El precio de una exclusiva
El presidente de Panamá expulsa a un prestigioso periodista que investigó sus vínculos con los 'narcos'
La historia de Gustavo Gorriti suena más a tópico de Hollywood que a la de un periodista en activo. Es levantador de pesas y judoca. Fue secuestrado por agentes de espionaje peruanos, detenido mientras buscaba a guerrilleros maoístas y ha utilizado el dinero que ganó con un premio internacional a la libertad de expresión para contratar guardaespaldas para su familia.Pero su última aventura consiste en intentar mantener su empleo. El Gobierno de Panamá, después de soportar un a?o de embarazosas exclusivas re veladas por el periodista y director peruano de 49 a?os, le ha anulado el permiso de trabajo y le ha ordenado que abandone el país antes del 29 de agosto.
El periódico de Gorriti, La Prensa, es desde hace mucho tiempo una espina que llevan clavada las autoridades paname?as y desempe ?ó un papel crucial a la hora de oponerse al ex dictador Manuel Antonio Noriega.
Pero las autoridades paname?as afirman que la orden de expulsión de Gorriti tiene que ver con prerrogativas burocráticas, no con una intimidación a la prensa. La legislación laboral nacional prohíbe a los extranjeros la dirección de medios de comunicación.
Sin embargo, el Gobierno puede haber subestimado el alboroto que provocaría la orden de expulsión. John Le Carre ha criticado al Gobierno por "cometer un acto de locura ciega que no pasará desapercibido ante la opinión pública". Mario Vargas Llosa ha presentado una protesta al presidente paname?o Ernesto Pérez Balladares. También la Embaja,da de EE UU, en Panamá ha protestado.
Gorriti trata el episodio con su habitual humor mordaz, incluso después de que la semana pasada el compló adquiriese tintes mácabros. Según el Miami Herald, las autoridades paname?as tuvieron presuntamente noticia de una conjura organizada por agentes de espionaje peruanos cuyo objetivo era asesinar a Gorriti y podrían haber ordenado su expulsión para asegurarse de que el crimen no se llevaba a cabo en suelo paname?o.
Durante una entrevista telefónica desde su casa de Ciudad de Panamá, Gorriti dijo con un risa disimulada: "No querían que el césped de sus jardines quedase salpicados con mis sesos". El periodista declaró que no estaba terriblemente preocupado por la supuesta conspiración y a?adió que las fuerzas de espionaje peruanas "probablemente pasan horas imaginando formas de separar mi alma de mi cuerpo".
Durante mucho tiempo, Gorriti ha sido uno de los críticos más agresivos del Gobier no peruano dirigido por el pre sidente Alberto Fujimori, es pecialmente en relación con las tácticas dictatoriales utilizadas por sus tribunales y sus servi cios militares de espionaje. En abril de 1992, cuando Fujimori dio un golpe de Estado para conservar el poder, Gorriti, que en aquella época trabajaba para EL PA?S cubriendo la in formación peruana, fue detenido por el Ejército y confinado en secreto durante 36 horas.
Tras su liberación, volvió al periodismo de investigación y contrató a los guardaespaldas para la familia. Pero tras unos cuantos meses, la presión se volvió demasiado agobiante, así que dejó Perú y se mudó a Washington, donde fue académico invitado en el Carnegie Endowment for International Peace, y después a Miami, para escribir libros y artículos de opinión.
Después de aceptar una oferta de La Prensa a principios del a?o pasado, se trasladó con su mujer y sus dos peque?as hijas a Panamá. Allí, Gorriti se convirtió rápidamente en un problema para el Gobierno de Pérez Balladares.
Su trabajo más incisivo fue una serie de artí culos publica" dos el a?o pasado en los que decía que un banco paname?o era utilizado por el cartel de droga de Cali para blanquear dinero y que un traficante de drogas había contribuido con 551.000 dólares (85 millones de pesetas) a la campa?a electoral de Pérez Balladares. Al principio, el presidente lo negórotundamente pero, al final, se vio obligado a tragarse sus palabras y reconocer la existencia de esta contribución.
Enrique Zileri, que fue jefe de Gorriti durante a?os en la revista Caretas de Lima, dice de el que tenía "el alma de un corresponsal de guerra: es uno de los periodistas que vive al límite continuamente".
Efectivamente, Zileri dijo bromeando que la orden de expulsión pendiente de Gorriti debe ser decepcionantemente aburrida en comparación con sus anteriores choques con la autoridad y a?adió: "En algunos sentidos esto es peor, porque no le da a uno la oportunidad de dar muestras de heroísmo contra quienes le persiguen. Es demasiado burocrático".
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