Privacidad (?)
No hace falta ser reina de corazones ni aun plebeya y famosa sin mover un dedo por el mero parentesco con un progenitor o progenitora famoso. Tampoco el ciudadano corriente y moliente de un Madrid, pongo por caso, tiene el anonimato garantizado. Nada importa que sea un tipo gris, no consumista, ajeno a las pompas y vanidades de los saraos sociales, satisfecho con vivir (o incluso ir tirando o intentarlo) y dejar vivir; entregado a su trabajo, si hay suerte, y a la familia cristiana, of course. O sea, un santo. ?Respetar¨¢n su imagen las videoc¨¢maras callejeras?Pero hay m¨¢s: su santidad, precisamente, le convierte en v¨ªctima propiciatoria de una red de espionaje inform¨¢tico que en ocasiones deja chiquito al Big Brother de George Orwell. ?A qui¨¦n se le ocurre vivir 30 a?os en la misa casa, estar casado todo ese tiempo con la misma se?ora, mantener la cuenta corriente en el mismo banco, cumplir con rigor todas sus obligaciones c¨ªvicas? Para empezar, ese banco no corresponde a su fidelidad, le traiciona con un taimado gal¨¢n llamado Ayuntamiento, de modo que a la primera multa de la ORA, inocua para la mayor¨ªa, a ¨¦l -tras el oportuno requerimiento ejecutivo, la providencia de embargo y dem¨¢s zarandajas- le succionan los cuartos de su anta?ona cuenta.
?Qu¨¦ tenemos aqu¨ª?: una violaci¨®n de la intimidad bancaria y postal. Por la v¨ªa postal a secas la intrusi¨®n es permanente, cada vez m¨¢s pintoresca, universal, c¨®smica. Muchos de los intrusos pretenden venderle a nuestro h¨¦roe, sencillamente, estupendas mamarrachadas en c¨®modos plazos, pero cada vez recibe m¨¢s comunicaciones de espont¨¢neos y cari?osos mecenas que le ofrecen dinero, coches, fastuosos viajes, de todo. Al principio, hasta le enorgullec¨ªa un poco, en su modestia, haberse convertido en el epicentro de la filantrop¨ªa internacional. Ahora est¨¢ ya un poco abrumado, aburrido. Nunca tiene tiempo para desentra?ar la letra peque?a de la oferta, cambiar de sitio tal cuponcito, comprender del todo qu¨¦ se espera de ¨¦l en contrapartida de tan mayest¨¢ticos regalos.
Hombre, no todo entra?a las mismas dificultades; hay cosas facilitas. El "Grupo X", por ejemplo (no dice a qu¨¦ se dedica), le regala un "mediano paquete" (no aclara el contenido) por acudir a un hotel madrile?o (no indica para qu¨¦). Si le acompa?a su santa, recibir¨¢ adem¨¢s una fabulosa c¨¢mara fotogr¨¢fica y un bonito reloj de pared. Es bastante. misterioso, pero est¨¢ chupao. Por el contrario, no consigue descifrar las instrucciones de una conocida revista norteamericana de divulgaci¨®n, y eso que dice bien claro por todas partes que a lo mejor le debe ya 750.000 pesetas que pueden convertirse en 20 millones si hace no s¨¦ qu¨¦. Viene su propio nombre y todo un baile de cifras y premios, pero se queda extenuado enseguida, renuncia.
Tras tomarse una tila y asomar la cabeza por la ventana del patio para respirar un poco (casi le atizan un cascotazo los de la obra de arriba), contin¨²a investigando el hombre dispuesto a vencer o morir. Ahora es un. club literario espa?ol quien le comunica, con su propio nombre bien gordo en el encabezamiento, que "ya puede haber ganado 16 millones de pesetas", ?caray!, y que si contesta r¨¢pidamente podr¨ªan convertirse en 21.400 millones, icarav y caray! Por las p¨¢ginas interiores se habla de un Mercedes SLK, "dos magn¨ªficos regalos", etc¨¦tera. Acaba cansad¨ªsimo y renuncia, pero enseguida hace de tripas coraz¨®n y pasa a examinar una oferta de la loter¨ªa alemana. Si sus ojos no le enga?an, parece que le brindan la oportunidad de ganar los viernes un bill¨®n de marcos. Demasi¨¦.
Est¨¢ muy tocado, pero a¨²n tiene fuerzas para examinar la propuesta de una revista multinacional estadounidense (aqu¨ª no hay violaci¨®n postal, est¨¢ suscrito). Le comunican que el 95% de los presuntos competidores en su barrio madrile?o ha sido eliminado ya mediante previo sorteo (supone que en los dem¨¢s barrios de la aldea global tambi¨¦n), as¨ª que forma parte del privilegiado 5% que accede a los 10.004 premios que rifan, incluido un gordo de 1.666.675 d¨®lares. Por cierto, ?desear¨ªa cobrarlo en d¨®lares o en pesetas? Conteste r¨¢pido, please, para irlo preparando ... And so on (y as¨ª sucesivamente).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.