El dram¨¢tico itinerario de Jari el Mustaf¨¢

Con la servilleta que la enfermera le ha puesto en la bandeja del almuerzo, el marroqu¨ª Jari el Mustaf¨¢ se seca las l¨¢grimas que no ha podido contener. "S¨®lo quiero llamar a mi mujer para decirle que sigo vivo", explica entre sollozos. No tiene ni un c¨¦ntimo y le han cortado la l¨ªnea telef¨®nica en la habitaci¨®n porque "la factura de sus llamadas quedar¨ªa sin pagar" aducen responsables del hospital de Figueres (Girona), en el que el lunes ser¨¢ operado de una fractura en la tibia. Los Mossos d'Esquadra le detuvieron el viernes y, aunque ¨¦l lo niega, le consideran uno de los inmigrantes ilegales que viajaban en la furgoneta que el d¨ªa anterior volc¨® a escasa distancia de la frontera de La Jonquera.All¨ª termin¨® el itinerario proscrito de este inmigrante ilegal que hace apenas dos semanas subi¨® a una patera con otros 28 magreb¨ªes y durante las cuatro horas que dur¨® la traves¨ªa del estrecho de Gibraltar presinti¨® el rostro de la muerte cada vez que el oleaje lejano de un gran barco quebraba la estabilidad de la precaria embarcaci¨®n.

Postrado en la cama del hospital, el recuerdo de ese mal trago ensombrece todav¨ªa su rostro. Cuando subi¨® a la barcaza, era plenamente consciente de que muchos que. lo hab¨ªan intentado antes que ¨¦l hab¨ªan llegado a la otra orilla flotando inertes sobre las aguas.

Jari fue encontrado el viernes, tumbado bajo un ¨¢rbol cercano al lugar donde volc¨® la furgoneta, por un equipo de reporteros de TV-3 que hab¨ªa acudido al lugar para tomar unos planos. El marroqu¨ª cuenta que consigui¨® a duras penas salir de su escondrijo en la espesura del bosque de Can Nadal, donde llevaba dos d¨ªas malherido. "Me arriesgaba a ser detenido, pero quedarme all¨ª inmovilizado, sin comer ni beber, supon¨ªa una muerte casi segura", explica.

La desafortunada herida de El Mustaf¨¢, que ¨¦l achaca a tina ca¨ªda sufrida mientras caminaba por la monta?a hacia la frontera, ha puesto punto final a su aventura europea. Sabe que, una vez recuperado, su destino ser¨¢ bien distinto al que deseaba, el de llegar a Italia. Lo repatriar¨¢n y tendr¨¢ que regresar a su Kouribeka natal, una ciudad situada a 90 kil¨®metros de Casablanca, al abrigo de la cordillera del Atlas.

La vida de Jari de 39 a?os de edad, dio un vuelco cuando en 1988 una bomba del Grupo Isl¨¢mico Armado (GIA) caus¨® la muerte de su padre en la ciudad argelina de Ouihrane. Atemorizado, huy¨® con su esposa y sus cinco hijos a Marruecos, su pa¨ªs de origen, donde le result¨® imposible encontrar trabajo. La necesidad le forz¨® a emprender un primer viaje clandestino. Se embarc¨® como poliz¨®n en un buque mercante que le llev¨® hasta la costa italiana. En ese pa¨ªs consigui¨® trabajos precarios e intermitentes durante cinco a?os, lo que le permiti¨® enviar a Marruecos el dinero suficiente para mantener a su familia e incluso regresar.

Hace 15 d¨ªas, Jari inici¨® su segundo intento de penetrar en Europa. Su destino era el mismo, pero no el itinerario: en esta ocasi¨®n deb¨ªa atravesar Espa?a y Francia para llegar a Italia. Cruzar el estrecho de Gibraltar en una patera al borde del naufragio le cost¨® 200.000 pesetas. El patr¨®n, un espa?ol, ingreso en ese viaje casi seis millones de pesetas.

Superado el canal, el marroqu¨ª emple¨® nueve d¨ªas en llegar hasta La Jonquera desde Algeciras y lo hizo, seg¨²n relata, por su cuenta y riesgo. "Camin¨¦ mucho por carreteras poco transitadas y tambi¨¦n hice autostop. Dorm¨ª al raso todas las noches y apenas com¨ª para no gastar el poco dinero que ten¨ªa", asegura.

Mapas de carreteras

Jari insiste en que no vio a ning¨²n otro inmigrante durante los dos d¨ªas que estuvo herido en el bosque de Can Nadal. Sin embargo, una simple ojeada entre la vegetaci¨®n permite advertir restos que delatan la presencia de grupos de inmigrantes que hacen vida al raso durante d¨ªas a la espera de un transporte. Frutas, latas de conserva,, maquinillas de afeitar y mapas de carreteras de Francia e Italia aparecen en los improvisados cobijos como testimonio de este drama oculto.

Los vecinos de la zona se topan a diario con grupos de ilegales que buscan intermediarios para cruzar la frontera. Uno de los puntos de encuentro es el bar de la gasolinera La Tortuga, situada al pie del bosque de Can Nadal.Desde su habitaci¨®n del hospital de Figueres, custodiado por dos mossos, Jari desea mejor suerte que la suya a los compatriotas que se ven obligados a salir del pa¨ªs para buscar la vida. Ha aceptado su fracaso y dice que va a regresar para quedarse pese a las dificultades de la vida en Marruecos. Pero tampoco descarta que alg¨²n d¨ªa, cuando haya olvidado este mal trance de ahora, el hambre de su familia le obligue de nuevo a embarcarse en otra incierta patera.