Nuevos Nov¨ªsimos
?Han llegado los b¨¢rbaros? En el famoso poema de Cavafis, senadores y c¨®nsules de la Roma imperial han salido a la plaza con la parafernalia de sus cargos: togas de color p¨²rpura, brazaletes de amatista, anillos fulgurantes. "Porque hoy llegan los b¨¢rbaros / y esas cosas deslumbran a los b¨¢rbaros". El poeta se extra?a al mismo tiempo, con la voz alta, de que los oradores romanos no lancen sus discursos. "Porque hoy llegan los b¨¢rbaros / y elocuencia y arengas les aburren". Ya se sabe a d¨®nde conduce la doliente iron¨ªa de Cavafis: anochece en sus versos y a la plaza vac¨ªa no han llegado los b¨¢rbaros, cuya misma existencia ponen en duda algunos ciudadanos. "Y ahora ya sin b¨¢rbaros ?qu¨¦ ser¨¢ de nosotros? / Esos hombres eran una cierta soluci¨®n" (cito por la excelente traducci¨®n de Ram¨®n Irigoyen, Seix Barral, 1994).Fui a ver Abre los ojos con un amigo de mi edad, es decir, alguien que pudo militar en mayo del 68 (no voy a dar aqu¨ª los a?os, que hay mucho eurobroker a la caza de datos). A ¨¦l le gust¨® muy poco, a m¨ª bastante, pero a la salida nos encontramos con una pareja de amigos j¨®venes, de la edad de Amen¨¢bar, en la cola de la siguiente sesi¨®n; a ella, una inteligente reci¨¦n licenciada en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica, Abre los ojos le hab¨ªa entusiasmado el d¨ªa antes, y repet¨ªa, arrastrando al muchacho, un esc¨¦ptico estudiante de Arte, a verla. Mi amigo, el del 68, le pregunt¨® a mi amiga, la fil¨®loga repetidora, si hab¨ªa entendido la pel¨ªcula. "No del todo", dijo ella, desde?osa de que alguien le recabase un dato tan ¨ªntimo, y pasando r¨¢pidamente a comentar conmigo las alucinaciones maravillosas de la peli. Entonces, el esc¨¦ptico joven le dijo al sesentayochesco con una amplia sonrisa: "?no lo sab¨ªas?, a la gente de mi edad les encanta no entender las cosas que ven".
Se dec¨ªa ¨²ltimamente que ya no llegaban b¨¢rbaros a demoler los cimientos enmohecidos de la literatura y el cine. Los j¨®venes cineastas debutaban con comedias costumbristas y risue?as, y en la poes¨ªa la experiencia vivida predominaba sobre la imaginaci¨®n, por mucho que lo experimentado fuese paleto o corto; en narrativa, el m¨¢s vendible joven valor se revela como un imitador de voces muertas, llegando en su ¨²ltima y premiada novela al plagio directo de un autor, vivo ¨¦ste y tambi¨¦n activo en el 68. Gran parte de lo que las editoriales, medios period¨ªsticos y galardones han presentado como renovador era, aparte de malo, ?o?o. Recuerdo una comparecencia televisiva del autor de Historias del Kronen en que, despu¨¦s de haber ninguneado a Cervantes y varios nombres ilustres de la novela contempor¨¢nea, el conductor del programa le pregunt¨® al terrible Ma?as si hab¨ªa alg¨²n libro que le gustase. "S¨ª", dijo el joven, "El diario de Ana Frank".
Cuando en 1970 apareci¨® la antolog¨ªa de Castellet Nueve Nov¨ªsimos, para muchos el ¨²ltimo grupo armado que se constituy¨® en nuestra moderna historia literaria, el ant¨®logo se?alaba que uno de los rasgos centrales del radical cambio de sensibilidad il¨®gica impuesto por aquellos poetas y narradores era la expresi¨®n de un "cogito interruptus", concepto que tomaba de Umberto Eco. No quiero yo, por prudencia, entrar a valorar los logros y derroteros de aquella generaci¨®n, la m¨ªa, ni me atrevo a hacer c¨¢balas tras la lectura de la reciente y masiva compilaci¨®n de j¨®venes narradores titulada P¨¢ginas amarillas. Lo que m¨¢s me ha gustado de los nov¨ªsimos de los 90 -Magriny¨¢, Tiz¨®n, Lola Beccaria, Andr¨¦s Ib¨¢?ez, Luis G. Mart¨ªn- no admite una lectura temporal ni hay en sus magn¨ªficas obras una ruptura estil¨ªstica. Confieso, por el contrario, que en ciertas p¨¢ginas de Loriga, de Antonio ?lamo, del poeta Gonz¨¢lez Iglesias (autor del fascinante libro Esto es mi cuerpo, Visor), he visto, como en Tierra, de Julio Medem, o Abre los ojos, "configuraciones poco definidas; no resultados acabados, sino procesos; no sucesiones lineales de momentos y argumentos". Un discurso, en suma, por seguir con las palabras que Eco aplicaba a los apocal¨ªpticos del 68/70, afor¨ªstico y no silog¨ªstico. Seguramente toda ¨¦poca genera su propio "cogito interruptus", pero al senado de la rep¨²blica de las artes a veces la barbarie le pilla con la toga al aire. Han llegado los j¨®venes, y hay que echarse a temblar.
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