Yelts¨ªn y Chirac ponen de manifiesto su rechazo al hegemonismo de EE UU
El idilio entre Bor¨ªs Yeltsin y Jacques Chirac vive desde ayer otro caluroso episodio, el tercero en Mosc¨² en lo que va de a?o. Los dos presidentes est¨¢n decididos a que su inmejorable relaci¨®n personal y pol¨ªtica, cimentada, entre otras cosas, en un rechazo nacionalista de la hegemon¨ªa norteamericana, se traduzca en una mejora de los lazos econ¨®micos. Francia es tan s¨®lo el octavo socio comercial de Rusia.
El ¨²nico contencioso bilateral, centrado en reclamaciones mutuas de oro y bonos desde los tiempos de la revoluci¨®n bolchevique, fue resuelto en mayo."Dudo que haya alg¨²n otro l¨ªder de un gran pa¨ªs occidental que sea capaz de leer al gran Pushkin en su idioma y de traducirlo a su propia lengua", dijo Yeltsin en referencia a la versi¨®n al franc¨¦s efectuada por Chirac de Eugenio Oneguin, una de las obras m¨¢s conocidas del Cervantes ruso.
El l¨ªder del Kremlin ha condecorado a su hu¨¦sped con la Orden de Servicios a la Patria de primera clase, nunca antes concedida a un extranjero. Y el galardonado le retibuy¨® con un elogio que, a buen seguro, no comparten millones de rusos: "Yeltsin pasar¨¢ a la historia como el hombre que restaur¨® la libertad, el honor y la fuerza de su pa¨ªs".
Rusia tiene mucho que agradecer a Chirac, especialmente el apoyo a su integraci¨®n en diversos organismos internacionales como el Club de Par¨ªs de pa¨ªses acreedores y el Grupo de los Siete, el restringido club de los m¨¢s ricos del planeta, convertido ya en el Grupo de los Ocho con la admisi¨®n del Estado que asumi¨® la complicada herencia de la URSS.
El buen gourmet que es Chirac apreci¨® con toda seguridad el derroche de especialidades rusas que Yeltsin le ofreci¨® anoche en el selecto restaurante Caza del Zar, en los alrededores de Mosc¨². Y con el paladar contento, ambos pudieron cimentar otra de sus afinidades: el rechazo a la hegemon¨ªa de Estados Unidos, convertido en superpotencia ¨²nica tras la ca¨ªda del comunismo.
El presidente ruso estima muy especialmente las reservas de Francia a integrarse totalmente en la estructura militar de la OTAN y su prudencia cuando se plantea la ampliaci¨®n de la Alianza hacia pa¨ªses que hace apenas una pizca de historia eran sat¨¦lites de la URSS o formaban parte de ella. Cuando Yeltsin rechaza un mundo unipolar y pide a Washington que deje a Europa ocuparse de su propia defensa, su amigo Chirac asiente. Eso es lo que ¨¦l piensa tambi¨¦n.
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