La encrucijada japonesa
No surgen muchos paliativos en la valoraci¨®n de la trascendencia de la crisis del sistema financiero japon¨¦s, ni siquiera la que pusiera alguna cautela a esta generalizaci¨®n. El ¨²ltimo de los colapsos, la de la m¨¢s antigua sociedad de valores y la cuarta por tama?o, Yamaichi Securities, ya no puede calificarse de episodio aislado, y sus repercusiones dentro y fuera de Jap¨®n en modo alguno ser¨¢n equivalentes a las de las entidades que la han precedido. Se trata, en efecto, de la quiebra empresarial de mayor envergadura de las ocurridas en aquel pa¨ªs desde la II Guerra Mundial, cuyas ramificaciones a otras entidades y empresas no financieras pueden ser importantes.La tentaci¨®n de hacer una consideraci¨®n gen¨¦rica de lo que est¨¢ ocurriendo en el conjunto de la regi¨®n no puede desplazar la atenci¨®n de los problemas espec¨ªficos del sistema econ¨®mico japon¨¦s y de su trascendencia sobre el resto del mundo. Contener elementos en com¨²n, la etiolog¨ªa es algo distinta. En esto lleva raz¨®n el ministro de Finanzas japon¨¦s, tal como ha declarado en Vancouver: no es una pieza m¨¢s en el domin¨® del sureste asi¨¢tico. Pero las razones m¨¢s tranquilizadoras no son precisamente las que podr¨ªan apoyarse en ese car¨¢cter de prestamista al resto del mundo.
Esa condici¨®n de acreedor neto del resto del mundo diferencia efectivamente a Jap¨®n de esos vecinos hoy asistidos por el FMI (frente a los d¨¦ficit por cuenta corriente de Tailandia, Indonesia y Corea, Jap¨®n presenta un super¨¢vit del 3% de su PIB), pero constituye el fundamento de la principal amenaza sobre la estabilidad financiera del resto del mundo. En primer lugar porque parte de esos activos financieros exteriores est¨¢n situados en esos pa¨ªses del sureste asi¨¢tico, cuya solvencia est¨¢ ahora en entredicho. As¨ª, de los 100.000 millones de d¨®lares que ten¨ªan pendientes de pago deudores de Corea del Sur al final del a?o pasado, una cuarta parte lo eran frente a acreedores japoneses. En segundo porque la precipitada liquidaci¨®n por parte de los bancos japoneses de sus activos exteriores m¨¢s sanos -los materializados en bonos y acciones de los pa¨ªses occidentales-, como premisa a cualquier operaci¨®n de saneamiento financiero interno, puede constituir un foco de inestabilidad sobre los mercados e instituciones financieras en el resto del mundo. La sensibilidad de los mercados burs¨¢tiles ya es suficientemente expresiva al respecto.
El sistema est¨¢ enfermo y las terapias susceptibles de administraci¨®n pueden generar efectos secundarios de consideraci¨®n dentro y fuera de ese pa¨ªs. La salida a la encrucijada en la que est¨¢n inmersas las autoridades japonesas no es f¨¢cil. Aprovechar la crisis para, dejando caer las entidades enfermas, introducir las reformas largamente reclamadas, conllevar¨ªa probablemente la quiebra de alguna entidad adicional. La decisi¨®n m¨¢s probable por menos traum¨¢tica, el rescate con capitales p¨²blicos de las entidades ya desahuciadas y el apoyo a aquellas otras afectadas por el efecto domin¨®, adem¨¢s de diferir la soluci¨®n de los verdaderos problemas, agravar¨ªa el ya deteriorado d¨¦ficit presupuestario del pa¨ªs y crear¨ªa serias tensiones de liquidez en el resto del mundo. No hace falta subrayar que la demora en la adopci¨®n de esta ¨²ltima soluci¨®n convertir¨ªa a la primera en la ¨²nica posible.
En ambos casos, la econom¨ªa japonesa abordar¨ªa el futuro inmediato con unas perspectivas de crecimiento significativamente inferiores a las anticipadas hasta ahora, incorporando sus efectos deflacionistas a los que con raz¨®n se presumen transmitir¨¢n las vecinas que ya han entrado en programas de saneamiento bajo la direcci¨®n del FMI. Sin necesidad de que el yen se deprecie m¨¢s de lo que lo ha hecho, la combinaci¨®n con las devaluaciones experimentadas por las del resto de los pa¨ªses asi¨¢ticos, en m¨¢s de un 35% en promedio, obliga a revisar a la baja el comportamiento previsible de las principales econom¨ªas en el futuro pr¨®ximo. Desde luego, las correspondientes al saldo de intercambios exteriores con EE UU y, en menor medida, con Europa.
Con todo, podr¨ªa asumirse ese precio a cambio de la definitiva normalizaci¨®n de aquel sistema financiero y de la efectiva neutralizaci¨®n de la propagaci¨®n al resto del mundo de su enfermedad, algo hoy dif¨ªcil de garantizar.
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