Un mal final para un buen principio
Rumania aprovech¨® el baj¨®n final de Espa?a para dejar en nada su magistral primera hora de juego
Qued¨® Espa?a a mitad de camino. Quiz¨¢s porque jug¨® siempre sin medio campo. Empez¨® corriendo y acab¨® paseando en la isla de la calma. Hubo dos partidos en uno. El primero fue trepidante: jug¨® e grupo de Clemente a la contra, veloz, hasta atropellar a Rumania. El segundo result¨® somnoliento: perdi¨® la pelota, se qued¨® fundido y Rumania no par¨® hasta que empat¨®. Restablecido el equilibrio, se acab¨® el asunto de manera amigable, como exig¨ªa el gui¨®n entre dos equipos que muestran con orgullo su estad¨ªstica: lleva Espa?a 31 partidos sin perder y los rumanos se han clasificado para el Mundial habiendo cedido s¨®lo un empate en la fase de clasificaci¨®n.Para el recuerdo quedar¨¢ un primer tiempo de muy buen ver, puesto que los amistosos se montan para cotejar m¨¢s que para competir. El seleccionador prueba, visualiza y constata, y el equipo espa?ol respondi¨® a las expectativas creadas desde que Clemente dio a conocer la lista de convocados para retar a Rumania de camino hacia Francia.
Puestos a completar un grupo muy hecho y competitivo, tanto Lard¨ªn como Etxeberria se ofrecieron como elementos interesantes para combatir cierta orfandad en el juego de banda, especialmente visible ahora por el mal momento de Amavisca y Manjar¨ªn y la soledad de Sergi en el flanco izquierdo. Clemente mont¨® un equipo largo de brazos y piernas, para correr, a partir de un espinazo muy ¨®seo. Renunci¨® al doble pivote, recuper¨® las dobles parejas por banda (Aguilera-Etxeberria por la derecha y Sergi y Lard¨ªn por la izquierda) y redobl¨® la columna vertebral (Nadal-Hierro-Kiko-Alfonso).
Ten¨ªa buena pinta el colectivo espa?ol frente a la propuesta rumana, un equipo menos sensible, m¨¢s previsible y siempre muy pendiente de Hagi. No pasa el tiempo para Rumania. Llevan veinte a?os jugando los mismos y de la misma manera. Toca y toca hasta la divisoria, en espera de la llegada de Hagi, y entonces lanza la contra con una pared, una diagonal o mediante el percutor de Galca.
Rumania se confundi¨®. Lleg¨® a creer que llenaba mejor el medio campo y que Espa?a no ten¨ªa salida por falta de un medio centro natural. Y se equivoc¨® de largo. Le dio campo al grupo de Clemente para salir a la contra y le sacaron del partido por velocidad. Funcion¨® la l¨ªnea de presi¨®n espa?ola y cada robo de bal¨®n fue una contra. El equipo de Clemente abri¨® la cancha, la pelota anduvo veloz y las llegadas al marco de Stelea se sucedieron. Hasta cinco remates de gol desaprovecharon los espa?oles.
Tuvo el colectivo espa?ol muchos recursos ofensivos: la capacidad de trabajo y rapidez de Lard¨ªn y Etxeberria; el juego de espaldas de Kiko y la habilidad de Alfonso. Le falt¨® s¨®lo pegada. Y a¨²n no hab¨ªa salido Ra¨²l. El madridista dio fe de vida nada m¨¢s salir del vestuario. Un control suyo habilit¨® a Etxebarria para que expresara en el marcador la jerarqu¨ªa espa?ola en la cancha. El partido adquiri¨® entonces otro tono. Los cambios alteraron el paisaje inicial y el choque se rompi¨®.
Tuvo m¨¢s presencia y llegada Rumania ante un contrario que perdi¨® fiabilidad con la entrada de R¨ªos y la retirada de Hierro, un relevo que acrecent¨® la inseguridad de Nadal. Hagi dispuso de dos remates francos seguidos y Zubizarreta salv¨® el empate. Clemente reaccion¨® retrasando al central del Athletic y poniendo a Amor en medio campo.
Las idas y venidas de jugadores interrumpieron entonces la contienda. Del cambio y corto sali¨® un partido sin hilo conductor, malo, a expensas de la jugada individual. La falta de ritmo, de agresividad y de recompensa desdibuj¨® el choque. Una situaci¨®n de la que sac¨® mayor ventaja Rumania, que siempre tuvo m¨¢s presencia y superioridad num¨¦rica en la divisoria. Espa?a perdi¨® la pelota, Lard¨ªn y Etxeberria acabaron fundidos por el esfuerzo y, sin explosividad, el grupo de Clemente qued¨® a merced del de Iordanescu hasta que lleg¨® el empate. Y ah¨ª se acab¨® el partido. La falta de identidad traicion¨® entonces a Espa?a frente a un contrario m¨¢s mecanizado, con una convocatoria m¨¢s repetitiva y con un f¨²tbol m¨¢s mecanizado. El mal final emborron¨® un buen principio.
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