D¨¦ficit medi¨¢tico
Un vistazo a la historia permitir¨ªa comprobar el car¨¢cter expansivo de Europa. Enseguida se comprende que Europa contagia prosperidades o importar¨¢ precariedad; que Europa exporta libertades o Europa acabar¨¢ importando esclavos y esclavitudes. El pron¨®stico es que la Europa fortaleza, tan querida por algunos, no prevalecer¨¢ porque adem¨¢s est¨¢ corro¨ªda por la duda sobre sus propios hallazgos y por el complejo de sacrificarlo todo a la competitividad, arrasando la solidaridad y las bases de la cohesi¨®n social que constituyen uno de sus perfiles m¨¢s distinguidos. As¨ª que se recomienda volver a la lectura de Paul Krugman como calmante para ciertas obsesiones primarias difundidas entre nosotros por la versi¨®n ib¨¦rica de los Chicago boys, encumbrados como los reyes del mambo. La descripci¨®n que este profesor de Econom¨ªa de la Universidad de Stanford ofrece sobre "el car¨¢cter c¨ªclico de los consensos sucesivos en materia de desarrollo econ¨®mico" permite analizar el proceso que lleva desde la prudencia con que se avanzan en el mundo acad¨¦mico algunas hip¨®tesis matizadas, a partir de datos muchas, veces dudosos o fragmentarios, hasta su transformaci¨®n en afirmaciones claras y rotundas conforme a las conveniencias atisbadas por los pol¨ªticos, el mundo econ¨®mico y la prensa.A poco que estas afirmaciones se lancen en un periodo de incertidumbre, que respondan a las ansiedades del momento y que sus mantenedores sean elocuentes, se crea enseguida, en un segundo estadio, un f¨¦n¨®meno de moda. Bajo esas prescripciones, las personalidades influyentes se inclinan a adoptar ese lenguaje de manera uniforme, con leves matices, y ese proceder refuerza al mismo tiempo las convicciones de cada una de ellas. En definitiva, dice Krugman, las gentes dan por buenas ciertas historias porque todas las personas importantes las cuentan, y al mismo tiempo las gentes cuentan estas historias porque todas las personas importantes las creen". Se abandona gradualmente el terreno del an¨¢lisis racional donde todo este proceso se hab¨ªa originado al calor de las aulas universitarias y se ingresa en el ¨¢rea de las ideas recibidas, de la sabidur¨ªa convencional, del lema rnovilizador o del mito. En la ¨²ltima fase, la hip¨®tesis de partida se convierte en art¨ªculo de fe, y quien se excluye del pensamiento ¨²nico se hace sospechoso de herej¨ªa. As¨ª, la aceptaci¨®n de la sabidur¨ªa convencional se convierte en criterio previo que debe satisfacerse para ser tomado en serio". Para m¨¢s detalles, ati¨¦ndase, por ejemplo, a Pedro Schwartz.
De modo certero, Philippe de Schoutheete, en su excelente e imprescindible libro Une Europe pour tous (?ditions Odile Jacob, Par¨ªs, septiembre 1997), describe el consenso de los padres fundadores, procedentes en su mayor parte de la democracia cristiana y de los partidos socialistas europeos. Ese consenso fundacional "atribu¨ªa a la autoridad p¨²blica, incluida la autoridad europea, un papel amplio e indispensable en el desarrollo econ¨®mico y en la regulaci¨®n social. Europa quer¨ªa ser a la vez competitiva y solidaria". Y, frente al car¨¢cter c¨ªclico de los fen¨®menos m¨¢s arriba expuestos, el consenso del que ahora hablamos se ha" revelado de una eficacia y duraci¨®n muy notables. Ahora, la marea implacable de los liberal nihilistas y dem¨¢s aprovechateguis afines asimilables amenaza con impulsar el mimetismo hacia los Chicago boys y difundir los fen¨®menos propios de la exclusi¨®n social.
El problema reside en que la ciudadan¨ªa europea apenas existe m¨¢s all¨¢ de los Tratados de Maastricht y de Amsterdam. Porque si los ciudadanos europeos fueran una realidad equiparable a los agricultores ser¨ªa imposible que se abrieran paso ciertas aberraciones de la misma forma que las alteraciones indebidas de la Pol¨ªtica Agraria Com¨²n (PAC) quedan bloqueadas por los campesinos.
Desde luego, nada m¨¢s inviable que la Europa fortaleza, a la defensiva con nuevas y mejores bater¨ªas de costa. Pero los incentivos para la construcci¨®n abierta de la UE es dif¨ªcil que sudan mientras Europa carezca de medios que puedan llamarse en verdad europeos, por su concepci¨®n, alcance y difusi¨®n en todo el espacio geogr¨¢fico y demogr¨¢fico de la Uni¨®n.
De ah¨ª el inter¨¦s despertado por el 35? Congreso Internacional de la Asociaci¨®n de Periodistas Europeos, donde casi 200 profesionales de la informaci¨®n procedentes de las 23 secciones nacionales que la componen est¨¢n debatiendo en tomo al d¨¦ficit medi¨¢tico de la UE. Un d¨¦ficit mucho m¨¢s grave y relevante que el denostado d¨¦ficit democr¨¢tico, siempre invocado pero por fortuna muchas veces combatido con ¨¦xito notable.
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