Se caen los grandes y los chicos
Los taurinos dicen que los toros se caen por grandes. Bueno, pues los peque?os tambi¨¦n, se caen. Los que se lidiaron en Guadalajara eran peque?os y se ca¨ªan. Los que se lidiaron en Guadalajara no soportaban ni un picotazo sin ponerse a morir.Se ha dicho mal: los toros de Guadalajara no se lidiaron de niguna de las maneras.
Lidiar es como la batalla de las Term¨®pilas. Lidiar supone estrategia, orden de combate, comandante y clase de tropa, el valor se les supone, despliegue de t¨¦cnica para fijar y ahormar, suertes de castigo, instrumental toricida adecuado a este fin, ardor guerrero, riesgos y zozobras.
Ya puede suponerse que si no hay toros de aqu¨ª te espero, si los suced¨¢neos de toro ruedan por los suelos, todo aquel despliegue de fuerza sobra; el valor que se supone y los peligros inherente a la conflagraci¨®n resultan pura fantas¨ªa.
Varias / Joselito, Ponce, Tom¨¢s_
Toros: cuatro de La Castilleja (uno devuelto por inv¨¢lido), 2? y 3? de Arauz de Robles y 5? sobrero de Manzanares; sin trap¨ªo, sospechosos de pitones, inv¨¢lidos, d¨®ciles. Joselito: pinchazo y estocada (silencio); pinchazo leve, se tumba toro y lo apunt¨ªllan (protestas).Enrique Ponce: pinchazo -aviso-, estocada corta trasera ca¨ªda y rueda de peones (silencio); aviso antes de matar, estocada corta muy tendida escandalosamente baja, media trasera ca¨ªda y descabello (palmas). Jos¨¦ Tom¨¢s: estocada corta ladeada (dos orejas); estocada corta ca¨ªda y rueda insistente de peones (palmas). Plaza de Guadalajara, 20 de septiembre. 3? corrida de feria. Lleno.
Echarle encima a un suced¨¢neo de toro medio muerto aquel potencial lidiador, cuadrillas, acorazada de picar, banderillas, estoques, es una brutalidad. Un castizo dir¨ªa con raz¨®n que es una putada.
Y, sin embargo, eso hicieron. La funci¨®n discurri¨® como si fuera aut¨¦ntica. Los tercios se fing¨ªan mientras la torer¨ªa, la presidencia y el p¨²blico en general se marcaban una de disimulo. La banda de m¨²sica celebraba las faenas interpretrando con brillantez las m¨¢s escogidas piezas de su variado repertorio. Los diestros adoptaban actitudes propias de quien se ofrece en holocausto al famoso Jaquet¨®n o al toro cornal¨®n aquel que -cuenta la leyenda- "lo mat¨® Palomo, nadie sabe c¨®mo".
Quiere decirse que los toreros se pon¨ªan farrucos, no importaba que el toro rodara por los suelos. Se desplomaba el toro, el torero ergu¨ªa la figura con aires de triunfo. Hubo un torero que a?adi¨® solemnidad a la flamenquer¨ªa y fue Joselito. Joselito, desde que lo han proclamado maestro, se pone muy solemne. El cargo hay que vestirlo, evidentemente. La solemnidad no le alcanz¨® a las acciones toreras -todo es incompleto en la vida- y cuando se pon¨ªa delante del primer suced¨¢neo de toro ce?¨ªa poco, ligaba menos y le sal¨ªa un toreo muy vulgar. El cuarto mostr¨® una invalidez lamentable y ya que parec¨ªa incapaz de tomar un pase sin caer redondo, Joselito abrevi¨®. Abrevi¨® cuanto puede imaginarse. Tras un pinchacito el suced¨¢neo de toro se sent¨® a descansar y -no fuera a tener la ocurrencia de levantarse- el puntillero se apresur¨® a pegarle el cachete. Muri¨® en el acto el toro y el p¨²blico arm¨® la bronca por esta falta de torer¨ªa, de decoro y hasta de respeto hacia la afici¨®n. Pero el maestro lo debi¨® entender al rev¨¦s y se march¨® al burladero con harta solemnidad y gesto de ofensa a duras penas contenida.
Las inhibiciones no son para Enrique Ponce. Antes al contrario, Enrique Ponce siempre est¨¢ como una moto (taurinamente hablando), va a por todas, no da pase por perdido y se lo pega lo mismo al toro grande que al chico, al enterizo que al inv¨¢lido. Mejor al chico e inv¨¢lido. Derechazos principalmente, naturales algunos, Ios de pecho largos, las trincheras ajustadas, los ayudados... Si hay o no hondura en todo ello, es igual; si el toro est¨¢ en pie o sedente, tambi¨¦n; si le mandan avisos, a qui¨¦n importa.
Por lo que respecta al toreo seg¨²n mandan los c¨¢nones, eso lo hizo Jos¨¦ Tom¨¢s al tercer inv¨¢lido. No tan ligado como sol¨ªa mas s¨ª templado y reunido. En las cuatro tandas de naturales que instrument¨® algunos concluyeron soberanos y los ol¨¦s sonoros rubricaban que el p¨²blico entend¨ªa el arte y sent¨ªa las emociones del bien torear.
El ¨²ltimo inv¨¢lido termin¨® sin fijeza y Jos¨¦ Tom¨¢s, tras porfiar a cambio de alg¨²n acos¨®n, lo liquid¨®. Quiz¨¢ el toro ya estaba liquidado de antemano. Al toro chico e inv¨¢lido deb¨ªan darle la perpetua. Pero no en el ruedo: en el matadero.
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