Delicias est¨¢ticas

Tal vez fueran los nervios de debutar en la capital, pero el primero de los tres conciertos de Andr¨¦s Calamaro en la Caracol empez¨® titubeante, con gremlins en el sonido y voz escasa del protagonista. Cierto que las posibles deficiencias en la mezcla eran compensadas por un p¨²blico ya rendido, que coreaba -y no son sencillos- todos los textos del hispano-argentino. Un p¨²blico que incluso cambiaba la letra de Ant¨®n pirulero para saludar, a su h¨¦roe.Que es una rock star atada a los teclados. Esa servidumbre se complica con la naturaleza de su material m¨¢s fresco, con tiempos medios que los mercenarios neoyorquinos de su disco resuelven maravillosamente, pero que aqu¨ª parec¨ªan extra?amente mortecinos, a pesar de los intentos intermitentes del bater¨ªa por apretar el paso.

Una versi¨®n a d¨²o con el hist¨®rico Ciro Fogliatta del Nobody knows you when you're down and out estuvo a punto de quebrar la reanimaci¨®n. Un capricho de piano bar que se enmend¨® con un Blue suede shoes en boogie, oportuno recuerdo a Carl Perkins. El esp¨ªritu de aquel incansable labriego del rockabilly debi¨® inspirar a los m¨²sicos, ya que el concierto se dinamiz¨® inmensamente. Es decir, lleg¨® el br¨ªo a un repertorio infalible: los temas de Alta suciedad, canciones de Los Rodr¨ªguez y cl¨¢sicas porte?as. Los guitarristas se soltaron la melena, y aquello tuvo la turbulencia, la sensaci¨®n de riesgo de un buen concierto de rock. Fue adem¨¢s la constataci¨®n de que se ha realizado el (re)nacimiento de Andr¨¦s Calamaro como solista. El barco Calamaro navega con vientos favorables, aunque le cueste salir del puerto.