La cita de Luxemburgo y el tiempo de trabajo
Dicen que no hay nada m¨¢s pr¨¢ctico que una buena teor¨ªa. Pero nada hay menos pr¨¢ctico que una mala. A la hora de teorizar sobre la creaci¨®n de empleo, el papel lo resiste todo. Pero el trabajo no es de papel. Se trata de crear empleo, no en abstracto, sino en una sociedad determinada, con unos problemas determinados y desde unas circunstancias determinadas. Espa?a, como se sabe, arrastra, desde hace m¨¢s de 15 a?os, dram¨¢ticas peculiaridades en cuanto al empleo, si se comparan con la media de los dem¨¢s pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. La reorganizaci¨®n y distribuci¨®n del tiempo de trabajo es un factor a tener en cuenta en las pol¨ªticas de empleo; pero no es el ¨²nico ni tiene por qu¨¦ abordarse de la misma manera en cada uno de los Estados.El modelo espa?ol de creaci¨®n de empleo se concreta en cuatro l¨ªneas b¨¢sicas. La primera se ci?e a la defensa de un sistema econ¨®mico competitivo que quiere mantener el modelo social europeo. Esta defensa necesita una pol¨ªtica general y coordinada de todo el Gobierno. No hay una pol¨ªtica de empleo separada de la pol¨ªtica general. Por ello, todo el Gobierno ha cumplido los compromisos macroecon¨®micos que se derivan del programa de convergencia en la creencia de que esta pol¨ªtica econ¨®mica es la ¨²nica capaz de crear empleo en Espa?a. Sus resultados est¨¢n a la vista.
En segundo lugar, el Gobierno est¨¢ decidido, y as¨ª lo est¨¢ haciendo, a afrontar las reformas estructurales necesarias de modo que una mayor flexibilidad y la defensa de, la competencia permitan aprovechar las ventajas de nuestra integraci¨®n en la Europa de la moneda ¨²nica y, con ello, servir al objetivo de conseguir m¨¢s y mejores puestos de trabajo. Espa?a apuesta por completar el mercado interior y se compromete con el apoyo a las peque?as y medianas empresas como veh¨ªculos imprescindibles para la creaci¨®n de empleo.
Tercero. El Gobierno, para que el marco general que favorece la creaci¨®n de empleo se concrete, est¨¢ convencido de la necesidad de avanzar en la consolidaci¨®n de un nuevo esquema de pol¨ªtica espec¨ªfica de empleo y de relaciones laborales. Es preciso incrementar la proporci¨®n de pol¨ªticas activas frente a las pasivas, incentivar a los desempleados para la b¨²squeda de empleo, reducir los costes no salariales del trabajo, favorecer la estabilidad de las contrataciones, remodelar el Servicio P¨²blico de Empleo, potenciar el prestigio y permanencia de la formaci¨®n a lo largo de toda la vida y atender a los colectivos m¨¢s desfavorecidos en el mercado de trabajo.
Por ¨²ltimo, el Gobierno espa?ol ha defendido y defiende el di¨¢logo social de las organizaciones empresariales y sindicales porque en una sociedad moderna es inconcebible que se puedan aplicar pol¨ªticas de empleo con vocaci¨®n de estabilidad y profundidad sin. el acuerdo de los agentes sociales. Contra el despotismo social -supuestamente ilustrado-, que impone su proyecto -supuestamente ben¨¦fico- a los protagonistas de la creaci¨®n de empleo, este Gobierno ha hecho del di¨¢logo social y de la b¨²squeda de acuerdos uno de los pilares de su pol¨ªtica de empleo. Gobernar para la sociedad es gobernar con la sociedad.
Los resultados de este modelo pueden considerarse todav¨ªa insuficientes, pero en modo alguno despreciables. Han descendido la inflaci¨®n, el d¨¦ficit y los tipos de inter¨¦s. Se han afrontado reformas estructurales. En el segundo trimestre de 1997 (EPA) se ha alcanzado. el nivel m¨¢s alto de ocupaci¨®n desde 1982. A finales de este a?o, est¨¢ previsto un crecimiento del empleo de u frente al 0,5% del conjunto de la UE. Se ha reducido el desempleo en 170.900 personas sobre 1996 (EPA). Desde junio a octubre se han suscrito 674.000 contratos m¨¢s que en el mismo periodo de 1996. La contrataci¨®n indefinida ha experimentado en, 1997 crecimientos superiores al 180% respecto a los dos a?os anteriores, dos terceras partes de la misma han tenido lugar en las peque?as y medianas empresas y el 60% de estos contratos han reca¨ªdo en personas menores de 30 a?os, uno de los colectivos m¨¢s desfavorecidos.
Este modelo tambi¨¦n tiene en cuenta el tiempo de trabajo en su pol¨ªtica de empleo y as¨ª afronta la desincentivaci¨®n de las horas extraordinarias, no necesarias, facilita la extensi¨®n de la contrataci¨®n a tiempo parcial de modo que se tengan mejor en cuenta necesidades personales, familiares y profesionales e invita al di¨¢logo social sobre la reorganizaci¨®n y distribuci¨®n del tiempo de trabajo.
Nadie duda de la utilidad del debate sobre la reorganizaci¨®n del tiempo de trabajo.
Los partidarios de la reducci¨®n generalizada y centralizada de la jornada de trabajo aseguran que tal medida producir¨¢ autom¨¢ticamente un incremento del nivel de empleo. Pero tal reducci¨®n, sobre todo si sus efectos reales recaen exclusivamente sobre las empresas, acentuar¨¢ el coste del factor trabajo sobre el conjunto de los costes empresariales y puede originar nuevos desplazamientos de la inversi¨®n empresarial hacia la adquisici¨®n de nuevas tecnolog¨ªas sustitutorias de empleo.
Entre los defensores de esta reducci¨®n es frecuente encontrar una actitud que llamar¨¦ de "desesperaci¨®n ante la tecnolog¨ªa". Seg¨²n esta tesis, las nuevas tecnolog¨ªas conducen al fin del trabajo, por lo que es preciso reducirlo y repartirlo. El debate no. es nuevo. En la pol¨¦mica de Marx con Malthus acerca de la Aplicaci¨®n de la ley de rendimientos decrecientes al desarrollo demogr¨¢fico y la producci¨®n agr¨ªcola, Marx ya arguy¨® que la tecnolog¨ªa deb¨ªa ser considerada un factor de progreso a medio y largo plazo.
Es cierto que en ¨¦pocas de intenso cambio tecnol¨®gico como la que vivimos, la introducci¨®n acelerada de nuevos sistemas autom¨¢ticos e inform¨¢ticos produce alteraciones importantes en el mercado de trabajo hasta que ¨¦ste se adapta a las transformaciones. Pero no parece prudente afirmar, sin m¨¢s, y sobre todo sin la perspectiva temporal adecuada, que estamos inmersos en un apocalipsis del empleo que s¨®lo es posible combatir con la reducci¨®n o el reparto del trabajo.
Por otra parte, la reducci¨®n generalizada y centralizada del tiempo de trabajo tiene dos consecuencias inmediatas que deben ponderarse con moderaci¨®n. Si el coste de la reducci¨®n recae sobre las empresas, el descenso de la competitividad nacional ser¨¢ inevitable, a menos que aqu¨¦llas opten por sustituir trabajo por capital. En ambos casos, a pocos meses de la Europa de la moneda ¨²nica y en el horizonte de la p¨¦rdida del instrumento del tipo de cambio para el ajuste de la econom¨ªa y la recuperaci¨®n de la competitividad, es m¨¢s que probable que los ajustes se realizar¨¢n sobre el empleo.
Si el coste de la reducci¨®n recayera directa e ¨ªntegramente sobre los salarios, disminuir¨ªa pioporcionalmente el poder adquisitivo y la capacidad de consumo de los trabajadores, afectando a los proyectos de vida de una gran parte de la poblaci¨®n que tiene comprometidos sus ingresos en la adquisici¨®n de bienes a plazo. La experiencia indica que en estos casos se dispara la realizaci¨®n de horas extras, y se alienta la b¨²squeda de empleos complementarios para. mantener el, nivel de renta.
Por ¨²ltimo, me referir¨¦ a una reducci¨®n generalizada del tiempo de trabajo si ¨¦sta se efect¨²a por imperativo legal. Es evidente que una medida de tal naturaleza entrar¨ªa en contradicci¨®n con las orientaciones europeas que defienden la autonom¨ªa de las partes en la negociaci¨®n colectiva y acarrear¨ªa importantes problemas organizativos a numerosas empresas. Resulta sorprendente que, en momentos en que las organizaciones empresariales y sindicales solicitan la no injerencia de los Gobiernos en las mesas bipartitas de negociaci¨®n, pudiera demandarse, en este caso, lo contrario.
El Gobierno espa?ol defiende, pues, un modelo de creaci¨®n de empleo que tiene en cuenta la necesidad de articular un marco macroecon¨®mico estable y flexible dentro del, programa de convergencia y que propicia un nuevo esquema de relaciones laborales en un proceso de di¨¢logo social. En este proceso, que est¨¢ proporcionando buenos resultados para el crecimiento del empleo en Espa?a, la reorganizaci¨®n y distribuci¨®n del tiempo de trabajo es tambi¨¦n un elemento a tener en cuenta, pero ni es el ¨²nico ni tiene por qu¨¦ adoptar la misma fisonom¨ªa que en otros pa¨ªses de la Uni¨®n.
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