?Qu¨¦ cultura queremos los autores?
Contestar a la pregunta que da t¨ªtulo a este art¨ªculo implica precisar qu¨¦ entiendo, qu¨¦ entendemos los autores por cultura, es decir, cu¨¢l es el objeto com¨²n de nuestro trabajo como creadores. A primera vista, el conjunto de nuestras obras (composiciones, pel¨ªculas, piezas teatrales, coreograf¨ªas, novelas, cuadros, etc¨¦tera) configurar¨ªa el amplio y plural espacio de la creaci¨®n, de la cultura. Sin embargo, los variados an¨¢lisis de car¨¢cter sociol¨®gico, hist¨®rico o econ¨®mico existentes restringen o ampl¨ªan dicho espacio desde el m¨¢s elitista y eurocentrista punto de vista ilustrado, defensor de la alta cultura, hasta el ¨²ltimo multiculturalista y posmoderno defensor del "todo es cultura"; con aportaciones tan singulares y estimulantes como la reciente de Gustavo Bueno, azote de cualquier academia o imperio de lo pol¨ªticamente correcto, para quien la cultura es el sustituto actual de la gracia, el mito oscurantista contempor¨¢neo forjado en el proceso de constituci¨®n de la sociedad moderna, es decir, en la cristalizaci¨®n de la idea de naci¨®n como n¨²cleo de los Estados modernos. Como ya se?alaba Tylor en 1871, la cultura ser¨ªa "aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias y el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros h¨¢bitos adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad". Ampliamente discutida y criticada dicha definici¨®n, entre otros, por el anteriormente mencionado G. Bueno, pone de relieve, sin embargo, los aspectos simb¨®licos, pol¨ªticos y sociales del hecho cultural, quedando al fondo los econ¨®micos, que a?os despu¨¦s, con el surgir de la cultura de masas, pasar¨ªan a primer t¨¦rmino. En definitiva, es esta triple dimensi¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica y social de la cultura la que a veces pasa inadvertida y, m¨¢s frecuentemente, se entremezcla, distorsionando la realidad del hecho cultural y desenfocando la percepci¨®n de la centralidad de la cultura.?Y los autores? ?Tenemos algo propio que decir? ?O ajenos, como el resto de la sociedad, a ese debate te¨®rico nos limitamos a elegir entre la carta marcada de los productores y el mercado y el diktat de los gestores culturales y los pol¨ªticos? Hace poco se?alaba el Nobel Camilo Jos¨¦ Cela que Espa?a s¨®lo ha exportado durante siglos cultura. Es cierto que nuestros creadores han alcanzado las m¨¢s altas cotas y reconocimiento en artes pl¨¢sticas, literatura, teatro, cine, m¨²sica, danza o arquitectura. Pero se ha tratado, la mayor¨ªa de las veces, de empe?os individuales que no han repercutido ni en la mejora de las condiciones profesionales del resto de autores ni en el reconocimiento social de su labor. A ello ha contribuido, sin duda, el hecho de que la sociedad espa?ola ha estado alejada durante siglos del acceso m¨¢s elemental a la cultura, agravado por un atraso y aislamiento hist¨®ricos incapaz de generar estructuras industriales estables para la producci¨®n propia de cultura. A pesar de lo mucho que afortunadamente hemos avanzado, persisten las limitaciones caracter¨ªsticas de un pa¨ªs relativamente peque?o para hacerse un lugar propio en un mundo crecientemente globalizado e interdependiente. La cultura, nuestro gran potencial creativo, puede ayudarnos mucho a conseguirlo.
Para ello, antes que nada, debemos tomar plena conciencia del papel central de la cultura en la sociedad actual y del contexto en el que nos movemos. El sector audiovisual, por ejemplo, tiene actualmente un valor de mercado global a escala mundial estimado en 257.000 millones de ecus; en Estados Unidos es el segundo sector industrial en t¨¦rminos de exportaci¨®n, y ha incrementado las ventas de pro gramas a Europa casi un 1.000% entre 1984 y 1993, acerc¨¢ndose al 80% del total de pro gramas exportados los destina dos a Europa, mientras que el consumo norteamericano de programas audiovisuales europeos no pasa del 2%. Seg¨²n estudios recientes, el cambio de siglo nos traer¨¢ un incremento de la demanda de productos audiovisuales en Europa que doblar¨¢ las cifras actuales; las horas de emisi¨®n televisiva, por ejemplo, pasar¨¢n de 650.000 a 3.250.000. De las 12 mayores compa?¨ªas de producci¨®n audiovisual, seis son estadounidenses, cuatro japonesas, una holandesa y una alemana. El d¨¦ficit comercial actual entre la Uni¨®n Europea y Estados Unidos en el sector audiovisual se estima en 520.000 millones de pesetas al a?o.
Las industrias culturales siguen ampliando el n¨²mero de destinatario s de sus productos y generan cuantiosos beneficios que, por supuesto, revierten en escasa medida en sus primeros protagonistas, los autores. A d¨ªa de hoy, es precisamente en el sector de las industrias culturales donde se encuentran los m¨¢s prometedores yacimientos de empleo cualificado y de riqueza para unas sociedades aparentemente sometidas a un paro estructural y a la creciente competitividad de otras zonas del planeta que producen bienes de consumo en gran cantidad y a bajo precio. El Libro Blanco sobre crecimiento, competitividad y empleo, conocido como informe Delors, prev¨¦ la creaci¨®n, s¨®lo en el sector audiovisual, de dos millones de puestos de trabajo para el. a?o 2000 en el ¨¢mbito europeo, siempre que el crecimiento previsto en el sector repercuta en puestos de trabajo en Europa y no en transferencias financieras de Europa a otras partes del mundo. A pesar de lo cual, o quiz¨¢ precisamente a causa de ello, hay quienes persisten en afrontar la situaci¨®n bajo el caduco esquema de mercado libre versus proteccionismo. ?Les suena esta m¨²sica?
Una m¨²sica que va penetrando poco a poco, como ese ambiente musical que nos acompa?a desde el aeropuerto a la oficina, el ascensor o la habitaci¨®n del hotel cuando nos movemos cada d¨ªa entre ciudades y calles cada vez m¨¢s parecidas unas a otras. Y sin embargo, esa machacona m¨²sica lo que hace es ocultar los variados sonidos de la realidad, que es plural y heterog¨¦nea. Quienes clamaron contra el proteccionismo a prop¨®sito de la excepci¨®n cultural europea durante la negociaci¨®n de la Ronda Uruguay del GATT vuelven a aparecer m¨¢s silenciosamente, pero con id¨¦nticas intenciones, con ocasi¨®n del Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI), manteniendo, como entonces, el m¨¢s burdo proteccionismo en sus pa¨ªses de origen. Las macroindustrias culturales norteamericanas y japonesas, cada vez m¨¢s integradas y poderosas, amenazan la existencia de cualquier otra posibilidad de hacer, de crear cultura al margen de ellas. Y no podemos permitirlo, ni por razones econ¨®micas, ni pol¨ªticas, ni sociales.
Est¨¢ en juego la supervivencia de nuestras culturas y la propia construcci¨®n de Europa como proyecto com¨²n. Es en nuestra vida cotidiana donde mejor queda reflejada la importancia de la cultura o, al menos, la necesidad de que peleemos por su reconocimiento. A la m¨ªnima ocasi¨®n, un cantante puede ser abucheado por expresarse en su lengua durante un acto en favor de la tolerancia o un deportista incitado a volver a la selva debido al color de su piel. An¨¦cdotas, sin duda, pero muy reveladoras del crucial papel de la cultura para la integraci¨®n de una sociedad que supere la mera ret¨®rica de los derechos de las minor¨ªas y trate de hacer realidad la convivencia de diferentes culturas.
Pues de eso se trata, de que convivan los valores comunes que convierten a todos los miembros de una sociedad en ciudadanos de pleno derecho, con la capacidad de expresarse, comunicarse y disfrutar est¨¦ticamente con medios y manifestaciones art¨ªsticas variadas y plurales. Una variedad y pluralidad que empieza por el hecho de que nuestros sonidos, expresiones, colores y lugares formen parte del paisaje cotidiano de las obras de ficci¨®n que llenan nuestro tiempo de ocio; y que contin¨²a por el pleno reconocimiento del derecho de autor como salario del creador, as¨ª como por nuestro propio compromiso con la sociedad y con los ciudadanos para quienes hacemos nuestras obras. De todo ello, del horizonte que se dibuja y de las oportunidades que nos abre nuestro potencial creador, han tratado los trabajos y debates del I Encuentro de Creadores, una apuesta decidida por un pacto social a favor de la cultura, una cultura de todos que nos introduzca en el siglo XXI con una voz propia.
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