Equilibrar el presupuesto: nuevo art¨ªculo de fe
Mucho me temo que equilibrar el presupuesto de la naci¨®n se va a convertir en otro art¨ªculo de fe del dogma neoliberal. El pensamiento ¨²nico se va a enriquecer con otra verdad eterna. La cosa viene, como es normal, de los Estados Unidos. En efecto, el d¨ªa 2 de febrero, el presidente Clinton present¨® un presupuesto equilibrado para el a?o fiscal 1998 (octubre)-1999 (septiembre), con proyecciones de un super¨¢vit cumulativo de 160 billones de pesetas en la pr¨®xima d¨¦cada. La verdad es que la situaci¨®n fiscal en los Estados Unidos ha mejorado mucho: despu¨¦s de varios a?os de intenso crecimiento, los ingresos fiscales han aumentado del 18,8% del PIB en 1995 al 19,8% en 1997, lo que, junto a una constante reducci¨®n del gasto federal, va a producir un diminuto d¨¦ficit en el a?o fiscal en curso y hace prever un peque?o super¨¢vit en el pr¨®ximo.Pero esto no es s¨®lo el resultado casual de una buena coyuntura. La intenci¨®n de la presidencia americana es que el presupuesto sea equilibrado o con super¨¢vit en los pr¨®ximos 10 a?os. Aunque los republicanos trataron sin ¨¦xito de introducir una enmienda en la Constituci¨®n para obligar al Ejecutivo a equilibrar el presupuesto, un acuerdo en el Congreso entre los dos partidos va a conseguir los efectos que tendr¨ªa la enmienda. Clinton ser¨¢ as¨ª el primer presidente dem¨®crata del siglo XX que propone y logra equilibrar el presupuesto de la naci¨®n.
Con ello habr¨¢ dado marcha atr¨¢s hacia los tiempos del presidente Hoover, que presidi¨® sobre el inicio de la Gran Depresi¨®n de 1929. Y si el equilibrar el presupuesto se convierte en el criterio principal de la pol¨ªtica fiscal, se habr¨¢ renunciado a la larga y probada pr¨¢ctica de usar el presupuesto del Estado como un instrumento antic¨ªclico, generando un d¨¦ficit (exceso de gastos sobre ingresos) cuando la econom¨ªa necesitaba ser animada y obteniendo un super¨¢vit cuando se trataba de enfriar la actividad econ¨®mica. Ahora se corta el v¨ªnculo, expuesto y justificado por lord Keynes, entre la coyuntura y el presupuesto, y se renuncia a usarle como instrumento de intervenci¨®n macroecon¨®mica. El equilibrio presupuestario, para los nuevos te¨®ricos, no tiene que ver con la coyuntura, sino con las necesidades estructurales de los mercados de capitales. Su filosof¨ªa es reducir el crowdin out, hacer que el Estado salga de los mercados de capitales, que cese de disputarse los fondos de los ahorrantes con los inversores privados.
Las finanzas p¨²blicas ser¨¢n as¨ª neutras en cuanto a la coyuntura, pero parciales y favorables a una mayor afluencia de fondos privados a la inversi¨®n privada, por medio de la reducci¨®n del tipo de inter¨¦s y de la salida gradual del Estado de los mercados financieros. Los americanos disputan sobre qu¨¦ hacer con el super¨¢vit que parece se producir¨¢ con toda seguridad si contin¨²a la actual pol¨ªtica econ¨®mica en ese pa¨ªs. Los dem¨®cratas hablan de emplearlo en financiar una ampliaci¨®n del Estado de bienestar, los republicanos en reducir los impuestos. Con este segundo destino, el super¨¢vit ser¨ªa un instrumento de redistribuci¨®n a favor de los m¨¢s ricos.
Una vez que el equilibrio presupuestario tome carta de ciudadan¨ªa en los Estados Unidos, los predicadores regionales y locales del neoliberalismo comenzar¨¢n a proponerlo como meta para los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea. No faltar¨¢n entre nosotros quienes, en la l¨ªnea del Pacto de Dubl¨ªn, traten de ligar la solidez del euro con el logro de un presupuesto equilibrado en los pa¨ªses miembros. Es posible que algunos pa¨ªses y grupos de intereses dentro de la Uni¨®n presionen para que un d¨¦ficit fiscal de un 3% del PIB, que hoy se considera como criterio aceptable de convergencia, se reduzca progresivamente hasta llegar a cero. La nueva ortodoxia, mucho me temo, consistir¨¢ en exigir a los pa¨ªses que en nombre de la solidez del euro equilibren sus presupuestos fiscales.
Esto en el caso de Europa y de Espa?a ser¨ªa una barbaridad. Privados de pol¨ªtica cambiaria y de pol¨ªtica monetaria propias, los Estados europeos -pensemos nosotros en el caso de Espa?a- se encontrar¨ªan tambi¨¦n sin pol¨ªtica fiscal, entendida como pol¨ªtica de gasto p¨²blico, para hacer frente a una situaci¨®n espec¨ªfica del pa¨ªs o a alguno de los posibles "choques asim¨¦tricos" (que afecten a Espa?a y no a toda la Uni¨®n). ?Qu¨¦ instrumentos nos quedar¨ªan para hacer frente a problemas coyunturales? Los ajustes se har¨ªan en los mercados de bienes y servicios -con reducci¨®n de la producci¨®n y deflaci¨®n de precios- y sobre todo en el mercado de trabajo, que sin duda sufrir¨ªa con m¨¢s dureza el ajuste. Con las tasas de desempleo que tenemos en Europa -y a fortiori en Espa?a- no podemos dejar que el gasto p¨²blico sea neutro a la coyuntura ni renunciar a un instrumento antic¨ªclico tan poderoso sin agravar la coyuntura a mediano plazo y reducir las posibilidades de un crecimiento suficiente para crear empleo.
Nadie, que yo sepa, ha propuesto todav¨ªa en la Uni¨®n Europea que se obligue a los pa¨ªses miembros de la UEM a equilibrar los presupuestos del Estado, aunque me imagino que a los alemanes les encantar¨ªa. Pero, una vez que se establezca como pr¨¢ctica aceptada en los Estados Unidos, no faltar¨¢n voces que lo propugnen en nombre del capital financiero. Ojal¨¢ estas palabras de advertencia se queden en una falsa alarma. Eso querr¨¢ decir que hemos rechazado a tiempo la nueva ortodoxia americana.
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