Urgencias
Es un virus sin escr¨²pulos. Un bicho despiadado que eleva hasta los cuarenta grados la temperatura del cuerpo, te pone la garganta como un tomate y castiga el cuerpo hasta transmitir la sensaci¨®n de haber sido apaleado por una banda de locos. Los m¨¦dicos dicen que se trata de una cepa salvaje mucho m¨¢s virulenta que la del a?o pasado, que tampoco fue precisamente de cabernet sauvignon. Lo cierto es que este a?o la epidemia de gripe ha rebasado todas las previsiones que el Insalud hab¨ªa realizado para afrontar los llamados picos en las urgencias hospitalarias.El domingo pasado, casi 8.000 madrile?os llamaban al 061 pidiendo socorro, y la inmensa mayor¨ªa de ellos era a causa de los procesos gripales. El resultado es la reiteraci¨®n en t¨¦rminos superlativos del reality show que anualmente se representa en los servicios de urgencia de los grandes hospitales de la regi¨®n. Camas en los pasillos, enfermos guardando cola, familiares indignados persiguiendo o abroncando a los sanitarios y m¨¦dicos desbordados por el flujo masivo de pacientes. Un cuadro desolador que ofrece cada a?o el sistema p¨²blico de salud y que, sin embargo, no ser¨ªa justo acusar al Insalud de no haber hecho esfuerzos notables por intentar conjurar.
En los ¨²ltimos a?os se han realizado inversiones muy importantes en los centros sanitarios para ampliar sus dependencias de atenci¨®n urgente que los periodos cr¨ªticos han terminado sistem¨¢ticamente por dejar peque?as. El problema de la Administraci¨®n es que no puede sobredimensionar los servicios de emergencia para afrontar la avalancha de enfermos que les llega s¨®lo durante unas semanas del invierno y pasar el resto del a?o con una actividad comparativamente m¨ªnima habida cuenta del coste enorme que supone para las arcas del Estado.
El director provincial del Insalud, Albino Navarro, explicaba hace tiempo c¨®mo la sanidad p¨²blica era un monstruo con una capacidad ilimitada de fagocitar recursos porque es siempre manifiestamente mejorable y hasta qu¨¦ punto la salud de los ciudadanos pod¨ªa depender del aprovechamiento adecuado de los mismos.
Navarro ha intentado optimizar los medios disponibles tratando de convencer a la gente de que para los casos leves fueran a las urgencias de los ambulatorios y centros de salud y no provocaran colapsos acudiendo masivamente a los hospitales.
No es una tarea f¨¢cil, porque se necesita mucho tiempo para erradicar de nuestra cultura sanitaria ese h¨¢bito a que nos indujo el mal funcionamiento de la medicina primaria de liarnos la manta al menor dolor y presentarnos en las urgencias de un gran hospital. All¨ª donde suponemos que una radiograf¨ªa, una anal¨ªtica o un electro no requieren coger n¨²mero ni esperar semanas a que la enfermedad pase o termine acabando con nosotros.
Mientras abordan la indispensable revoluci¨®n pendiente en la asistencia ambulatoria para devolvernos culturalmente la fe en su eficacia, la ola de gripe ha de ser considerada como un fen¨®meno estacional, no excepcional. La periodicidad con que colapsa inexorablemente cada invierno los hospitales convierte en injustificable cualquier ejercicio de improvisaci¨®n ante una circunstancia en la que est¨¢ en juego la salud de los madrile?os.
La soluci¨®n pasa necesariamente por reforzar, al m¨¢ximo los dispositivos de car¨¢cter temporal que permitan disponer de forma inmediata de camas y personal complementario en caso de necesidad procurando verse lo menos posible en la tesitura de tener que ara?ar centro por centro o inventar alternativas sobre la marcha.
El Insalud siempre lo negar¨¢, pero hasta el m¨¢s profano entiende que la calidad de la asistencia m¨¦dica se resiente en esas situaciones cr¨ªticas en que los pacientes desbordan las urgencias.
Los ciudadanos deber¨ªamos tenerlo muy presente por la cuenta que nos trae.
Para una gripe, y antes que echar el d¨ªa en los pasillos de un hospital, puede resultar m¨¢s efectivo el centro de salud de guardia m¨¢s pr¨®ximo y meterse cuanto antes en la cama con una caja de aspirinas y una jarra de agua. El bicho es malo, pero no invencible.
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