El embargo favorece a Castro
La visita del papa Juan Pablo II a Cuba ha permitido reabrir el debate sobre uno de los m¨¢s viejos tab¨²es de la pol¨ªtica exterior norteamericana: el bloqueo comercial de EE UU contra La Habana. El Vaticano a condenado la prohibici¨®n cada vez m¨¢s dura de Washington a la ayuda, el comercio y los viajes a Cuba. Tambi¨¦n lo han hecho la Asamblea General de las Naciones Unidas y gobiernos de todos los puntos del planeta y de todas las tendencias pol¨ªticas. Quiz¨¢ exista la impresi¨®n de que apoyamos la pol¨ªtica norteamericana hacia Cuba.Despu¨¦s de todo, normalmente las organizaciones de derechos humanos instan a los gobiernos democr¨¢ticos a que impongan sanciones en contra de gobiernos dictatoriales. En muchos casos, las sanciones constituyen uno de los pocos instrumentos disponibles para presionar a los tiranos. Sin embargo, en el caso de Cuba, el bloqueo ha demostrado ser un instrumento que, simplemente, no funciona. Su objetivo es m¨¢s derrocar al Gobierno que promover iniciativas concretas para la democratizaci¨®n y el respeto a los derechos humanos. En los hechos, el bloqueo ha perjudicado m¨¢s a los cubanos comunes y corrientes que a su l¨ªder, y debe ser suspendido.
Desde que fue impuesto, por el presidente Kennedy en 1961 hasta la fecha, el bloqueo no ha logrado acabar con el Gobiemo de Castro, ni tampoco ha conseguido moderar su pol¨ªtica. Lo que es a¨²n m¨¢s grave, el bloqueo ha convertido en enemigos a todos los potenciales aliados de Washington en esta materia. Ha servido para que gobiernos de todo el mundo permanezcan en silencio, incluso cuando Castro encarcela a disidentes pac¨ªficos, en condiciones infrahumanas. La gran mayor¨ªa de los presidentes democr¨¢ticos de Am¨¦rica Latina, a los que personalmente hemos solicitado que ejerzan presi¨®n para mejorar la situaci¨®n de los derechos humanos en Cuba, han rechazado nuestra iniciativa, por cuanto no quieren ser vistos como c¨®mplices de las t¨¢cticas intimidatorias de Washington. Mientras el bloqueo siga en pie, los latinoamericanos simpatizar¨¢n con La Habana.
?D¨®nde ha conducido esta situaci¨®n a los disidentes en Cuba? A prisi¨®n, donde escasean alimentos y medicinas y, en cambio, abundan palizas e incomunicaci¨®n. El abismo existente entre las pol¨ªticas de Washington y las del resto del mundo ha significado que los presos pol¨ªticos cubanos tengan escasos defensores en el extranjero.
El embargo es una pol¨ªtica indiscriminada destinada a producir un cambio revolucionario. Como se indica con toda claridad en el Decreto de Libertad y Solidaridad Democr¨¢tica con Cuba de 1996, s¨®lo se levantar¨¢ cuando "un gobierno de transici¨®n est¨¦ en el poder en Cuba", un gobierno que "no incluya a Fidel Castro ni a su hermano Ra¨²l Castro". Por tanto, no es de sorprender que Castro tenga muy poco inter¨¦s en tomar medidas para complacer a Washington. Esta estrategia, del todo o nada, ha provocado enormes sufrimientos a la poblaci¨®n, mientras que la maquinaria represiva de Castro ha permanecido intacta.
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