Demasiadas orejas
Son muy previsibles las series de humildes botijos hispanos que salen del alfar. Bastante menos predecibles, las interpretaciones que un genial pintor hace del mismo botijo, utiliz¨¢ndolo como modelo. Elc choque visual conmueve al espectador que lee una imagen que tiene vida por s¨ª misma, independientemente de su referencia. No s¨®lo por eso, pero tambi¨¦n por eso, la diferencia entre arte y artesan¨ªa.En la primera parte de la corrida, llovieron las orejas para premiar a valerosos artesanos que dieron formas correctas a los barros que ten¨ªan, pero que nunca fueron capaces de decir una sorpresa ni de provocar asombro.
Enrique Ponce no coincidi¨® con el tiempo de su primer enemigo. Trat¨® de imponer el suyo, intercalando entre las series intervalos suficientes como para hacer sus mandados. Cuando el toro se ven¨ªa pronto, no lo encontraba preparado. As¨ª las cosas, jug¨® su natural elegancia y sabidur¨ªa, que no bastaron para dar continuidad pero s¨ª produjeron buenos momentos aislados. El cuarto manse¨® en el caballo y sac¨® genio. Ponce luci¨® en series por la derecha en las que contrapuso con ¨¦xito su poder al genio de su oponente, que se le engallaba en desaf¨ªo. Aqu¨ª s¨ª hubo emoci¨®n ya que el toro no segu¨ªa un argumento fijo y el torero ten¨ªa que imponerse en cada momento, pensando y creando en la cara. Ponce estuvo inteligente y, sobre todo, valiente.
Gonz¨¢lez / Ponce, Conde, Rivera
Seis toros de Gonz¨¢lez-S¨¢nchez Dalp, discretamente presentados en conjunto, mansurrones y con genio 4? y 5? Enrique Ponce: estocada (oreja); pinchazo y un descabello (dos orejas). Javier Conde: estocada baja (oreja); pinchazo (pitos). Francisco Rivera Ord¨®?ez: dos pinchazos y estocada ca¨ªda -aviso- (oreja); estocada (oreja).Plaza de la Malagueta, 22 de agosto 9? de feria. Lleno.
Javier Conde, en el segundo, no lleg¨® nunca a emplearse a fondo, esperando siempre la embestida, sin salir de su terreno para plantear la pelea. Surgieron naturales aislados y alguna serie con la derecha, que no traspasaron la frontera de la frialdad ni de la falta de compromiso. El quinto toro fue gemelo del anterior. Acus¨® mansedumbre y genio, echando la cabeza arriba, lo que llev¨® al torero a un planteamiento defensivo carente de toda intenci¨®n ulterior.
Rivera, como sol¨ªa hacer el viejo Litri, se dej¨® al tercero bastante crudo. Tambi¨¦n como el onubense, empapo la embestida, pero no pudo atemperarla, lo que provoc¨® muchos altibajos. En el sexto, lo bord¨® con el capote con unas ver¨®nicas de recibo sobresalientes que logr¨® mejorar en el quite. Empez¨® de rodillas, con exposici¨®n y verdad, y continu¨® en un tono elevado, exhibiendo sus mejores virtudes, longitud y mano baja. Como el anterior de su lote, el toro se raj¨® y frustr¨® mayores expectativas.
La casta de Rivera y la inteligencia y valor de Ponce, afortunadamente, se salieron de lo previsto y pusieron la diferencia.
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