?Larga vida al Piccolo!
?Inaugurar la nueva sala del Piccolo, "la Grande Bestia", como la llamaba Strehler, con Mozart, con Cosi fan tutte? ?Y por qu¨¦ no? Ha llovido lo suyo desde que Michel Butor, a mediados de los sesenta, afirmaba con la mayor seriedad: "L'op¨¦ra, c'eit-¨¢-dire, le th¨¦?tre". Esa frase pod¨ªa sonar a provocaci¨®n en unos tiempos en que la ¨®pera y el teatro viv¨ªan todav¨ªa separados, pero hoy se acepta como la cosa m¨¢s natural de este mundo. Gracias en gran parte a Strehler y a otros pioneros en el correcto maridaje de ambos g¨¦neros, pioneros tales como Visconti, el "nuevo Bayreuth" de Wieland Wagner o la Komische Oper de Walter Felsenstein, en el Berl¨ªn Este.Mozart y Strehler en el nuevo Piccolo con Cosi fan tutte, un espect¨¢culo -ya se col¨® la palabreja- joven, divertido, er¨®tico -tal vez algo menos de lo que el maestro hubiese deseado, el cual reclamaba, a gritos, durante los ensayos: "?Sesso, carne!"- y amargo, cocinado por un Don Alfonso m¨¢s fil¨®sofo que diablo, m¨¢s cercano a un napolitano de "las luces", un pariente pobre de Raimondo di Sangro, atrapado por el juego, por el "vicio" del juego, que a un demonio vagamente goethiano.
En los papeles, Ezio Frigerio, el escen¨®grafo, nos ruega encarecidamente que no juzguemos ese espect¨¢culo como uno m¨¢s de Strehler, como si el maestro lo hubiese autentificado, de su pu?o y letra, unos d¨ªas, unas horas antes de alzarse el tel¨®n. Porque en ese Cosi fan tutte, si bien se vende como "uno spettacolo di Giorgio Strehler", el maestro tan s¨®lo trabaj¨® un par de semanas: el resto lo ha hecho el equipo art¨ªstico,del Piccolo, desde Carlo Battistoni, que firma la regia, hasta Franca Squarciapino (vestuario), pasando por Marise Flach (colaboradora en la regia), por Frigerio y por Iron Marin, el joven director de la orquesta. Y tambi¨¦n lo ha hecho el equipo t¨¦cnico del Piccolo, desde el primer iluminador hasta la ¨²ltima sastra.
Pues bien, querido Frigerio, aun aceptando que ese Cosi es un espect¨¢culo a partir de las ideas, de las conversaciones, de las sesiones de trabajo con el maestro y de los escasos d¨ªas en que el propio Strehler dej¨® lista o medio lista tal o cual escena, me atrevo a afirmar que ese mozart es un espect¨¢culo de Strehler o, si se prefiere, de los hijos de Strehler, antes que un espect¨¢culo ¨¢ la mani¨¦re de Giorgio Strehler.
Strehler no quiso delf¨ªn, heredero, ni disc¨ªpulos, disc¨ªpulos rompepelotas. Pero s¨ª tuvo un mont¨®n de hijos. Hijos a los que les ense?¨® cantidad de trucos -pero a los que no les permiti¨® jam¨¢s poner las luces en uno solo de sus espect¨¢culos-; hijos. a los que les ense?¨® a leer a Brecht, a ver a Ch¨¦jov, incluso a oler a Goldoni -porque estoy convencido de que Goldoni huele a Goldoni y no a otra cosa-, pero a los que no les permiti¨®, no nos permiti¨® jam¨¢s, llevarle la contraria. Esos hijos, la noche del lunes, est¨¢bamos unos en el escenario y otros en la platea, hu¨¦rfanos de padre, o de maestro, que para el caso es lo mismo. Todav¨ªa no lo hab¨ªamos matado, como lo mataron en su d¨ªa -y bien que hicieron- Ch¨¦reau, Gr¨¹ber y tal vez Pasqual. Nuestro espect¨¢culo -el que unos mostraban y el que otros ve¨ªan, le¨ªan, olfateaban, gustaban, tocaban, escuchaban, recog¨ªan..., hac¨ªamos nuestro- era Strehler, puro, pur¨ªsimo, incluso en sus momentos, en sus escenas m¨¢s f¨¢ciles, como ese caf¨¦ -que sab¨ªa, ol¨ªa a caf¨¦- ante el San Carlo napolitano o esa vela latina, hermana de las de Le Baruffe chiozzotte, iluminada con bombillas de colores, como un exvoto felliniano.
Cosi fan tutte, literalmente: As¨ª hacen todas. Mozart, que no tardar¨¢ en morir, y Da Ponte, pero sobre todo Mozart, que agarra por los cuernos -nunca mejor dicho- el cojo escenario, argumento y gui¨®n de su compinche y lo envenena. literalmente y musicalmente hablando, nos cuentan que la fidelidad de los amantes es un cuento chino, que el amor no es eterno y que la traici¨®n, el juego, est¨¢ al acecho. La noche del lunes, en Mil¨¢n, en el vientre de"la Grande Bestia", dos bestias no menos grandes, la leg¨ªtima y la amante (la¨²ltima, que yo sepa) del maestro, delMaestro, con may¨²scula, Andrea Jonasson (la Garbo del Piccolo) y Mara Bugni, respectivamente, se ignoraban al tiempo que ambas chupaban c¨¢mara. "La moglie, entusiasta. L'amante:' manca l'energia di Giorgio", leo en Il Giornale (27-1-97). La cosa tiene su gracia: ?de qu¨¦ entusiasmo hablas, Andrea? ?Qu¨¦ "energ¨ªa" (de Giorgio) echas en falta, Mara? ?Seguro que ambas os acostabais con Giorgio? No lo pongo en duda. Pero vosotras dos, las dos viudas negras -en cualquier caso las dos ibais de negro-, tal vez no os disteis cuenta de que el Maestro, con la complicidad de Mozart y Da Ponte, os hab¨ªa hecho la jugada -cosi fan tutti-,hacemos todos- de incluirnos en la representaci¨®n, en el espect¨¢culo. Vosotras siempre a la gre?a, chupando c¨¢mara, creyendo que vuestro Giorgio, el de cada una, era el ¨²nico, el aut¨¦ntico.Pero no le disteis hijos. Los hijos somos nosotros. El futuro del Piccolo, un futuro dif¨ªcil, es nuestro, de los hijos. Tal vez nosotros, los hijos, tengamos un papel reservado en un posterior espect¨¢culo del Maestro, como lo tuvieron,el lunes, la leg¨ªtima y la amante. Tal vez nos creemos m¨¢s hijos de lo que en realidad somos. De Strehler. Del Maestro,con may¨²scula. En cualquier caso, y enesto estamos de acuerdo con Andrea y con Mara, que nos quiten lo bailao.?Larga vida al Piccolo!
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