Aromas
Adorada Cibeles:Yo soy aquel que cada noche se detiene unos minutos ante su estatua de usted, lloro un poco, echo unos tacos y me voy. Tengo 39 a?os, soy un tipo optimista, escribo en secreto mis memorias (soy licenciado en Historia) y regento con mi esposa un sal¨®n de peluquer¨ªa unisex que va viento en popa. Amo a Madrid, pero estoy hasta m¨¢s abajo del ombligo de. lo que aqu¨ª sucede.
Madrid es un rumor de alcantarilla y huele a caca en las alturas. La ciudad est¨¢ plagada de esp¨ªas, trileros de sal¨®n, c¨¢maras ocultas, pu?aladas traperas, informes confidenciales, insultos, pestazos period¨ªsticos, falacias, infamias, carro?¨¢ en las ondas y realismo f¨¦tido.
Como usted sabe, Cibeles de mis amores, la gente del teatro acostumbra desearse, suerte con una expresi¨®n escatol¨®gica: "?Mucha mierda!". Bueno, pues eso es exactamente lo que se detecta: mucho teatro de estercolero, mucha funci¨®n en la que uno ya no sabe qui¨¦nes son los buenos y los malos, qui¨¦nes los hombres de letras y los hombres de letrinas, los hombres de polvo y los de paja. La gente honrada es tachada de gilipollas; la pasta se ha apoderado de las conciencias.
Mi se?ora se ha enpe?ado en tener un loro en nuestro establecimiento. El p¨¢jaro abomina de m¨ª. Es un bicho con morbosa tendencia a la maldad. En cuanto le digo algo, me contesta: "?Canalla, canalla!"., Se qued¨® con la palabrita viendo un programa de Pepe Navarro en el que dos invitados se amenazaban. Y ahora todo el barrio me conoce como el canalla. Cualquier d¨ªa me da un rapto y hago picadillo al loro y a mi se?ora.
Amada Cibeles, Madrid me est¨¢, aburriendo. Como la gran mayor¨ªa del pueblo soberano, asisto con estupor al espect¨¢culo de las alturas. Pero del estupor estamos pasando al cachondeo y a la carcajada. Nunca se hab¨ªa re¨ªdo tanto en las tabernas y en las peluquer¨ªas. Yo mismo me estoy volviendo un s¨¢tiro. Si no fuera por el loro, incluso podr¨ªa ser considerado como un ciudadano feliz y montaraz.
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