?ngela
De vez en cuando, y sin venir mucho a cuento, sufro unos extra?os arrebatos de incredulidad que me dejan colgando en el columpio. Leo algo, o me cuentan algo, y de repente se me arruga la nariz y me transformo en un tipo suspicaz y receloso. Y no me refiero a fantasmas, a ovnis o a las predicciones de Rappel, sino a asuntos que encajan perfectamente con las circunstancias del mundo y que en buena l¨®gica no deber¨ªan sorprenderme tanto. Me viene a la memoria, por entrar en un caso amable, cierta rese?a cinematogr¨¢fica sobre la pel¨ªcula La senda de los elefantes (EL PA?S, 9 de julio, antepen¨²ltima p¨¢gina), en la que el cr¨ªtico Fernando Morales afirmaba que Vivien Leigh sustitu¨ªa en algunos planos largos a Elizabeth Taylor. Me desconcert¨® aquello, y a fondo, puesto que Vivien Leigh es una actriz que me estimula, en tanto que la Taylor me hiela la sangre. En consecuencia, aquel 9 de julio volv¨ª a ver la pel¨ªcula, y la grab¨¦, y detuve la imagen bastantes. veces, pero no fui capaz de descubrir a Vivien Leigh por ninguna parte, ni de lejos ni de cerca, y tampoco lo contrario, as¨ª que dej¨¦ el asunto en empate a la espera de aclarar la paradoja.En fin: una rencilla limpia, resuelta sin llamar la atenci¨®n, y que s¨®lo nos concierne a Morales y a m¨ª. Sin embargo, no siempre sucede as¨ª. A veces, la informaci¨®n que llega es tan terrible y se aparta tanto de lo trivial que el juego de la duda deja de tener sentido y lo pertinente es rendirse. Por ejemplo, no es f¨¢cil aceptar que dos individuos entren en una habitaci¨®n y arrojen por la ventana a una ni?a de siete meses para castigar a sus padres; y, no obstante, eso fue lo que ocurri¨® hace dos semanas en un hostal del centro. Por suerte, la ni?a, llamada ?ngela, nacida en Madrid y de padres angole?os, cay¨® sobre una furgoneta que estaba parada en un atasco y salv¨® la vida.
Por supuesto, y considerando que los protagonistas de esta historia son refugiados, y negros, ya ha habido quien le ha sacado partido al asunto. En concreto, una se?ora de mi barrio, esperando el otro d¨ªa en la cola del pan, aprovech¨® el lance para impartir una clase de antropolog¨ªa comparada: "Digan lo que digan, son como animales", sentenci¨®, y luego pidi¨® una barra. Fea por dentro, la se?ora, adem¨¢s de ignorante e ilusa, ya que ahora mismo, aqu¨ª, a diario, en Madrid, tal vez en su propio edificio, en muchas y respetables familias espa?olas de piel blanca, se est¨¢n dando casos muy parecidos.
Aqu¨ª no se suele tirar a los ni?os por la ventana, por el qu¨¦ dir¨¢n, pero en cambio s¨ª se les inflige todo tipo de vejaciones: se les viola, se les aterroriza, se les golpea, se les ata, se les quema con cigarrillos, se les anula la personalidad y se les alecciona con sutileza para que no cuenten nada fuera de casa. Y no son casos aislados, sino mucho m¨¢s frecuentes de lo que se quiere admitir. Los pol¨ªticos lo saben pero cierran los ojos; la calle lo sabe, pero mira hacia otro lado, y todo esto, porque existe algo llamado "tutela paterna", o ."intimidad familiar", o cualquier otra sandez semejante que consiente y ampara la iniquidad. Estos ni?os, probablemente, alg¨²n d¨ªa har¨¢n lo mismo con sus hijos, y ¨¦stos con los suyos, y as¨ª se mantendr¨¢ viva una terrible espiral de aniquilamiento espiritual, de dolor f¨ªsico y de venganzas gen¨¦ticas que verdugos y victimas compartir¨¢n al alim¨®n.
Quiz¨¢ haya llegado la hora de cambiar las normas y de elaborar un plan de defensa. De que las autoridades investiguen de oficio. De que se ocupen sin excepci¨®n de todos los ni?os y de que inventen una oficina especial de seguimiento, un Cesid de infantes, para controlar a los padres. Inc¨®modo, cierto; desagradable, humillante si se quiere, pero necesario. Que entren en los hogares, como los bomberos en caso de incendio, que observen, que permitan explicarse a los ni?os y que act¨²en en consecuencia. A mi entender, y cueste lo que cueste, ser¨ªa un buen negocio.
Por otra parte, y despu¨¦s de conocer su dura experiencia, no estar¨ªa de m¨¢s que sigui¨¦ramos en contacto con esta joven madrile?a: queremos saber si se le cur¨® lo del f¨¦mur, si va a quedarse por aqu¨ª, y en caso afirmativo, qu¨¦ opina de la guarder¨ªa. Y puestos a pedir, cuando llegue el momento, si le gustan m¨¢s las Spice Girls o Alejandro Sanz. Pero nos quedaremos en ascuas, como siempre.
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