El monstruo
Almudena odia al Ayuntamiento de Madrid. Esta ciudadana, cuyo nombre honra el de nuestra Santa Patrona, se siente v¨ªctima de un ensa?amiento persecutorio por parte del aparato burocr¨¢tico municipal. Y es que, seg¨²n cuenta, el buz¨®n de su domicilio es el destino habitual de la m¨¢s variada gama de notificaciones de la Empresa de Recaudaci¨®n Ejecutiva. A la pobre Almudena le reclaman, para empezar, el pago del impuesto de plusval¨ªa de un pis¨® desde el a?o 71 al 91, cuando ya lo abon¨® del 81 en adelante, periodo real en que fue de su propiedad. De poco le ha servido presentar el recibo ni argumentar que nada tuvo que ver con los 10 a?os anteriores. Le piden que acredite que la casa no era suya en ese tiempo si no quiere que le metan mano directamente en la cuenta corriente.Su mal debe contener factores gen¨¦ticos, porque a su madre tambi¨¦n le reclaman la plusval¨ªa del piso que vendi¨® antes de morir la abuela y cuyo pago hizo efectivo la propia Almudena. El recibo se lo qued¨® la anciana y nadie sabe d¨®nde lo puso. En la recaudaci¨®n municipal les dicen que no tienen por qu¨¦ hacer comprobaciones, y que o lo demuestra o la embargan como heredera. Sin apelaci¨®n.
La inquina con que la burocracia la hostiga por sus propiedades inmobiliarias resulta anecd¨®tica en comparaci¨®n con el acoso que sufre a causa de su condici¨®n de conductora. Le exigen que pague una multa de tr¨¢fico de un coche en el que nunca subi¨® y que, seg¨²n parece, pertenece a una empresa de alquiler de veh¨ªculos. Sus razonamientos en ese sentido ante el empleado de la empresa de recaudaci¨®n obtuvieron como ¨²nica respuesta una indicaci¨®n de que se buscara la forma de demostrar que ese autom¨®vil sancionado no era de su propiedad ni lo hab¨ªa sido en su vida, porque, de lo contrario, ver¨ªa muy pronto su nombre en el Bolet¨ªn Oficial de la Comunidad como paso previo a la intervenci¨®n en la cuenta bancaria. La misma cuenta de la que la ejecutiva municipal ya sac¨® impunemente 40.000 pesetas tiempo atr¨¢s por no pagar supuestamente el impuesto de circulaci¨®n de su veh¨ªculo durante dos a?os. En realidad, s¨ª lo hab¨ªa pagado, lo que pudo demostrar presentando las copias de los recibos abonados. Semanas despu¨¦s lleg¨® a su cuenta un ingreso de s¨®lo 10.000 pesetas como "provisi¨®n de fondos pendientes de resoluci¨®n". De las 30.000 restantes no ha vuelto a saber nada.
La indefensi¨®n que siente Almudena ante semejante exhibici¨®n de prepotencia municipal no tendr¨ªa mayor trascendencia si no fuera porque hay miles de ciudadanos en su misma situaci¨®n. Esa maquinaria que parece construida para alimentarse a s¨ª misma ya no presta el servicio que justifica su propia existencia. Su desp¨®tico funcionamiento transgrede la m¨¢xima del derecho que considera inocente a todo ciudadano mientras no se demuestre lo contrario, hasta el punto de entender que todos somos culpables mientras no probemos nuestra inocencia. De esta forma, cualquier vecino de Madrid puede ser hoy acusado de no pagar la multa de un coche que jam¨¢s condujo, vi¨¦ndose obligado a perder su tiempo y su dinero en demostrarlo bajo la amenaza de que le asalten la cartilla de ahorros.
De la perversidad y desmadre del engendro burocr¨¢tico tuve personalmente cumplida cuenta hace a?os, cuando, por un peque?o desliz, le puso un cero de m¨¢s a los recibos de la contribuci¨®n por los garajes de nuestra comunidad de vecinos, multiplic¨¢ndolos por 10. Cuando advertimos del error a los t¨¦cnicos municipales nos dijeron que la forma m¨¢s r¨¢pida de subsanarlo era pagarlos y reclamar despu¨¦s la devoluci¨®n. As¨ª lo hicimos, e hicimos el rid¨ªculo. Ha pasado casi una d¨¦cada y a¨²n estamos esperando a que aflojen el medio mill¨®n largo que nos estafaron.
La m¨¢quina siempre gana. Enfrentarse a ella requiere la intervenci¨®n de gabinetes jur¨ªdicos o fiscales, un esfuerzo econ¨®mico e intelectual que casi nunca compensa. Te ganan por cansancio o aburrimiento. Lo m¨¢s grave es que su complejidad y poder es tan inmenso que parece estar ya fuera del control de los que gobiernan el Ayuntamiento de Madrid. El monstruo que alimentamos con los impuestos ha cobrado vida propia y se vuelve contra nosotros. Por eso, Almudena y tantos madrile?os lo odian. Si no lo paramos pronto, nos comer¨¢ todos.
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