La religi¨®n en Rusia
UNO DE los efectos de la transici¨®n democr¨¢tica en Rusia ha sido la emergencia de una antigua hostilidad entre la Iglesia ortodoxa y la cat¨®lica, que por primera vez en la historia aspira a gozar de libertad pastoral en el pa¨ªs euroasi¨¢tico. La entrevista del presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin, con Juan Pablo II constituye un intento de apaciguar los ¨¢nimos tras la aprobaci¨®n de una ley sobre actividades religiosas en Rusia que, aunque formalmente garantiza la libertad de acci¨®n de una serie de confesiones reconocidas -entre ellas las cristianas-, tambi¨¦n proclama el car¨¢cter nacional y mayoritario de la Iglesia ortodoxa. No parece grave, pero el Vaticano teme que la puesta en pr¨¢ctica de esa ley limite gravemente los movimientos de los cat¨®licos, muy minoritarios en el pa¨ªs, pero con una fuerte presencia en la antigua Polonia del Este, de nuevo tierra rusa desde 1945.El enfrentamiento hace impensable una visita del Papa a Mosc¨² sin el benepl¨¢cito del patriarca ortodoxo Alexis II, y ¨¦ste considera que el catolicismo s¨®lo piensa en bucear en el alma rusa para robarle clientela. Los ¨¢nimos est¨¢n as¨ª de encrespados porque ambas Iglesias son profundamente pol¨ªticas; la cat¨®lica, ecum¨¦nica y transnacional, fuertemente apoyada, como se vio en el reciente viaje papal a Cuba, en su peso internacional, y la rusa, profundamente nacional y constantiniana, celosa de que en su campo no le marquen ning¨²n gol. La revitalizaci¨®n de la religi¨®n en Rusia y la relativa desorientaci¨®n de unos ciudadanos que llevaban toda una vida sin saber casi qu¨¦ era eso de la religi¨®n, crea oportunidades para pescar en aguas que el patriarcado considera de copyright exclusivo.
La rivalidad y hasta la competici¨®n no deben crear un problema pol¨ªtico. La libertad de las Iglesias debe estar garantizada, como lo est¨¢ la libertad de pensamiento o de palabra. El pleno tr¨¢nsito de Rusia hacia la democracia exige la soluci¨®n de un problema que s¨®lo necesita menos celos y m¨¢s comprensi¨®n por ambas partes. Ni Rusia est¨¢ bajo los zares, que tampoco dejaban actuar a otras confesiones cristianas, ni el catolicismo es el de la Inquisici¨®n. Hay Rusia para todos.
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