El histri¨®n

Histri¨®n es una palabra peyorativa en la relaci¨®n com¨²n; en el teatro, en cambio, tiene una calificaci¨®n muy alta, aparte de cualquier etimolog¨ªa: es el actor que domina por s¨ª solo el escenario: con su m¨ªmica, su voz, su gesto. Alguna literatura dram¨¢tica se ha escrito para esos actores: el teatro de figur¨®n, donde el principal y casi ¨²nico personaje es aqu¨¦l que tiene sus rasgos caracter¨ªsticos abultados, exagerados: a veces son un arquetipo psicol¨®gico, pero sin otros atributos. Por ejemplo, este avaro que representa ahora el histri¨®n Rafael ?lvarez, llamado El Brujo, con todos los recursos que se le conocen desde hace a?os: no es m¨¢s que avaro. Todo lo que rodea su figura, o figur¨®n de avaro, se desvanece, se empeque?ece: hasta su maldad, su desprecio a los dem¨¢s, su odio hacia lo que le rodea, se refiere a su condici¨®n de avaro.No pienso que Moli¨¦re, que represent¨® ¨¦l mismo la pieza que escribi¨®, fuese tan elemental. Es decir, no creo que hiciera una comedia de figur¨®n, sino un retrato de costumbres. No pienso que intentase hacer un grotesco, algo de lo que re¨ªrse continuamente; era m¨¢s bien una tragicomedia, y el avaro, Harpag¨®n, pod¨ªa inspirar l¨¢stima y dolor en algunos momentos. Pero El Brujo tiene no s¨®lo derecho sino obligaci¨®n de interpretarla con arreglo a unas posibilidades famosas, que llenan la sala del teatro Olimpia, que se resuelven en carcajadas y gritos de admiraci¨®n. Aun as¨ª, sobrenadan valores del texto: hay todas las finuras de las que era capaz Moli¨¦re -muchas-, datos de comedia de costumbres, valores c¨ªvicos como la defensa de la libertad de amar sobre la de los intereses, y la de los derechos de los hijos frente a los padres abusivos. Adem¨¢s de la tradicional man¨ªa de los autores de casar al joven con la joven: una obsesi¨®n que parec¨ªa biol¨®gica.

Todo lo empalidece El Brujo: hace bien, su producci¨®n es su arte personal de histri¨®n como lo han sido tantos otros que han pasado a la historia del arte, y el p¨²blico se lo pide. Qu¨¦ m¨¢s da la direcci¨®n de escena: puede estar lloviendo o nevando en un ventanal del lateral derecho mientras la puerta inmediata, en el foro, se abre dejando ver un d¨ªa de sol; pueden entrar y salir los personajes por esas ventanas, o desarrollarse toda la acci¨®n en el zagu¨¢n de la casa; pueden estar descuidados los otros int¨¦rpretes, que el que brilla es el figur¨®n. Aunque cuando aparece, cuando habla, cuando sonr¨ªe Berta Riaza, inteligente y fina, se adivine otro mundo detr¨¢s.

Obra de Pascuas, se estren¨® el d¨ªa de Navidad a teatro lleno, con poqu¨ªsimos invitados; un regalo de fiestas que fue recibido, ya lo digo antes, con entusiasmo. El triunfo de un teatro que de ninguna manera es desde?able.