Otra saz¨®n

No lo tuvo f¨¢cil. El escaso p¨²blico no invitaba precisamente a la alegr¨ªa, pero Yuri Buenaventura solvent¨® la papeleta a base de entrega y profesionalidad. Al segundo n¨²mero ya el ambiente era c¨¢lido: los m¨²sicos colombianos dejaron muy buen sabor de boca en una noche que pod¨ªa haber resultado desoladora. Y es que, hoy por hoy, parece que los ¨²nicos salseros con cierto poder de convocatoria en la capital son los cubanos.Yuri Buenaventura est¨¢ en la l¨ªnea de aquellas voces que acogi¨® Fania a principios de los setenta. El nombre de Rub¨¦n Blades surge en todas las conversaciones porque, adem¨¢s de cantar, es un cronista social: un cruzado de la salsa, como lo llam¨® un cr¨ªtico franc¨¦s, o un guerrillero cultural, como se define ¨¦l. Sus textos comprometidos recuperan para el g¨¦nero bailable mensajes de mayor enjundia que las letras fr¨ªvolas, tan al uso ¨²ltimamente.

No contaminado

Desde el escenario, Buenaventura reivindic¨® las se?as de identidad de su pueblo y habl¨® de mineros, pescadores o campesinos, a ritmo de son montuno. Con un primer disco, Herencia africana, se ha marcado la misi¨®n de colocar a su pa¨ªs en el. mapa por motivos musicales.Empezaron con una descarga de metales y cueros. Estirando los temas con densos desarrollos instrumentales abiertos a la improvisaci¨®n: Colombia parece erigirse en uno de los reductos de la salsa no contaminada a¨²n por frusler¨ªas. Y terminaron con ese hallazgo absoluto que es su adaptaci¨®n de Ne me quitte pas, el himno a la desolaci¨®n de Jacques Brel. Una transgresi¨®n que el artista belga quiz¨¢ no hubiera aceptado de entrada, pero que probablemente le habr¨ªa puesto a bailar.