Fernando
La verdad de los hechos hist¨®ricos se desvela con el paso del tiempo. La sociedad espa?ola un d¨ªa conocer¨¢ lo que todos debemos a Fernando Abril.Cuando Espa?a terminaba una larga dictadura, un grupo de hombres, m¨¢s ligados al viejo r¨¦gimen que a la oposici¨®n democr¨¢tica, tomaron la decisi¨®n de agruparse para favorecer la recuperaci¨®n de la democracia y la libertad. Con Adolfo Su¨¢rez como conductor, desmontaron la arcaica estructura que imped¨ªa el ejercicio libre de la voluntad popular y convocaron unas elecciones democr¨¢ticas en 1977. El acontecimiento no ten¨ªa precedente hist¨®rico en Espa?a. La unidad de grupos y personalidades de las derechas siempre hab¨ªa tenido como objetivo ¨¦l rapto de la libertad, las etapas autoritarias. Por primera vez, una agrupaci¨®n de personajes y peque?os grupos se al¨ªan bajo las siglas UCD para ayudar a la revitalizaci¨®n democr¨¢tica.
Las elecciones de 1977 no fueron convocadas para conformar una C¨¢mara constituyente, pero todos ¨¦ramos conscientes de que antes o despu¨¦s las C¨¢maras elegidas libremente, tras casi medio siglo de dictadura, habr¨ªan de elaborar una Carta Magna que rigiera la convivencia democr¨¢tica de los espa?oles.
Los primeros pasos en la redacci¨®n de la nueva Constituci¨®n no fueron esperanzadores. La mitad de la C¨¢mara ejerc¨ªa su mayor¨ªa para aprobar un art¨ªculo tras otro, ignorando por completo las aspiraciones de la otra mitad de la C¨¢mara. Se reproduc¨ªa as¨ª el mecanismo por el que durante dos siglos la mayor¨ªa conservadora o la progresista dictaba una Constituci¨®n para sus partidarios, desde?ando a los otros, haciendo una Constituci¨®n para media Espa?a, que ser¨ªa m¨¢s tarde sustituida por otra Constituci¨®n para la otra mitad del pa¨ªs.
Fernando Abril Martorell entendi¨® antes que nadie que ten¨ªamos ante nosotros una oportunidad ¨²nica: elaborar una Constituci¨®n para todos. El d¨ªa 17 de mayo de 1978, Fernando escribi¨® una p¨¢gina larga de la historia futura de Espa?a. Invoc¨® el consenso constitucional, garant¨ªa de la etapa democr¨¢tica actual de Espa?a, la m¨¢s larga de los ¨²ltimos siglos.
En el a?o reci¨¦n comenzado se cumplen 20 de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n democr¨¢tica de 1978. Sabiendo que Fernando Abril padec¨ªa una grave enfermedad ten¨ªa mis esperanzas puestas en la celebraci¨®n de esa efem¨¦rides para que la sociedad espa?ola rindiese a Fernando Abril el homenaje que su visi¨®n pol¨ªtica merece. No ha podido ser. La pasada semana animaba yo a Fernando a participar en los actos de celebraci¨®n del vig¨¦simo aniversario de la Constituci¨®n. Le anunci¨¦ que varias universidades, en sus cursos de verano, preparaban ciclos de conferencias, mesas redondas y otros actos, y que le reclamaban. Con voz serena, que result¨® dram¨¢tica, contest¨® que el verano estaba ya demasiado lejos para ¨¦l.
Al conocer su muerte he evocado nuestros 20 a?os de amistad. Y me doy cuenta de que uno de los mejores amigos de mi vida ha sido mi adversario pol¨ªtico. Y ello me admira, al pensar en la desgarradora historia de mi pa¨ªs. Tal vez ni en pol¨ªtica encontramos razones para la confrontaci¨®n.
Fernando Abril es ejemplo y lecci¨®n. Las etiquetas no nos ense?an nada de los hombres, s¨®lo sus conductas nos dicen de su grandeza o mezquindad. Fernando ha sido un ser excepcional, y si algunos consideran hiperb¨®lica esta forma de adjetivar, motivada por un momento de congoja, de dolor, les emplazo a esperar el veredicto de la historia, de los hombres que han de analizar, sin adherencias partidarias, este ¨²ltimo cuarto de siglo espa?ol.
El humanismo de Fernando, su sentido del humor, su iron¨ªa creadora, su bondad, el arte de distinguir lo accesorio de lo principal, deja abatidos a muchos amigos verdaderos.
Su esposa, Marisa, sus hijos y sus nietos, la familia que adoraba, sentir¨¢n que nadie le puede sustituir en su dolor, nadie puede dolerse por ellos. Es verdad. Sepan, al menos, que somos tantos los que les acompa?amos en estos angustiosos momentos en que sabemos que Fernando ya no est¨¢. Su recuerdo, grato, amoroso, l¨²cido, nos acompa?ar¨¢.
Gracias, Fernando.
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