Eclipse en Valladolid
La destituci¨®n de un entrenador coloca en una grave crisis a un club mod¨¦lico que est¨¢ a punto de ser puesto en venta
El Valladolid se hab¨ªa ganado el derecho a residir en la Primera Divisi¨®n como un modesto ciudadano de clase media, sin m¨¢s apuros de los necesarios para llegar a. final de mes. Sus propietarios, la familia Fern¨¢ndez, poseedora del 90% de las acciones, hab¨ªan puesto las cuentas en orden y encontrado la pieza que encajaba, un t¨¦cnico como Vicente Cantatore, querido en la ciudad, sencillo y persuasivo en sus actos. Es un t¨¦cnico que no chilla: Cantatore corrige. El Valladolid predicaba su imagen de marca: el ¨¦xito econ¨®mico, deb¨ªa conducir al ¨¦xito deportivo. Han bastado 15 d¨ªas para que el edificio se derrumbara. El Valladolid est¨¢ ahora en la ruina moral. El club mod¨¦lico es hoy el club al que todos se?alan con el dedo. En su piel se han reproducido todos los males del f¨²tbol.El balance es una pura contradicci¨®n, pero es un caso singular para describir (y de paso comprender) c¨®mo es el negocio del f¨²tbol. En el activo, cinco a?os de gesti¨®n tras eliminar del todo 2.000 millones de pesetas de deuda, un estadio modernizado con 26.000 asientos, una cifra r¨¦cord que superaba los 18.000 abonados, un contrato televisivo que, a diferencia de otros, proteg¨ªa al club de una crisis econ¨®mica si descend¨ªa a Segunda Divisi¨®n, la posibilidad de un tercer a?o con beneficios (300 millones de pesetas en el presupuesto) y un equipo en la UEFA. En el pasivo, tres derrotas en la Liga y, sobre todo, un despido en directo a trav¨¦s de las ondas de la radio. El balance as¨ª descrito cuadra de la siguiente manera: los aficionados piden la dimisi¨®n de los gestores del club. Eso, en el negocio del f¨²tbol, equivale a ruina: un club no puede prosperar de espaldas a su ciudad.
La historia tiene todo el aspecto de acabar mal. Marcos Fern¨¢ndez (35 a?os) y ?ngel Fern¨¢ndez ( 32 a?os), los hijos del presidente, no pueden salir a la calle en Valladolid. Son repudiados. Vicente Cantatore es un h¨¦roe en la ciudad, un caso ¨²nico en el f¨²tbol espa?ol (y ya es decir bastante a estas alturas), agasajado hasta altas horas de la madrugada despu¨¦s de perder tres partidos. Y el presidente, Marcos Fern¨¢ndez padre, asiste a distancia a lo que sucede desde un hospital de Seattle, donde lucha contra una grave enfermedad. La afici¨®n ha dictado sentencia: los hijos son los culpables. Los condena mientras ensalza a Cantatore y respeta el dolor del padre. Lo m¨¢s probable es que el divorcio se consume del todo: el Valladolid terminar¨¢ cambiando de due?o en un futuro no muy lejano.
No hab¨ªa forma de presagiar un desenlace parecido el pasado lunes 2 de septiembre, cuando el Valladolid inaugura la temporada ante el Betis, despu¨¦s de un verano exitoso. Era un partido comprometido que se resolv¨ªa favorablemente. Todo era satisfacci¨®n en el minuto 85, un momento susceptible de marcar una l¨ªnea divisoria en el tiempo. Antes del minuto 85, todo era de color blanco. A partir del minuto 85, el blanco se fue oscureciendo repentinamente. Lleg¨® el eclipse. Aquel maldito gol de Vidakovic pareci¨® cambiar el biorritmo de la instituci¨®n. Y de qu¨¦ manera: en cinco minutos, el Betis consigui¨® tres goles. La victoria se convirti¨® en derrota, la paz en guerra civil, la calma en calvario, el beneficio en ruina.
Los jugadores fueron los primeros testigos de que, bajo la superficie, asomaban las ramificaciones de un soberano conflicto. Cinco d¨ªas despu¨¦s de la derrota ante el Betis, el Valladolid sufr¨ªa una goleada en el Calder¨®n ante el Atl¨¦tico (5-0). Al vestuario baj¨® ?ngel Fern¨¢ndez, consejero, delegado, para dar ¨¢nimos. Lo t¨ªpico de estos casos. "Venga, muchachos, no pasa nada, ¨¢nimo...".
-??nimo? ?Ustedes hicieron mierda el equipo!
Era la voz de un Vicente Cantatore desconocido, fuera de sus casillas, increpando duramente a uno de los propietarios del club delante de sus jugadores.
El incidente pas¨® desapercibido. D¨ªas despu¨¦s, sobre la superficie parec¨ªa volver a reinar la calma. Todos pon¨ªan de su parte para difundir un diagn¨®stico tranquilizador. No hab¨ªa pasado nada: el Valladolid tambi¨¦n perdi¨® ante el Betis y el Atl¨¦tico la pasada temporada. Hab¨ªa sufrido una goleada, cierto es, como hace un a?o ante el Barcelona (6-0). Las cuentas cuadraban: una victoria el s¨¢bado ante el Salamanca, equival¨ªa a igualar el n¨²mero de puntos cosechados a id¨¦ntica jornada respecto de la campa?a anterior.
Para completar el escenario, los hijos del presidente, que ya hab¨ªan firmado una especie de pacto de silencio con el entrenador, acudieron al vestuario. Era viernes, a 24 horas del partido. Quer¨ªan dar un mensaje de calma, imponer autoridad y advertir que todos deb¨ªan cuidar el tono de sus declaraciones, entre otras cosas para no preocupar al presidente, que estaba al tanto de todo lo que se publicaba sobre el club a trav¨¦s de Internet. Hablaba Marcos Fern¨¢ndez hijo, vicepresidente, y desde hace medio a?o, presidente en funciones, cuando de pronto son¨® la voz de Cantatore.
-?Eso es demagogia barata!
-Vicente, ?no me toque los cojones!
-?No me los toque usted!
La discusi¨®n sigui¨® en t¨¦rminos parecidos a la vista de toda la plantilla. Veinticuatro horas despu¨¦s de aquello, el Valladolid sufr¨ªa una nueva derrota.
La crisis hab¨ªa aflorado a la superficie. Los jugadores fueron los primeros en vivirla. La prensa llegar¨ªa un poco m¨¢s tarde. Y bajo la superficie, el origen del mal, un asunto muy t¨ªpico del f¨²tbol.
En Valladolid reinaba la calma este verano: el equipo practicaba una excelente pretemporada y los aficionados present¨ªan otro a?o de excepci¨®n, algo parecido a la pasada campana en la que el Valladolid nunca baj¨® del octavo puesto. ?se era el sitio donde quer¨ªa ubicarse el club, en una parcela discreta, sin pretensiones, alejada de? ruido. Pero el asunto muy-t¨ªpi-co-del-f¨²tbol no era otro que el del distanciamiento entre el secretario t¨¦cnico Ram¨®n Mart¨ªnez y el t¨¦cnico Vicente Cantatore. En medio, un turbio tejemaneje sobre las comisiones por el fichaje de ciertos jugadores insuficientemente explicado por ambas partes: Ram¨®n Mart¨ªnez no habla de eso, los gestores del club acusan a Cantatore de escoger jugadores de un s¨®lo intermediario y Cantatore se defiende sin datos, se limita d decir que ha sido gravemente ofendido.
El verano fue ciertamente tormentoso en Valladolid. Ahora se sabe. Alguien introdujo la sospecha de que Cantatore obraba en favor de un s¨®lo intermediario y esa sospecha contamin¨® las relaciones entre el t¨¦cnico y los gestores del club. Las contamin¨® hasta tal punto que la convivencia se hizo inc¨®moda para todas las partes: la desconfianza mutua hizo el resto. La descofianza y la inexperiencia: Marcos y ?ngel Fern¨¢ndez no eran hombres del f¨²tbol, no conoc¨ªan sus c¨®digos. Un club no es una empresa como otra cualquiera, un entrenador no es un simple empleado de primer nivel... un despido no se negocia discretamente.
Marcos ha entendido ahora su error, pero es tarde. Quiso pedirle ayuda al periodista Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa y termin¨® convirti¨¦ndose en una v¨ªctima de la radio en directo. Hace una semana, Marcos razonaba que
Viene de la p¨¢gina 46uno de los ¨¦xitos de la gesti¨®n del Valladolid era precisamente el hermetismo en el que se mov¨ªa el club como consecuencia de ser propiedad de una empresa familiar: las decisiones las tomaba con su hermano y pod¨ªan ser tan ejecutivas como ellos quisieran. Los hijos no ten¨ªan el carisma de su padre, pero eso les permit¨ªa maniobrar con discrecci¨®n. No eran hombres de declaraciones p¨²blicas, ni buscaban una plataforma de lanzamiento en el f¨²tbol. Toda su vinculaci¨®n con este deporte fue haber sido socios del Atl¨¦tico cuando eran peque?os y resid¨ªan en Madrid. ?ngel Fern¨¢ndez lleg¨® a jugar al f¨²tbol: "Era lateral derecho, era un manta en Espa?a; luego, me fui a estudiar a Estados Unidos y all¨ª era un monstruo". ?ngel es tranquilo, Marcos impulsivo. Estaban torturados por un verano de desavenencias, de viajes de ida y vuelta con jugadores de segunda fila, no soportaban que Cantatore reclamara que le faltaban un par de jugadores despu¨¦s de lo que hab¨ªa pasado. Y que lo hiciera a su estilo, pausado, sin perder los nervios.
El pasado domingo, Marcos cometi¨® el error de ir a la radio y acusar gravemente a Cantatore. Ya no eran s¨®lo los jugadores los testigos del caso. El lunes por la noche escuch¨® la voz de Cantatore por la radio mientras cenaba en una bodega y decidi¨® repetir suerte.
Busc¨® el cara a cara. Perdi¨® los nervios y le despidi¨® en directo. Sus palabras han pasado a engrosar el ya voluminoso anecdotario del f¨²tbol espa?ol.
-Y te voy a dar el gustazo de decirte ahora mismo que est¨¢s absolutamente destituido.
Fue un ¨¦xito radiof¨®nico a costa de un soberano patinazo. Las consecuencias van a ser muy graves: los directivos despiden al t¨¦cnico y la ciudad parece haber despedido a los directivos. La reacci¨®n no encaja en los manuales del f¨²tbol. Es novedosa en ese punto: a un t¨¦cnico que ha perdido tres partidos se le despide e, inmediatamente, se le olvida. Salvo en Valladolid. Valladolid era otra cosa. El Valladolid era otro club. Era un club serio, sobrio y discreto. Por esa imagen hab¨ªan luchado Marcos Fern¨¢ndez y sus hijos, due?os de un imperio inmobiliario en la ciudad. Marcos dec¨ªa hace una semana: "La afici¨®n de Valladolid est¨¢ orgullosa de su club porque es escrupuloso, porque siempre tiene sus papeles en orden, porque no dice que va a ganar la Liga. Esa es nuestra imagen y la afici¨®n lo ha aceptado". Posiblemente, ten¨ªa raz¨®n. Por eso, la acci¨®n no acept¨® esa forma de destituir al entrenador.
No volver¨¢n al palco
Marcos y ?ngel no volver¨¢n al palco. Lo hicieron el martes durante el partido de la Copa de la UEFA [no pensaban hacerlo, pero temieron que su ausencia pudiera interpretarse por cobard¨ªa] y el p¨²blico les rechaz¨® un¨¢nimemente. Dicen haberse equivocado en la forma pero no en el fondo. Cantatore controla la situaci¨®n porque domina los silencios. ?l conoce los c¨®digos del f¨²tbol. Un club es un negocio muy particular. El Valladolid era una empresa modelo; ahora es un club en crisis. Bastaron unos minutos de radio en directo. Ahora, el club-empresa est¨¢ en venta.
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