Un abuelo postizo
72 ancianos combaten la soledad compartiendo su vivienda con estudiantes universitarios
, Setenta y dos hogares madrile?os ensayan un modelo de convivencia que hace a?icos los modelos del padr¨®n tradicional. En ellos viven sus due?os, todos ancianos, junto a j¨®venes universitarios llegados de otros pa¨ªses o comunidades aut¨®nomas, con los que no guardan ninguna relaci¨®n de parentesco, ni laboral ni de pupilaje. S¨®lo son compa?eros de piso que comparten los gastos comunes de agua, luz, tel¨¦fono y electricidad..., adem¨¢s de charlas, paseos y meriendas. Los mayores consiguen as¨ª compa?¨ªa y los j¨®venes un alojamiento gratuito y tranquilo para estudiar.
La experiencia, iniciada en el curso 1995-1996 por la ONG Solidarios para el Desarroll¨®, impulsada desde la Universidad Complutense que informa de este programa en sus sobres de matr¨ªcula cuenta con apoyo econ¨®mico de Caja de Madrid (tres millones) y el Ayuntamiento capitalino (un mill¨®n). De los 43 pisos compartidos formados en 1995 se ha pasado a 72.
Si Patricia V¨¢zquez, una estudiante de podolog¨ªa nacida en Ciudad Real hace 18 a?os, tuviera dinero se alojar¨ªa en un colegio mayor y nunca hubiera conocido a Mercedes Ibeas, una viuda de 86 a?os con tres hijos. Pero las necesidades de una y de otra han tendido un puente entre casi setenta a?os de distancia generacional.
Patricia buscaba un alojamiento lo m¨¢s barato posible y este curso ha conseguido uno gratuito en el espacioso piso de Noviciado de la anciana. Mercedes en realidad no buscaba nada. Pero los a?os pasan y sus hijos se sent¨ªan preocupados por ver a su madre sola en casa, as¨ª que recurrieron al programa de Solidarios. "Me quieren mucho y me insisten para que vaya a vivir con ellos, pero no quiero dejar este piso que ha sido mi hogar desde los cuatro a?os", explica esta octogenaria.
No le hizo gracia saber que le buscaban una compa?era. Pero ahora est¨¢ contenta. Patricia, por su parte, reconoce que estar¨ªa bien vivir en un lugar con ambiente juvenil, pero eso saldr¨ªa m¨¢s caro. "As¨ª estudio y, adem¨¢s, Mercedes es muy simp¨¢tica", asegura.
Patricia sale y entra cuando quiere, pero tiene claro que su sentido en la casa es servir de compa?¨ªa por las noches. "Adem¨¢s tampoco puedo trasnochar mucho porque cuesta dinero", afirma. Mercedes no sale nunca. Dice que le da miedo y no sirve de nada la insistencia de su joven amiga. Entre Ver¨®nica Espinosa, una economista mexicana de 33 a?os matriculada en el Icade, y Loren Atela, una vasca de 72, residente en M¨¦xico durante a?os, el salto generacional es m¨¢s corto. Ver¨®nica ha llegado este oto?o a Madrid para cursar un master en recursos humanos con los ahorros de una d¨¦cada de trabajo. "Tengo que medir mis gastos y por eso, y porque me gusta el altruismo, me apunt¨¦ a este programa", explica esta estudiante. Loren, una mujer que aparenta menos a?os de los que tiene, se qued¨® sola en casa tras la muerte de sus padres. "Mis hermanas, con las que mantengo mucho trato, me sugirieron que me buscase una estudiante para compartir el piso y vino otra chica mexicana que vivi¨® conmigo ano y medio, la experiencia fue muy buena, y he repetido con Ver¨®nica", a?ade.
Loren s¨®lo quer¨ªa "una persona formal". "Porque yo no entiendo eso de salir todas las noches hasta las tantas, aunque tambi¨¦n s¨¦ que la gente joven tiene que disfrutar", apostilla Loren. Con Ver¨®nica no han surgido roces por esas cuestiones. "Soy una persona bastante conservadora y, como Loren, algo religiosa, eso s¨ª, me encanta bailar y juntarme con amigos, pero s¨®lo salgo por la noche cada 15 d¨ªas, o as¨ª", explica.
Ma?sa Melehi, una estudiante de medicina marroqu¨ª de 24 a?os, vive desde septiembre con Asunci¨®n Gonz¨¢lez, de 83, viuda con tres hijos. Asunci¨®n es otra de esas mujeres para las que abandonar su casa de toda la vida ser¨ªa una hecatombe.
La soluci¨®n lleg¨® este verano de la mano de una chica cubana. Cuando aqu¨¦lla se march¨®, apareci¨® Ma?sa que buscaba una alojamiento econ¨®mico. No es que su familia sea pobre."Pero no quer¨ªa seguir dependiendo de su dinero, buscar un piso para m¨ª sola era caro y en las casas compartidas no sabes qu¨¦ vas a encontrar", explica.
Ma?sa sabe que su principal misi¨®n es evitar que Asunci¨®n se quede sola por la noche. Pero eso no supone un inconveniente para ella. "Soy musulmana practicante, no bebo alcohol y aunque salgo con muchos amigos espa?oles, en algunas cosas llevo una conducta distinta", asegura. "Hay veces que me resulta m¨¢s dif¨ªcil que me entiendan algunos compa?eros de clase que esta se?ora", a?ade.
Asunci¨®n est¨¢ encantada. Ella apenas sale de casa por la artrosis y estas navidades su joven compa?era la sac¨® a pasear en coche con varios amigos y luego merendaron todos juntos. Fue un buen d¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.