Tom¨¢rselo en serio
Una se?ora madura con la bolsa de la compra en la mano se encuentra de improviso frente a un micr¨®fono y, preguntada de forma confusa, responde de manera que todav¨ªa lo es m¨¢s proclamando su fe en la pena de muerte. Un viandante, rodeado de una muchedumbre de curiosos angustiados, trata de librarse de la presi¨®n que los acontecimientos han hecho recaer sobre ¨¦l apelando a los que "saben m¨¢s". Pero aquellos sobre cuyas espaldas debiera recaer la responsabilidad de tomar una decisi¨®n, iluminar un camino o proporcionar esa seguridad que siempre da la serenidad, testimonian a raudales su impotencia. Las condenas suenan huecas y los llamamientos a las concentraciones no acaban de encontrar una raz¨®n para repetirlas cuando tan recientes parecen las ¨²ltimas. En los medios de comunicaci¨®n, los huecos que dejan las declaraciones de los dirigentes de los partidos -todas iguales y es l¨®gico que lo sean porque sobre lo que no se puede razonar es mejor no razonar- son rellenados por la voz indignada de los analistas que condenan a los partidos deforma gen¨¦rica pero lo bastante sesgada como para que sesepa qui¨¦nes son los de su preferente aversi¨®n. Incluso en lasradios p¨²blicas -que no tienen por qu¨¦ proporcionar emociones fuertes cada segundo- el oyente puede encontrar aquienes solicitan m¨¢s di¨¢logo con HB, como si fuera una deficiencia propia la que explica la perduraci¨®n del terrorismo,otras que parecen cuestionar la democracia y, en fin, las dequienes a base de querer diagnosticar la perplejidad no hacenotra cosa que retratarla y, por consiguiente, que multiplicarla.Todav¨ªa es demasiado pronto para que empiece a convertirse en realidad lo que el tiempo permitir¨¢ comprobar que se repite en cada ocasi¨®n. Tras 48 horas se produce una sensaci¨®n de vac¨ªo y una abrumadora conciencia de que el terrorismo es irremediable. A la semana empieza a apuntar la gresca entre los partidos. Al mes la gresca deviene jarana a no ser que otro atentado interrumpa el ciclo y, agrave la situaci¨®n. Pero no todo se repite: si ha sido necesario gritar "Vascos s¨ª; ETA no" es porque, al menos, en muchos exist¨ªa la duda. M¨¢s vale no olvidarlo para el futuro.
Y conviene tambi¨¦n, a pesar de que las circunstancias primen las actitudes en apariencia heroicas y en realidad, desorientadas, remitirse a las seguridades que tenemos. Por ejemplo, en primer lugar, que es muy f¨¢cil matar y que la culpa no reside en el bando de los asesinados. Hace muy pocos d¨ªas, en un programa radiof¨®nico, un ni?o llamaba "etarras" a los fundamentalistas argelinos. Si era una confusi¨®n, al menos invitaba a reflexionar. Aquellos matan m¨¢s pero sus posibilidades ante individuos inermes son id¨¦nticas a las de ETA. En segundo lugar, que el ministro del Interior -y sus hom¨®logos en las Comunidades Aut¨®nomas- merecen, de entrada, el apoyo total; el balance sobre su acci¨®n se deber¨¢ hacer en cualquier momento menos en el posterior a un atentado. En tercer lugar, que la l¨®gica del terrorismo existe, es muy consistente y peligrosa, quiz¨¢ porque es lo ¨²nico que llega al resto de los humanos de quienes lo perpetran. Blanco fue asesinado porque Ortega Lara fue liberado y Jim¨¦nez Becerril y su esposa porque estaba sobre el tapete la supuesta o real desprotecci¨®n de los concejales del PP en el Pa¨ªs Vasco. Y, en fin, hay que pensar tambi¨¦n en que la obligaci¨®n en momentos como el presente reside en tratar de entender a ese otro que es aqu¨¦l de quien puedes haber discrepado en el instante inmediato pero que coincide contigo en los fundamentos de la convivencia. Como en la vida diaria de los seres humanos -en la relaci¨®n amorosa o paternofilial-, en momentos graves se acaba por descubrir la parte de raz¨®n que le asiste a ese pr¨®jimo inmediato.
A mi parecer, el PP ha errado al promover protecci¨®n privada para sus concejales vascos y, en esta cuesti¨®n, ha pecado de nerviosismo, de acusar a terceros sin motivo y de testimoniar aparente impotencia ante el terror. Ahora, no obstante, se me revela la angustia de sus dirigentes por sus afiliados o la desmesura en las acusaciones de utilizaci¨®n pol¨ªtica por el terror que sufren. De algo debi¨¦ramos ser conscientes todos: quiz¨¢ el atentado no se pudo evitar, pero de seguro los proleg¨®menos nos los podr¨ªamos haber ahorrado entre todos.
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