El nuevo Congo, en la hora del desencanto
Los modos dictatoriales de Kabila y su entorno tutsi encallan la 'revoluci¨®n'
ENVIADO ESPECIALEl j¨²bilo que desencaden¨® la triunfal campa?a militar de Laurent Kabila, que fue recibido como una especie de mes¨ªas en Kisangani, Lubumbashi, MbujiMayi y Kinshasa parece haberse evaporado cinco meses despu¨¦s de que la revoluci¨®n, que acab¨® con m¨¢s de 30 a?os de dictadura de Mobutu, tomara el poder. Un embajador europeo todav¨ªa recuerda aquellos d¨ªas de mayo en que las tropas de Kabila entraron en la capital casi sin disparar un tiro: "Una mujer se me acerc¨® y llev¨¢ndose las manos al est¨®mago dijo: 'Tengo hambre. ?Va a darme Kabila de comer?". La democracia ha sido aplazada sine die y las condiciones de vida de la poblaci¨®n han empeorado, si cabe. Para colmo, el desaf¨ªo a la misi¨®n de la ONU, que pretende investigar las denuncias de matanzas de refugiados hutus, puede agravar todav¨ªa m¨¢s la soledad de una pa¨ªs en arenas movedizas.
Donde s¨ª han logrado las nuevas autoridades de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC) un cambio radical es en el aeropuerto de la capital, que en tiempos de Mobutu era uno de los lugares m¨¢s inh¨®spitos y terror¨ªficos de la Tierra, del que raramente no se sal¨ªa desvalijado y humillado. Ahora funciona con un orden relativo, aunque cuando el presidente Kabila tiene urgencia por poner tierra entre ¨¦l y Kinshasa sus expeditivas tropas cortan los accesos y empujan lejos de los arcenes a taxistas, particulares y peatones en el mejor estilo s¨¢trapa. En el Intercontinental ya no mastican a dos carrillos las hordas de funcionarios, amigos de la Alianza, gendarmes, polic¨ªas y soldados que durante m¨¢s de cuatro meses y "a cuenta del Gobierno" hicieron sudar tinta al director del hotel. Una camarera revela que hasta han tenido que "reamueblar y limpiar a fondo algunas habitaciones que quedaron hechas un desastre".
En los ¨²ltimos tiempos de Mobutu floreci¨® una prensa de irregular calidad, pero amplio espectro, que ahora ha empezado a padecer los encontronazos con el nuevo poder. Muybojayi Mubanga,editor de Le Phare, lleva casi un mes encarcelado por criticar abiertamente al Gobierno. Michel Lady Luja editor de Palmares, y Modeste Mutinga Mutuishayi, editor de Le Potentiel, acaban de ingresar en prisi¨®n por supuestos delitos de opini¨®n. Las instalaciones del diario Le Soft han sufrido las iras de hombres armados, tal vez irritados por su fuerte militancia anti-Alianza. Por si hubiera alguna duda acerca del afecto del nuevo r¨¦gimen por la libertad de prensa, el comandante Joseph Kabila declar¨® recientemente que el papel de los medios de comunicaci¨®n en estos tiempos de reconstrucci¨®n es el de apoyar y divulgar entre las masas populares, la acci¨®n, del Gobierno. El hijo del presidente de la RDC advirti¨® con inquietante contundencia que los que no estuvieran de acuerdo con esta decisi¨®n se expondr¨ªan a sanciones que podr¨ªan llegar hasta la suspensi¨®n del permiso de publicaci¨®n.De momento, los partidos pol¨ªticos -salvo la AFDL- est¨¢n fuera de ley, y la convocatoria de elecciones -estrechamente vinculada a los planes de transici¨®n y reconstrucci¨®n del pa¨ªs- ha sido sucesivamente aplazada: primero Kabila anunci¨® que se celebrar¨ªan dentro de tres a?os, despu¨¦s se habl¨® de siete anos y ahora, el todopoderoso ministro de Reconstrucci¨®n, Etienne-Richard Mbaya mencion¨® un periodo de "entre 10 y 20 a?os". En el discurso del poder se empieza a cuestionar m¨¢s o menos abiertamente la concepci¨®n de democracia occidental y se mira hacia Uganda, alumno ejemplar del FMI y aliado principal de Estados Unidos en la regi¨®n, que celebra elecciones, pero donde los partidos est¨¢n excluidos.
Kinshasa sigue siendo el doloroso escenario de una muchedumbre en marcha permanente, entre calles enfermas de lepra, barrizales, descomunales barrios de zinc y mecheros de gas y gentes que hacen esfuerzos indecibles por arreglarse y plantarle cara al viento. De los cerca de seis millones de- habitantes de la capital, el 80% est¨¢ en paro, comen cuando pueden y sobreviven de milagro. Entre ellos hay opiniones para todos los gustos., Un empleado de un centro de rehabilitaci¨®n asegura que ahora puede salir de casa sin sufrir robos y extorsiones y visitar a sus padres en Bandundu, a 115 kil¨®metros: "Antes ten¨ªa que pasar 19 controles, ahora s¨®lo dos, y los soldados fueron amables y eficaces. Ahora siento que la autoridad existe", recalca este empleado."En las empresas la gente trabaja de verdad, aunque es cierto que los salarios no han subido y que se pagan tarde. Pero si antes necesitaba la ayuda de la polic¨ªa ten¨ªa que pagarles para que vinieran, y ahora ya no es as¨ª".
La justicia "sigue siendo un chiste: los juicios se compran y se venden" apuntan medios diplom¨¢ticos. La desesperanza de la poblaci¨®n ha desatado una epidemia de linchamientos que ha llevado el horror a las calles de Kinshasa: casi todos los d¨ªas hay- ladrones que, atrapados con las manos en la masa, son convertidos en piras humanas con un neum¨¢tico al cuello y gasolina. Masas enfurecidas que no muestran un ¨¢pice de piedad. Seg¨²n Unicef, sobre 12 millones de ni?os en edad- escolar (entre seis y 15 a?os) en todo el Congo, solamente la mitad acude a la escuela. La esperanza de vida roza los 50 a?os.
Fuentes diplom¨¢ticas insisten en que la viabilidad de la RDC radica en su actitud hacia los derechos humanos, y la investigaci¨®n de las denuncias de matanzas de refugiados hutus durante la campa?¨ªa que les llev¨® al poder es "una piedra de toque". "De momento lo que est¨¢ claro es que la situaci¨®n ha empeorado desde que desapareci¨® Mobutu y que el entusiasmo popular se ha desvanecido. Es triste decirlo, pero las nuevas autoridades se han puesto a dar patadas en medio de las arenas movedizas, y esa no es precisamente la mejor manera de salir de ellas. La Uni¨®n Europea y la comunidad internacional est¨¢n deseando ayudarles, pero antes tienen que cambiar de actitud".
Ajeno a todo, el r¨ªo Congo baja caudaloso como desde el principio de los tiempos. En la vecina Brazzaville la guerra ha dejado una ciudad destruida. Desde Kinshasa se mira hacia ella con premonitoria aprensi¨®n. Demasiadas sombras amenazantes sobre Laurent Desir¨¦ Kabila. "No le veo modos de presidente, es demasiado vulgar", dice una misionera. Ernesto Che Guevara, que combati¨® por su revoluci¨®n en el este del pa¨ªs hace 30 a?os, dijo que a Kabila le gustaba demasiado la vida lujosa lejos del frente, la bebida y las mujeres. Tal vez haya cambiado. La colonia penitenciaria que era el Congo belga, la finca particular de Mobutu en el reci¨¦n borrado Zaire y la. nueva Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo se merecen mejor suerte.
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