Heynckes y el Madrid pierden la cabeza
El Valencia, fiel a cuatro reglas sencillas, se aprovech¨® de la confusi¨®n general que gener¨® el t¨¦cnico madridista
El Madrid ha traspasado el linde de la crisis para meterse en un periodo de caos. En un partido que el Valencia gan¨® por mantenerse sereno y fiel a cuatro reglas sencillas, hubo numerosos datos que explican el derrumbe madridista. El primer factor fue Heynckes, que perdi¨® el oremus. Meti¨® a jugar a todo el mundo en todos los puestos posibles, en medio de la confusi¨®n general. S¨®lo se qued¨® fuera Fernando Sanz, que no encontr¨® sitio en un encuentro que dio oportunidades extravagantes a jugadores como Chendo, que sustituy¨® a Redondo cuando el Madrid se obligaba a la carga final. A Heynckes le desbord¨® el partido y la situaci¨®n que atraviesa. Este hombre tan sensato fuera del banquillo comienza a dar s¨ªntomas de desvar¨ªo.
Todo el barullo que arm¨® el entrenador madridista fue contestado por la receta simple de Ranieri, que no lo ten¨ªa mejor que su colega. El Valencia lleg¨® en una situaci¨®n tan precaria que Fernando improvis¨® la posici¨®n de libero. Pero frente al extraordinario desconcierto del Madrid, el Valencia actu¨® seg¨²n un gui¨®n tan simple como estricto: bastante gente atr¨¢s, mucha actividad de sus centrocampistas y la b¨²squeda de la velocidad de llie y Claudio L¨®pez, que causaron estragos en la ineficaz defensa madridista.
Hace un mes, Heynckes capitul¨® de su ideario y acept¨® la tesis del doble pivote y toda esa ch¨¢chara de la mayor seguridad, del equilibrio, de la estabilidad. Desde entonces, el Madrid ha perdido dos encuentros -Real Sociedad y Valencia-, ha sido eliminado de la Copa por un equipo de Segunda Divisi¨®n, ha empatado de mala manera frente al Atl¨¦tico y s¨®lo ha salvado el duelo con el Salamanca (1-0). Es decir, los n¨²meros han sido catastr¨®ficos. Cuando un entrenador se revela vulnerable est¨¢ perdido. Este es el caso de Heynckes. Ahora mismo busca soluciones sin criterio y sin confianza. Y en su err¨¢tico camino est¨¢ a punto de acabar con sus leales. Mijatovic y Redondo, que respaldaban a su entrenador frente a varios pesos pesados de la plantilla, fueron sustituidos en una noche en la no fueron ni mejores ni peores que los dem¨¢s. Pero eran necesarios.
Las descacharrantes decisiones de Heynckes convirtieron a su equipo en una jaula de locos: se empez¨® con dos medios centro -Redondo y Seedorf- y se acab¨® con uno, Jaime, que hab¨ªa empezado como lateral. Karembeu fue interior derecha en el primer tiempo y defensa central en el segundo. Ra¨²l jug¨® en la banda izquierda, despu¨¦s en la derecha y termin¨® como tercer delantero. Y mientras se ca¨ªa en un nomadismo inexplicable, el Madrid se derrumbaba en todas las l¨ªneas.
Los jugadores del Valencia entendieron bien que el partido se ganaba con orden y alguna idea. Frente al insensato juego del Madrid, realiz¨® un partido pulcro que debi¨® ganar con m¨¢s diferencia. El asunto comenz¨® con el penalti de Sanchis a llie, una jugada dif¨ªcil de entender en el central madridista, que hizo perfectamente bien la primera fase -tap¨® al delantero y lo sac¨® del foco de la porter¨ªa- y estrepitosamente mal la segunda: el derribo en un regate hacia fuera de llie, que no ten¨ªa ¨¢ngulo ni n¨¢.
Desde ese momento, cualquier pase hacia llie y Claudio L¨®pez provoc¨® un alboroto en la defensa madridista. Los dos delanteros se enfrentaban a cuatro defensas y Redondo, pero recib¨ªan sin ninguna marca encima, generalmente en los tres cuartos. Luego met¨ªan la directa y llegaba la hora de Ca?izares, que acert¨® siempre. En la escala de desprop¨®sitos nadie gan¨® a Panucci, que se equivoc¨® siempre. Su descalabro le inhabilita como central, con un problema a?adido: es un jugador sin ning¨²n compromiso con el equipo, probablemente porque est¨¢ maquinando su regreso. C¨®mo son estos italianos, que pasan por ser los reyes del profesionalismo. Capello dio la espantada, Panucci est¨¢ en lo mismo y Vieri ¨ªdem de ¨ªdem.
Adem¨¢s de la afilada contribuci¨®n de sus dos delanteros, el Valencia se encontr¨® con el impagable despliegue de Milla, Farin¨®s y Mendieta, tres jugadores livianos y trabajadores que se impusieron con claridad en el medio campo. Se adaptaron mejor al deficiente estado del c¨¦sped y abastecieron continuamente a llie y El piojo. El otro h¨¦roe fue Zubizarreta, que s¨®lo intervino en tres ocasiones, pero lo hizo con car¨¢cter decisivo. Contra su historia, detuvo un penalti a Mijatovic; luego rechaz¨® un potente tiro de Roberto Carlos, y por ¨²ltimo salv¨® un mano a mano con Morientes en el segundo tiempo. Bastante m¨¢s activo estuvo Ca?izares, que se las vio vanas veces con Claudio L¨®pez.
El Valencia s¨®lo se sinti¨® inc¨®modo en un breve pasaje del segundo tiempo. Ese periodo de insistencia madridista termin¨® con el gol de Suker, en un penalti de Fernando, que demostr¨® su falta de instinto defensivo. Se supon¨ªa que el Madrid iba a entrar a saco hasta el final. Pues no. El Valencia gener¨® numerosas ocasiones. Era normal. El Madrid estaba roto por todos los costados. A su condici¨®n de equipo poco trabajado en el aspecto t¨¢ctico, a?adi¨® la deficiente actuaci¨®n de sus defensas y de gente como Ra¨²l, que ha perdido el fervor de la hinchada y recibe broncas como todo el mundo. Pero lo peor para el Madrid es que el problema no s¨®lo afectaba a los futbolistas. En el banco, un hombre perdi¨® la cabeza.
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