas nocturnas.Recuerda la noche del ¨²ltimo puente veraniego, en la que una especie de desenfreno colectivo, por ¨¦l desconocido, se adue?¨® de los automovilistas. "Ninguno respetaba los sem¨¢foros.- Era la locura. Menuda nochecita", comenta. "Para arreglarlo, un viajero se asom¨® a una de las ventanas delanteras y solt¨® la pava (vomitona) de manera que los que iban asomados de las ventanillas traseras lo recibieron todo en la cara. Se arm¨® una buena", sonr¨ªe el conductor.
"Problemas , lo que se dice problemas, en verano no solemos tener", a?ade. "La gente viene de divertirse, un poco m¨¢s alegre de la cuenta, pero observan las normas", dice. "Alg¨²n frenazo, alg¨²n viajero de ¨²ltima hora que se presenta cuando ya has cerrado las puertas... Lo de siempre".
Lo m¨¢s duro resulta ser el recorrido de grandes distancias que cada veh¨ªculo ha de realizar, entre cabecera y cabecera de trayecto, en tiempos fijos. Para hacerse una ideal cada sem¨¢foro puede ser un minuto y tienen no m¨¢s de media hora para cubrir un recorrido de Cibeles a Barajas, por poner un ejemplo.
Al autob¨²s suben gentes de toda condici¨®n, como Marisa, de 15 a?os. "El b¨²ho es fenomenal. Gracias a ¨¦l, mis padres no me marean cuando decido bajar a Madrid de noche los fines de semana. Vivo m¨¢s all¨¢ de Arturo Soria, por Hortaleza, y el taxi resulta muy caro. Nunca pasa nada malo".
Bueno, casi nunca. Un turismo de cuatro plazas, del que sale un estruendo de m¨²sica bakalao bien regada, al parecer, de l¨²pulo, surge desde el flanco por una calle oscura y se planta haciendo un trompo en la trayectoria del autob¨²s. . "?stos son los que nos amargan la noche", se queja el conductor. "Alelao, que eres un alelao ", dice entre- dientes, tras frenar con destreza. Entre carcajadas de su temerario piloto, el veh¨ªculo intruso se aleja velozmente, jaleado por el tachunda chunda que desde su interior truena.
"Si es que no escarmientan", dice Pedro D¨ªaz, cercano ya a la jubilaci¨®n, camarero de un restaurante c¨¦ntrico y usuario habitual del b¨²ho. "Ver¨¢ ust¨¦ c¨®mo nos lo encontramos patas arriba un poco m¨¢s adelante", comenta.
?Ah, la experiencia! Los cuatro bakalas ocupantes del veh¨ªculo incontrolado surgen al lado de la avenida; est¨¢n de pie, moh¨ªnos; su autom¨®vil ha golpeado una farola; el bombo no atruena ya en la noche.
El autob¨²s llega a la cabecera. Madrid se acuesta tranquilo. El b¨²ho es, cada madrugada, el aliado m¨¢s leal de sus trasnochadores.
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