Tres patas y un pat¨ªbulo
En 1991, en Maastricht, el entonces presidente del Gobierno espa?ol, Felipe Gonz¨¢lez, acept¨® que para poder acceder a la moneda ¨²nica los pa¨ªses candidatos deber¨ªan cumplir las condiciones impuestas por Alemania y Holanda: reducir la inflaci¨®n, controlar el d¨¦ficit y cerrar el camino a cualquier posible devaluaci¨®n competitiva, entre otras. Es decir, que Espa?a, un pa¨ªs que entonces ten¨ªa ya el 16,4% de paro y un PIB inferior en varios puntos a la media europea, seguir¨ªa la senda del resto de sus socios y se someter¨ªa a un ajuste muy duro.Al mismo tiempo Gonz¨¢lez defendi¨® que la nueva Uni¨®n Europa que acababa de nacer diera muestras de solidaridad y creara un Fondo de Cohesi¨®n que permitiera ir reduciendo distancias a los pa¨ªses miembros que no alcanzaran la media de la riqueza europea. El presidente del Gobierno tuvo ¨¦xito y, gracias a aquella iniciativa, Espa?a va a recibir en el periodo 1994-1999, cerca de 1,5 billones de pesetas, es decir casi el 50% del total de dicho Fondo.
Pero 1999 se acerca y los pa¨ªses miembros de la UE tienen que empezar a discutir ya qu¨¦ pasar¨¢ con ese dinero a partir de esa fecha. De momento, Alemania y Holanda han decidido aprovechar la ¨²ltima reuni¨®n de ministros de Econom¨ªa y Finanzas para lanzar una roca en el estanque. Quieren dejar claro que en el futuro un pa¨ªs que est¨¦ integrado en la moneda ¨²nica -y que, l¨®gicamente cumpla los criterios de convergencia- no podr¨¢ acceder a ese Fondo, independientemente de cual sea su PIB.
Para ello, Bonn y La Haya se refieren al protocolo por el que se cre¨®, que afirma textualmente que estar¨¢ destinado a pa¨ªses "que tengan un PIB per c¨¢pita inferior al 90% de la media comunitaria y que cuenten con un programa que conduzca al cumplimiento de las condiciones de convergencia econ¨®mica". Espa?a, aunque sigue disponiendo de un PIB inferior a la media europea, cumplir¨¢ previsiblemente esos criterios, luego, seg¨²n Bonn y La Haya, deber¨ªa quedar, fuera del Fondo.
Espa?a, por el contrario, mantiene que el esfuerzo de convergencia no desaparecer¨¢ en los pa¨ªses con menor PIB el d¨ªa que funcione el euro sino que, por el contrario, ser¨¢ m¨¢s necesario que nunca para mantenerse dentro de los l¨ªmites permitidos. La situaci¨®n podr¨ªa llegar al absurdo: ?qu¨¦ suceder¨¢ si le expulsan del Fondo de Cohesi¨®n y meses despu¨¦s rebasa los l¨ªmites del d¨¦ficit o cualquier otro de los criterios de convergencia?
Resultar¨¢, adem¨¢s, imposible que la opini¨®n p¨²blica de los pa¨ªses afectados no perciba esta medida como un "castigo" injusto, precisamente por haber realizado seriamente un gran esfuerzo. Y que no atribuyan la culpa a los deseos de Alemania y Holanda de promover una r¨¢pida ampliaci¨®n de la UE a determinados pa¨ªses del Este, como Polonia, la Rep¨²blica Checa y Hungr¨ªa. Pa¨ªses del ¨¢rea de influencia germana, en los que Bonn ha realizado grandes inversiones desde la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Relacionar el euro, el Fondo de Cohesi¨®n y la ampliaci¨®n se ha vuelto, desde el pasado fin de semana y por obra y gracia de Alemania y Holanda, algo inevitable. A partir de ahora, todo el mundo est¨¢ sentado en una mesa que tiene tres patas. Ser¨ªa lamentable que Espa?a, Portugal, Polonia, Chequia o Hungria creyeran, adem¨¢s, que esa mesa se puede convertir en un pat¨ªbulo. Sobre todo, por que la pol¨ªtica de solidaridad de la Uni¨®n Europea (con los otros fondos incluidos) supondr¨¢ en 1997 un tercio de todo el presupuesto comunitario: es decir, un tercio del 1,27% de toda la riqueza de la Uni¨®n Europea. Y porque las en cuestas demuestran que la mayor¨ªa de los ciudadanos de la Uni¨®n (m¨¢s del 75%) cree que una de las prioridades de la UE deber¨ªa ser, precisamente, la solidaridad.
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