Historia de un fr¨¢gil consenso
El Pacto de Ajuria Enea cumple diez a?os entre la esperanza y la desilusi¨®n
, Cuando cumple diez a?os, el Pacto de Ajuria Enea ha pasado de ser un acuerdo entre pol¨ªticos a ser propiedad de la sociedad. El cuestionamiento de su papel futuro o las cr¨ªticas a los altibajos de su gesti¨®n durante la d¨¦cada no ensombrecen el hecho de ser el ¨²nico referente serio existente en materia de pacificaci¨®n. La prueba irrefutable de su vigencia y de ese cierto car¨¢cter de patrimonio colectivo que ha adquirido es la firmeza con que todos los partidos se defienden cuando otros les acusan de deslealtad al Acuerdo, y el miedo que tienen sus dirigentes a enfrentarse a la desaprobaci¨®n de sus respectivos electorados como responsables de una hipot¨¦tica ruptura. Ah¨ª, m¨¢s que en una trayectoria sembrada de desacuerdos y confusi¨®n, reside su solidez.
"Nos encontramos en una encrucijada muy delicada y va a ser necesario un esfuerzo muy intenso de di¨¢logo interpartidario para acertar con el camino a seguir". La frase es de Jos¨¦ Antonio Ardanza, pero situarla en el tiempo resultar¨ªa dificil a cualquiera. Sirve hoy mismo y serv¨ªa en 1988, pero es de principios del a?o pasado. Ardanza hac¨ªa votos, antes de una de las cumbres de Ajuria Enea, para que los partidos fueran capaces de "dar una respuesta conjunta a la actual escalada terrorista y de violencia callejera". Pero tambi¨¦n advert¨ªa: "Que nadie se llame a enga?o. No vamos a superar las profundas diferencias que nos separan".
Voladura controlada
La Mesa estaba movi¨¦ndose entre los deseos de una voladura controlada por parte de sectores nacionalistas, su mantenimiento como simple referente de unidad frente a los actos violentos y ¨¦l inicio de una anunciada segunda fase, que todav¨ªa hoy no ha dado un solo paso. El Pacto, por otra parte, sigue constantemente emplazado a dar respuesta a la "actual coyuntura de escalada terrorista y de violencia callejera".La inexistencia de alternativas, la conciencia de que ninguno de los electorados soportar¨ªa a quienes cargaran con la responsabilidad de una ruptura y el fracaso de todos los pasos que se dan al margen del acuerdo apuntalan su existencia, a pesar de una gesti¨®n que parece caracterizada por la inercia m¨¢s que por otra cosa, seg¨²n reconocen los propios implicados. Su aportaci¨®n en este momento no va mucho m¨¢s all¨¢ de las respuestas contundentes y unitarias ante los atentados, y las convocatorias de esas manifestaciones a las que los vascos responden de manera espectacular y, por ahora, infatigable. Tal vez no sea poco, pero apenas va m¨¢s all¨¢ de lo que ya dio como fruto en sus primeros a?os.
Durante los diez a?os que han transcurrido desde la firma del Acuerdo, el Pacto s¨®lo ha resultado "compacto" en el primer trienio. La sociedad ped¨ªa a gritos una alianza como esa, e incluso hab¨ªa empezado a dar pasos por delante de los pol¨ªticos: el primer movimiento de Gesto por la Paz data de un a?o antes. En el ¨²ltimo trimestre de 1987 ETA hab¨ªa realizado atentados como el de Hipercor, con 21 muertos, y el de la casa-cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, donde asesin¨® a once personas, entre ellas varios ni?os. La mejor ¨¦poca del Pacto coincide con la preparaci¨®n por el Gobierno socialista dio las fracasadas conversaciones de Argel, y no estaba ausente de sus impulsores el deseo de hacerse presentes en un proceso que corr¨ªa el riesgo de obviar a los vascos. El momento m¨¢s brillante logrado por la unidad de los firmantes del Acuerdo fue la manifestaci¨®n que inund¨® Bilbao el 18 de marzo de 1989, la primera sin que mediara un atentado.
Tras la reanudaci¨®n de las acciones terroristas por parte de ETA, una excesiva confianza en que la propia bondad del Acuerdo era suficiente desemboc¨® en 1991 en la primera desavenencia importante: la negociaci¨®n del trazado de la autov¨ªa de Leizar¨¢n por parte del PNV, y el desalojo de EA de la diputaci¨®n de Guip¨²zcoa a manos del PNV y PSE, tras lo cual el partido de Garaikoetxea dej¨® de acudir a las reuniones del Pacto hasta principios de 1995.
Las conversaciones que en 1992 emprendi¨® el PNV con HB, en la confianza de forzar al menos una petici¨®n de tregua ETA, abrieron nuevos recelos en los compa?eros de Mesa y adem¨¢s fracasaron, cortadas de ra¨ªz por ETA, con un comunicado descalificador del di¨¢logo, y con los subsiguientes atentados. Un golpe decisivo a la operatividad de la Mesa lo iba a asestar el PP en 1993. Con la vista puesta en la anticipaci¨®n de las elecciones y decidido al asalto al poder, el PP aprueba en su congreso de principios de ese a?o una ponencia que da por zanjado el principio de la reinserci¨®n, al pedir el cumplimiento ¨ªntegro de las penas para los condenados por terrorismo y cuestiona tambi¨¦n el di¨¢logo final previsto en el Acuerdo. El PSOE se vio obligado a frenar las progresiones de grado y las medidas de reinserci¨®n, y la pol¨ªtica de dispersi¨®n de los presos se qued¨® sin el objetivo que persegu¨ªa. Un nudo que todav¨ªa hoy sigue sin desatar, aunque Jaime Mayor no hable ya de cumplimiento, ¨ªntegro ni niegue el di¨¢logo en las condiciones pactadas en Ajuria Enea.
La Mesa alcanz¨® 1996 con el PP reci¨¦n llegado al poder y sin que el PNV y el partido de Aznar hubieran sido capaces de incluir en los acuerdos de la investidura el problema de la violencia. La reuni¨®n programada para el pasado fin de semana entre Aznar y Mayor con Ardanza y Arzalluz, y retrasada por el atentado de Zarautz, pretend¨ªa intentar el entendimiento antes de la pr¨®xima reuni¨®n del Pacto.
Pacto que nunca se ha visto a s¨ª mismo como gestor de pol¨ªticas concretas, pero si como dise?ador de sus pautas generales, y que tiene ante este d¨¦cimo aniversario un reto fundamental: superar la divisi¨®n entre quienes se. conf¨®rman con hacer de ¨¦l un puro frente de resistencia y de movilizaci¨®n social frente a los atentados de ETA y quienes desean explorar los puntos del Acuerdo que pueden conducir a v¨ªas pr¨¢cticas, concretas y activas de soluci¨®n.
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