Cl¨®nicos
La humanidad se insurge muchas veces contra la ciencia: preferentemente cuando produce vida, algo menos cuando la quita. La clonaci¨®n humana, que levanta ahora tantas iras enf¨¢ticas y primitivas, trata de producir vida y, sin duda, intenta que sea mejor (quiz¨¢ no lo consiga: la vida no es un bien ni un mal, es una situaci¨®n). El intento de producir vida por otros medios que no sean los obligatorios ha sido siempre maltratado: con esa ferocidad con que se comportan los dioses -nuestros enemigos inventados por nosotros mismos para asustarnos- a Prometeo le sigue comiendo el h¨ªgado un buitre desde hace miles de a?os, y el h¨ªgado le vuelve a salir para que el tormento no cese. Qu¨¦ barbaridad. Su continuaci¨®n por Frankestein, en una etapa en que la ciencia progresaba y la electricidad era un susto, no ha cesado: ahora andan por Espa?a dos obras de teatro dedicadas a su maldici¨®n. Sin embargo, la ciencia militar ha avanzado de una manera casi milagrosa: a veces cito que al empezar el siglo (el primer siglo de doctrina de desarme, el primero de lucha contra la idea de guerra), el colmo de la matanza era la ametralladora Maxim y, al terminar, estamos con arsenales capaces de destruir la humanidad en minutos.A veces esto se disfraza con conferencias para acabar con las minas antipersonales, que apenas son nada en comparaci¨®n con la amenaza global. Hubo alg¨²n sobresalto cuando apareci¨® la bomba at¨®mica: algunos hombres de ciencia americanos se rebelaron en contra de su propio invento, y se les proces¨® por servir al enemigo (el caso Oppenheimer).
Ahora mismo se revaloriza aqu¨ª lo militar por el Gobierno, pidiendo m¨¢s dinero para armas o promoviendo la aproximaci¨®n de colegios y cuarteles, o el pase ¨²nico a las polic¨ªas de quienes hayan sido soldados, pero se clama contra la clonaci¨®n: la vida humana s¨®lo puede generarse por la uni¨®n de los sexos, siempre que ¨¦stos est¨¦n sancionados por la religi¨®n y el estado jur¨ªdico. Se levanta el miedo a la identidad: la perder¨ªamos si todos fu¨¦semos iguales. A menos que estemos clonados por los Estados: por las religiones de obediencia, por la igualdad del tricornio, por la de la sotana, por los catecismos subvencionados, por la persecuci¨®n a las heterodoxias, por la expulsi¨®n de los raros. Los que quieren el pensamiento ¨²nico no quieren la clonaci¨®n, qu¨¦ extra?o. Aparte de que ya se sabe que no habr¨¢ dos personas iguales, aunque sean cl¨®nicas: la individualidad se adquiere.
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