Fr¨ªo de nav¨ªo
Hace ya tiempo que deseaba entrar en el oscuro mundo de los cibernautas, y un trabajo de J. M. Ahrens (El corsario del silicio, martes 9 de diciembre) me ha dado por fin la oportunidad de hacerlo. El reportaje se refer¨ªa a un hombre de 26 a?os que en 1995 entr¨® a saco en una empresa y se llev¨® material inform¨¢tico de gran pureza. Al parecer, ¨¦l hab¨ªa operado desde su propia casa, sentado, tecleando, sin amenazar a nadie, hasta el bot¨ªn era de humo, pero, as¨ª todo, la empresa mont¨® en c¨®lera y le denunci¨® a la polic¨ªa: a su entender, aquel asalto pod¨ªa traer consecuencias irreparables, ya que el producto robado hab¨ªa sido vendido a empresas que lo ten¨ªan instalado en 250 oficinas, y "no s¨®lo constitu¨ªa el eje de sus sistemas inform¨¢ticos, sino que su posesi¨®n daba la llave para acceder en cualquier momento al coraz¨®n sensible de estas firmas". Fina prosa la de Ahrens.El reportaje hablaba tambi¨¦n de utilidades, de claves privilegiadas, de blindajes, de toma de archivos, de infiltraciones en el n¨²cleo duro y de contactos v¨ªa modem, y explicaba paso a paso las circunstancias t¨¦cnicas del asunto. Resumiendo: una verdadera llave de judo para los legos en la materia.
No obstante, para eso estoy yo, para investigar, para redactar informes; y lo que esta vez he averiguado sobre los ordenadores pone los pelos de punta. Pero vayamos por partes: hasta ahora, los profanos sab¨ªamos que, despu¨¦s de darle al interruptor, estos bichos se despertaban, se iluminaban, ronroneaban y se quedaban esperando; y que luego empez¨¢bamos a escribir o a jugar al tetris. Todo lo dem¨¢s (lo de llevar naves a Marte, lo de regular sem¨¢foros, lo de buscar novia a los t¨ªmidos, etc¨¦tera) era algo que nos contaban los expertos, pero que no pod¨ªamos comprobar. Y por eso se han cebado con nosotros. Ahora, incluso afirman que han descubierto un oc¨¦ano interestelar al que llaman ciberespacio, y hasta se han cambiado el nombre por una especie de arrobita que les identifica y les sirve para navegar de puerto en puerto. Y, por los humos que se dan, cualquiera dir¨ªa que en este club no se es nadie sin una lancha r¨¢pida.
Pues bien: a otro vampiro con esa estaca, porque, seg¨²n mis pesquisas, los ordenadores s¨®lo son cajas vac¨ªas, sin vida interior, y dentro de ellas no hay mares, ni fr¨ªo c¨®smico, ni software, ni megas, ni nav¨ªos que surquen el espacio sideral. Basta abrir un 586 para comprobarlo. Hay, en efecto, cables, bombillas y muchos chirimbolos de aspecto enrevesado; pero todo es material de pega y no resiste un examen riguroso.
Despu¨¦s de esta confidencia, m¨¢s de uno se preguntar¨¢ a qu¨¦ viene tanta fuller¨ªa: no lo s¨¦, francamente. Tal vez medio mundo est¨¦ loco y trate de contagiar al otro medio, o quiz¨¢ los fabricantes quieran darse tono ante las chicas para ser el centro de las fiestas.
Y, aclarado este punto, lleg¨® el momento de poner las cartas sobre la mesa: antes he afirmado que los ordenadores "s¨®lo son cajas vac¨ªas, sin vida interior...", pero he mentido como un bellaco. Algo hay, s¨ª, y muy interesante, aunque no conven¨ªa decirlo en ese momento para no dar aire a los farsantes. Ahora, una vez aniquilados, puedo, exponer sin reparos la verdad: dentro de los ordenadores hay un ej¨¦rcito de criaturas que se mueven fren¨¦ticamente, divisiones enteras, y tan diminutas que no son visibles ni a trav¨¦s del microscopio. Esto ya se sospechaba en ciertos ambientes, pero ahora yo lo hago oficial. Los soldaditos se pasan la vida saltando de aqu¨ª para all¨¢. Unos van con mochila; otros, con linterna; otros pilotan cohetes a la velocidad del rayo, y algunos son polic¨ªas. Y, entre ¨¦stos, hay un grupo especial encargado de combatir a los virus, que son unos seres endiablados que penetran por los enchufes y provocan el caos entre la poblaci¨®n aborigen.
Pero me quedo sin l¨ªneas, y no quisiera cerrar el puesto sin mencionar antes que el hombre de nuestra historia ha sido contratado por una empresa del ramo. Como jefe de contraespionaje. Debe de ser un estratega de cuidado, sin duda, y su caso me recuerda al de otro guerrillero que en su momento se pas¨® tambi¨¦n al Alto Estado Mayor: El Dioni. Por cierto: ?qu¨¦ habr¨¢ sido de ese cachondo?
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