Los presagios del 97
NO POD?A ser otro que el secretario de Estado de Comunicaci¨®n el que saliera, al finalizar el ¨²ltimo Consejo de Ministros del a?o, a hacer un balance del ejercicio tan zarzuelero como el que present¨®. Cualquier miembro del Gabinete quiz¨¢ hubiera evitado el rid¨ªculo de confundir de modo tan evidente la propaganda con la realidad, no fuera que, m¨¢s adelante, las encuestas del CIS desmintieran tanta tosquedad. Afirmar, como hizo Rodr¨ªguez, que en 1997 "se ha consumado el cambio democr¨¢tico en Espa?a" s¨®lo puede recibirse, por la cercan¨ªa del d¨ªa de los Santos Inocentes, con una sonrisa.Esa acci¨®n de equiparar la propaganda con la realidad es uno de los rasgos centrales del Ejecutivo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, cuyo paradigma m¨¢s acabado surgi¨® cuando el presidente del Gobierno, a la pregunta de un periodista extranjero sobre el milagro econ¨®mico espa?ol, respondi¨®: "El milagro soy yo". El ejercicio del Gobierno se caracteriza por un continuo tejer y destejer. Como Pen¨¦lope, el Gabinete frena pol¨ªticamente durante el d¨ªa lo que econ¨®micamente obtiene por la noche. Un ejercicio como el de 1997, que podr¨ªa calificarse como bueno si se tuviesen tan s¨®lo en cuenta los resultados econ¨®micos, se ti?e de mediocridad cuando sobrevuela lo directamente pol¨ªtico.
El primer ejercicio que se agota ¨ªntegramente con el Gobierno del PP presenta perfiles a veces antag¨®nicos, seg¨²n la parcela de la vida espa?ola que se observe. Si, por una parte, la espectacular mejora de los desequilibrios macroecon¨®micos permite garantizar que Espa?a estar¨¢ en el grupo de cabeza de la uni¨®n monetaria -algo que se ve¨ªa con pesimismo incluso a finales de 1996-, por otra, la coyuntura pol¨ªtica ha discurrido en un clima de crispaci¨®n, una de cuyas ¨²ltimas plasmaciones es la incomunicaci¨®n y hostilidad entre Aznar y el secretario general del PSOE, Joaqu¨ªn Almunia. La reflexi¨®n debe incluir una evaluaci¨®n severa sobre la calidad de vida democr¨¢tica y sobre el deterioro en los usos democr¨¢ticos que se practican desde el Gobierno; todav¨ªa el viernes pasado, el Ejecutivo era incapaz de reconocer los errores cometidos con la inexistente amnist¨ªa fiscal de la que hab¨ªa acusado al Gobierno anterior.
El terrorismo sigue siendo el gran problema, pero las cosas han empezado a cambiar. La liberaci¨®n del funcionario de prisiones Jos¨¦ Antonio Ortega Lara, que supuso un duro golpe para ETA, y el asesinato del concejal Miguel Angel Blanco despu¨¦s de 48 horas de tensi¨®n que paralizaron Espa?a provocaron la masiva respuesta de los ciudadanos espa?oles en contra del terror y de la tortura que practican los asesinos. El esp¨ªritu de Ermua significa un giro clave en la percepci¨®n que tiene la sociedad espa?ola -y sobre todo la vasca- del terrorismo. El juicio a los representantes de la Mesa de HB y su condena por colaboraci¨®n con ETA pueden ser interpretados como el final de cierta permisividad hacia las actitudes de colaboraci¨®n abierta con el terrorismo.
Si en el ¨¢mbito terrorista los avances han sido notables, 1997 ha confirmado un retroceso grav¨ªsimo en el ¨¢mbito de la justicia que contamina gravemente al resto de la sociedad. La rebeli¨®n tolerada de los llamados fiscales indomables hizo detonar una crisis que se zanj¨® con el nombramiento de Jes¨²s Cardenal como fiscal general del Estado y de Eduardo Fungairi?o como fiscal jefe de la Audiencia Nacional. El Gobierno ha colocado a hombres de su confianza a costa de enfrentarse con la carrera fiscal y de agravar la falta de credibilidad de la justicia, afectada por el comportamiento err¨¢tico y la arbitrariedad de algunos de sus jueces. El nombramiento de Cardenal y Fungairi?o debe ser catalogado como un error inaudito del Gabinete. Cardenal y Fungairi?o mantienen ideas poco acordes con la sociedad democr¨¢tica a la que deben servir, como qued¨® claro con sus opiniones -elaboradas por el ¨²ltimo y avaladas por el primero- sobre las dictaduras argentina y chilena.
El Gobierno ha sido incapaz de poner orden en el ¨¢mbito judicial, pero es en el campo de las libertades p¨²blicas donde suscita m¨¢s prevenciones. El nombramiento de un diputado del PP, Fernando L¨®pez-Amor, como director de RTVE -en contra de la promesa electoral de Aznar de nombrar un gestor independiente- y la exhibici¨®n del concepto de inter¨¦s general para justificar sus ataques a un grupo de comunicaci¨®n considerado hostil -PRISA, empresa editora de EL PA?S- son las desagradables se?as de identidad de este Ejecutivo en materia de comunicaci¨®n. Su empe?o m¨¢s esmerado ha sido la creaci¨®n de un grupo de comunicaci¨®n af¨ªn al Gobierno en tomo a Telef¨®nica, que, pese a su privatizaci¨®n, sigue actuando como un monopolio. La decisi¨®n de la Comisi¨®n Europea de rechazar el proyecto de ley digital e imponer una legislaci¨®n abierta es el rev¨¦s m¨¢s humillante que ha recibido este Gobierno.
La televisi¨®n p¨²blica -participante subsidiaria del proyecto de Telef¨®nica- ha alcanzado grados insospechados de sectarismo y mal gusto. La informaci¨®n premia el culto a la personalidad de Aznar y sus ministros mientras oculta o minimiza noticias inc¨®modas; y el entretenimiento se ha entregado en brazos de la telebasura. RTVE es una f¨¢brica de p¨¦rdidas fabulosas sin expectativas de mejora,ese a sus profesionales. En el ¨¢mbito de las libertades p¨²blicas es donde se aprecia la incomodidad de este Gobierno con los usos democr¨¢ticos.
El propio estilo de gobernar, muy pr¨®ximo a la democracia naval (donde hay patr¨®n no manda marinero), ha chocado frecuentemente con sus socios parlamentarios, principalmente con Converg¨¨cia i Uni¨®. La alianza pol¨ªtica ha sufrido crisis frecuentes e intensas entre PP y CiU, a menudo por cuestiones de forma que irritan profundamente a una sociedad democr¨¢tica. La falta de consulta previa a sus socios y la ausencia de sinton¨ªa entre Aznar y Pujol han contribuido a un clima en el que el paliativo a la sensaci¨®n de inestabilidad ha sido ese tirar por la calle de en medio propio de los gobernantes incapaces de crear chinas de acuerdo. No es extra?o que una simple revisi¨®n del papel de las humanidades en la ense?anza se convierta en una confrontaci¨®n sobre las esencias de Espa?a y de sus nacionalidades.
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