Lecciones para el Tribunal de Cuentas
CIRIACO DE VICENTE MART?NEl autor hace una serie de propuestas tendentes a que los informes del Tribunal de Cuentas sean comprensibles para la sociedad y, en su caso, los gestores puedan defenderse adecuadamente.
Ahora que su informe sobre la Expo 92 ha pasado por las Cortes Generales, el Tribunal de Cuentas no puede taparse los ojos ni los o¨ªdos ante lo sucedido desde que salt¨® a los medios de comunicaci¨®n el pasado 31 de octubre. Desde entonces, el Tribunal ha recibido dos lecciones al ver c¨®mo se ha escrito y hablado del informe a partir de una filtraci¨®n y c¨®mo han sido criticados los gestores de la Expo 92 sin que ¨¦stos ni siquiera conozcan el informe definitivo del Tribunal que enjuicia su gesti¨®n.Estas dos lecciones son consecuencia en primer lugar de los defectos del informe sobre la Expo, contra el que vot¨¦ en el pleno del Tribunal del pasado 22 de octubre y al que present¨¦ un voto particular, pero sobre todo son la consecuencia de un trasnochado modelo de relaciones con la sociedad y con los medios de comunicaci¨®n que el Tribunal no puede seguir manteniendo.
En los ocho folios de mi voto particular expres¨¦ los defectos del informe del Tribunal, en los que fundament¨¦ mi rechazo. El principal es que el informe podr¨ªa ser interpretado -como de hecho ha ocurrido en la sesi¨®n parlamentaria en la que la presidenta del Tribunal present¨® el informe- en el sentido de que Expo 92, SA, careci¨® durante 1992 de las cuentas legalmente establecidas por la legislaci¨®n mercantil, lo que no es cierto.
?Por qu¨¦ se presta el informe a ser interpretado en el sentido de que Expo 92, SA, careci¨® de las cuentas legalmente establecidas por la legislaci¨®n mercantil?
La respuesta es bien simple: porque, en contra de lo mandatado por su Ley de Funcionamiento, el Tribunal no ha realizado su funci¨®n fiscalizadora sobre las ¨²nicas cuentas de 1992 legalmente aprobadas por la Junta General de Accionistas de Expo 92, SA, m¨¢s tarde fiscalizadas por una firma de auditor¨ªa y finalmente depositadas en el Registro Mercantil, de acuerdo con la Ley de Sociedades An¨®nimas. Por el contrario, el Tribunal se ha basado fundamentalmente en unos estados Financieros que le remiti¨® la Intervenci¨®n General del Estado,estados que no re¨²nen la condici¨®n jur¨ªdica de cuentas. Con base en este proceder del Tribunal, ahora se ha podido afirmar por algunos que en la gesti¨®n de la Expo hubo irregularidades contables e incluso delitos societarios.Mi discrepancia con el informe aprobado por el pleno del Tribunal es jur¨ªdica, pero tambi¨¦n contable porque el informe aprobado por el Tribunal incurre en el error de identificar los conceptos de "cuenta" y de "estado financiero", identificaci¨®n que carece de rigor t¨¦cnico, porque, si es cierto que todas las "cuentas" son "estados", no es cierto que todos los "estados" sean "cuentas".Pero, adem¨¢s, mi discrepancia es normal en el funcionamiento de las instituciones democr¨¢ticas y los ¨®rganos colegiados. Otra cosa es que todo miembro de una instituci¨®n prefiera que sus tesis sean asumidas por la mayor¨ªa, pero en el Tribunal estoy acostumbrado a lo contrario.
. Pero mucho m¨¢s importantes que las discrepancias entre consejeros del Tribunal son las confusiones que sobre el informe de la Expo han generado algunas de las aclaraciones, pretendidamente t¨¦cnicas, realizadas tras saltar el informe a la opini¨®n p¨²blica. El s¨ª, pero no entre los 5.000 y 35.000 millones de d¨¦ficit de la Expo 92, y el no, pero s¨ª sobre algunas eventuales responsabilidades contables en materia de indemnizaciones, han convertido el tiempo transcurrido desde que el informe salt¨® a la opini¨®n p¨²blica en un v¨ªa crucis innecesario en el que el prestigio t¨¦cnico del Tribunal ha resultado seriamente afectado y, de paso, los conceptos contables vapuleados.
Desde el Tribunal no se puede seguir despachando el inter¨¦s de los periodistas por nuestros trabajos, afirmando que el Tribunal se pronuncia sobre cuestiones t¨¦cnicas s¨®lo comprensibles por los iniciados, porque no es cierto. Y no es cierto porque la misi¨®n del Tribunal no es s¨®lo elaborar informes de fiscalizaci¨®n sobre los ingresos y los gastos p¨²blicos, sino tambi¨¦n hacer comprensibles esos informes a la sociedad. Para lograrlo resulta imprescindible -y ¨¦sta es mi primera propuesta- que los informes aprobados por el Tribunal de "inter¨¦s general" sean presentados p¨²blicamente por la Presidencia del Tribunal a los medios de comunicaci¨®n sin dilaci¨®n alguna, es decir, simult¨¢neamente a su remisi¨®n a las Cortes.
La segunda de las lecciones que el informe de la Expo 92 ha dejado se comprende f¨¢cilmente a la vista de los disparos de artiller¨ªa gruesa que la gesti¨®n de la Expo ha recibido desde que la filtraci¨®n del informe salt¨® a la opini¨®n p¨²blica. Todos hemos le¨ªdo, o¨ªdo o visto a quienes antes de su presentaci¨®n al Parlamento, y tambi¨¦n despu¨¦s, impulsados por la inercia y sin hacer uso de las bridas, nos han dicho que la Expo 92 fue el Expolio 92, que fue un atraco, por citar s¨®lo dos de las expresiones m¨¢s amables y cari?osas dirigidas a sus gestores. No deja de ser llamativo a este prop¨®sito que la sesi¨®n de la Comisi¨®n Parlamentaria en la que se present¨® el informe se centrase en la cr¨ªtica a los gestores de la Expo, que no estaban en la sala.
Muchos de los que han hablado y escrito sobre el tema han confundido d¨¦ficit con agujero para, seguidamente, dej¨¢ndose llevar por sus impulsos, pasar a pedir a los gestores de la Expo "que devuelvan el d¨¦ficit". Pero, como esta expresi¨®n huele a contabilidad, y la contabilidad no se presta a hacer con ella ni poes¨ªa ni titulares de diario, insisten machaconamente en que en la Expo hubo ilegalidades o irregularidades contables y en que dej¨® tras de s¨ª un agujero.
Intentar demostrar a estas alturas que d¨¦ficit no es lo mismo que agujero parece innecesario. Pero, por si acaso, recordar¨¦ que el d¨¦ficit de una sociedad, en este caso Expo 92, significa que tuvo m¨¢s gastos que ingresos, mientras que agujero significa que alguien se llev¨® lo que hab¨ªa antes de que el agujero existiera, o, dicho procazmente, que falta dinero sin justificaci¨®n alguna.
Como el informe ya ha sido presentado en el Parlamento, puedo decir p¨²blicamente que esas opiniones -leg¨ªtimas por lo dem¨¢s- no tienen apoyo en la letra del informe, y que tampoco se pueden deducir de su esp¨ªritu. Pero una cosa es eso y otra bien distinta y adem¨¢s suicida, intentar salir del paso enmara?ando las cifras del d¨¦ficit o ignorando el informe del fiscal.
Por ello, porque se les ha atribuido dejar tras de s¨ª un agujero, tenemos que preguntarnos qu¨¦ oportunidad han tenido los gestores de la Expo 92 de defender p¨²blicamente su gesti¨®n ante el Parlamento. La respuesta es clara: ninguna; ni la han tenido ellos ni la tiene actualmente ning¨²n gestor de fondos p¨²blicos, ni la tendr¨¢n el d¨ªa de ma?ana los actuales, salvo que algo cambie. ?Y qu¨¦ tiene que cambiar? Sencillamente -y ¨¦stas son mi segunda y tercera propuestas- que el Tribunal env¨ªe directamente sus informes a los gestores de fondos p¨²blicos que hayan sido fiscalizados simult¨¢neamente a su remisi¨®n a las Cortes, y que los gestores fiscalizados tengan que ser preceptivamente convocados por la Comisi¨®n Mixta Congreso-Senado para las Relaciones con el Tribunal de Cuentas para, en comparecencia ante los diputados y senadores, contestar a lo que ¨¦stos les pregunten e intentar explicar la gesti¨®n que hicieron de esos fondos p¨²blicos. Todo menos juzgar y condenar al ausente, porque el deber y el derecho del Parlamento a controlar el destino dado a los fondos tiene que ser compatible con el derecho de los gestores de esos fondos a defender p¨²blicamente su trabajo, bueno o malo, regular o irregular.
As¨ª se hace en el Reino Unido y en Austria, entre otros pa¨ªses, donde no parece que estas cuestiones funcionen mal. Adem¨¢s, as¨ª se pondr¨¢ fin a una imagen distorsionada y perversa que viene persiguiendo al Tribunal desde que en junio de 1982 se aprob¨® su vigente ley: que su presidente, al presentar cada informe al Parlamento, d¨¦ la impresi¨®n de estar representando a los gestores fiscalizados, lo que obviamente no es cierto. Pero las im¨¢genes son las im¨¢genes e ignorarlas voluntariamente es propio de ciegos y de sordos voluntarios.
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