Genio y figura

La primera m¨²sica que inund¨® la noche fue la generada por el colectivo IPD y consisti¨® en el peculiar d¨²o de sonidos, calificado por sus autores como etno-tecno, establecido por la D. J. Morgana y el saxofonista Justo Bagueste. El resultado se puede calificar como una mezcla interesante. Despu¨¦s, el auditorio se rindi¨® al influjo siempre personal del cantante Enrique Bunbury, que ya ronda las 100.000 copias vendidas de su primer ¨¢lbum en solitario, Radical Sonora.Una puesta en escena ultramoderna -con juegos de luces francamente impresionantes, proyecci¨®n de misteriosas im¨¢genes y un sonido m¨¢s que correcto- dio paso al alarido del respetable, signo inequ¨ªvoco de que la estrella irrump¨ªa en el escenario a los acordes de Big Bang. Bunbury, que suele llevar su paroxismo interpretativo hasta cotas s¨®lo alcanzadas por Raphael, demostr¨® desde el arranque del concierto que su mirada se ha alejado definitivamente del rock convencional y se posa ahora en objetivos m¨¢s modernos.

Invitando con media sonrisa a una concurrencia boquiabierta y totalmente rendida a sus pies, a un viaje por el tiempo y el espacio, Enrique dio un intenso repaso a los temas de su primer trabajo, con especial menci¨®n a los aires orientales de Polen, la psicodelia lenta de Alicia o la archicoreada Salom¨¦. Tambi¨¦n guard¨® un rinconcito para las versiones, atrevi¨¦ndose hasta con los Beatles, mientras una boa de plumas luc¨ªa enroscada en su cuello. Pese a que la respuesta de los espectadores fue de una entrega total, Buribury regal¨® s¨®lo dos canciones -la segunda de ellas El jinete, que popularizara Jos¨¦ Feliciano.