Strehler y su 'alter ego'
Dec¨ªa Strehler que Mozart era su "¨¢ngel custodio", su compa?ero predilecto para hallar la paz entre las humanas tribulaciones. Para este Cosi, el director, asesorado por expertos como Walter Berry y Christa Ludwig busc¨® a gente muy joven, inexperta, pero dispuesta a dejarse penetrar por el sutil juego teatral y vital -?d¨®nde empieza el uno y acaba el otro en esta cumbre de la l¨ªrica?- que Mozart insufl¨® a los versos de Da Ponte. Como no pod¨ªa ser de otro modo, reserv¨® para los veteranos los papeles de Don Alfonso, Despina... y el suyo propio. Verle durante los ensayos manoseando a las cantantes, en un v¨ªdeo que se proyectaba en el vest¨ªbulo del teatro, era asistir a una festiva encarnaci¨®n de un Don Alfonso mucho m¨¢s peligroso y voyeur que el de la ¨®pera: el suyo ni siquiera ten¨ªa que mostrarse en escenaEl resultado de conjunto es simplemente espl¨¦ndido. Ion Martin dirigi¨® con energ¨ªa, apurando los tiempos pero sin cuadrarlos. Quiz¨¢ le faltaron detalles m¨¢s maliciosos en los concertantes, pero ?no ped¨ªa el Maestro ligereza y espontaneidad? Imposible no enamorarse de la Fiordiligi de la siberiana Eteri Gvazava, puro oro negro; de la Dorabella de Teresa Cullen, puro fuego adolescente, o de la Despina de Soraya Chaves, pura desverg¨¹enza y arrogancia (?c¨®mo compuso el personajes). Bien tambi¨¦n los chicos Jonas Kaufmann (Ferrando) y Nicolas Rivenq (Guglielmo). Alg¨²n reparo con el Don Alfonso de Alexander Malta: le falta un punto de mala leche. El Maestro fue ben¨¦volo con su, alter ego... o le chup¨® la sangre, nunca se sabr¨¢.
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