Blair y Major, contra la "Dianaman¨ªa"
Criticas al comercio de objetos con la imagen de la princesa muerta que inunda las tiendas brit¨¢nicas
Diana de Gales no se ha ido para siempre. Sonriente, su imagen se asoma a las tiendas de recuerdos de todo el Reino nido desde los platos, tazas, calendarios y hasta trapitos para el t¨¦ vendidos con la excusa de "mantener viva su luz". Convertida en mercanc¨ªa, su imagen ha transformado en un negocio millonario el recuero de una corta vida estrellada contra la pared de un t¨²nel parisiense en agosto asado. La venta promete ser un ¨¦xito, pero cuenta ya con un detractor de cargo y nombres sonoros: Tony Blair.El primer ministro laborista brit¨¢nico acu?¨® el apelativo princesa del pueblo para la muerta, y ahora se a despachado a gusto con los mismos s¨²bditos que la adoraban. Vender cucharas, camisetas hasta relojes de cocina con el rostro de Diana constituye para ¨¦l un ejercicio "vulgar y falto de estilo". Si a ello sumamos los libros publicados desde el entierro, o bien la serie de televisi¨®n sobre sus amores con Dodi, entonces el mandatario califica el comercio de "inapropiado". Nada de todo ello suceder¨ªa, en su opini¨®n, si el bienestar y tranquilidad de los dos pr¨ªncipes hu¨¦rfanos, Guillermo y Enrique, fuera tenido en cuenta por las tiendas.
Tony Blair ha apelado a la integridad, y la moral de la industria de los recuerdos para condenar una venta inoportuna. Su predecesor en el cargo, el conservador John Major, ha preferido descalificarla con un gesto de desd¨¦n. Sin perder la compostura, el que es ahora albacea de los chicos espera que la gente "ignore unos productos de tan mal gusto". Con todo, la imagen de la familia real inglesa v¨¦rtebra el concepto mismo de souvenir tur¨ªstico en el Reino Unido. En Carnaby Street, v¨ªa conocida y pisada por cualquier viajero extranjero, quiera o no reconocerlo, la tentaci¨®n surge en todas las esquinas. Durante a?os, los mismos calendarios, platos y tazas que hoy horrorizan a Blair se han ofrecido con el rostro de la soberana. A nadie le ha parecido nunca que la dignidad de Isabel II o el resto de su familia, su imagen tambi¨¦n convertida en accesorios para el t¨¦, fuera as¨ª pisoteada. El componente colorista de la monarqu¨ªa no desentonaba amontonado en, forma de regalos.
Hay una diferencia, claro Diana est¨¢ muerta y s¨®lo los beneficios obtenidos con los productos aprobados por su, fundaci¨®n oficial ir¨¢n a parar a la beneficencia. Sus miembros, entre los que aparece Sarah, una de sus hermanas, han autorizado, por ejemplo, un mu?equito blando. Unos billetes de loter¨ªa de los de, rascar tampoco les parecen mal. Todo bendecido en nombre de las obras de caridad. Algunas voces cr¨ªticas, entre ellas el editorial de ayer del rotativo The Independent, lamentan la intromisi¨®n de Tony Blair. No desean verle convertido en garante del buen o mal gusto nacional. Mucho menos esperan que el primer ministro "imponga definiciones estil¨ªsticas a un p¨²blico capaz de decidir por s¨ª mismo", seg¨²n afirma el editorialista.
?ste va incluso m¨¢s all¨¢ afirmando que aprobar una serie de productos "oficiales" en nombre de Diana es suficiente. "Preocupa pensar que, como Gobierno, Tony Blair crea que debe ir m¨¢s all¨¢". El art¨ªculo concluye con una met¨¢fora adecuada para un pol¨ªtico que pens¨® en hacerse cura. "Si sube al p¨²lpito, que resista al menos la tentaci¨®n de decirle la gente lo que puede comprar, leer contemplar".
A pesar de tan contundentes palabras, el peri¨®dico es el primero en reconocerle al primer ministro autoridad suficiente para criticar el boyante comercio erigido en tomo a la princesa muerta. Patrocina, y no est¨¢ solo, algo tan brit¨¢nico como dotar al p¨²blico de medios para formarse una opini¨®n y poder decidir por su cuenta. Si al final se llevan una vulgar camiseta, que por lo menos lo hagan en paz y dediquen, eso s¨ª, un pensamiento a Diana.
Si la gran venta del recuerdo de la princesa de Gales ha provocado pol¨¦mica, la subasta de los objetos que pertenecieron a los duques de Windsor ha sido incluso emitida por la BBC. Durante 45 minutos, su segundo canal mostr¨® ayer los trajes, escritorios, zapatos y otras posesiones ¨ªntimas del rey Eduardo VIII, t¨ªo de la actual reina, que abdic¨® para casarse con la norteamericana Wallis Simpson. Todos salieron en p¨²blica subasta en Estados Unidos. Esta vez los recuerdos estaban lo bastante lejanos.
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