Irreal Madrid
Despu¨¦s de una campa?a de invierno en la que cada uno de los aspirantes al t¨ªtulo se afana en repetir los errores del contrario, Madrid y Barcelona vuelven a personificar, siete d¨ªas antes de su segundo enfrentamiento, uno de los m¨¢s sorprendentes casos de destino cruzado que se recuerdan. As¨ª, mientras el Barcelona utiliza la Liga para salir de su depresi¨®n en la Copa de Europa, el Madrid conf¨ªa en la Copa de Europa para curar sus depresiones de la Liga. Son de nuevo dos antagonistas calcados que terminan comport¨¢ndose como esos hermanos siameses de novela: primero son separados por el cirujano, y luego, v¨ªctimas de una misma maldici¨®n, se transforman en enemigos irreconciliables; ambos comparten impulsos, traiciones y presentimientos antes de entablar el ¨²ltimo duelo a espada.Pero, en ese reparto de vaivenes de fortuna, el ¨²ltimo hermano doliente ha sido el Madrid. -Lo de Tenerife nos ha dolido mucho- reconoc¨ªa Mijatovic, vestido como siempre de hombre enmascarado. -Yo sigo confiando en este equipo, y creo que todo tiene soluci¨®n- dijo Seedorf al regreso de su gira por EE UU, con su peinado alcachofa muy compuesto. -Heynckes, el hombre, no lo est¨¢ pasando muy bien, pero le veo entero y con un par de narices. A lo mejor es el ¨²ltimo en re¨ªr, y quien r¨ªe ¨²ltimo, r¨ªe mejor -medi¨® Santi Ca?izares, Ca?ete para los amigos, muy metido en su look de Gran Gatsby. -Aunque aqu¨ª no se sepa, yo soy ante todo un ganador. Como jugador y como entrenador he conseguido un mont¨®n de t¨ªtulos en mi pa¨ªs, y adem¨¢s me precio de haber descubierto a grandes futbolistas -terci¨® Heynckes bajo su llamativa m¨¢scara de actor alem¨¢n: mirada dura y acento grave. En la calle, los seguidores amenazaban con amotinarse y segu¨ªan pregunt¨¢ndose c¨®mo puede explicarse que la suma de dos balones de plata, Roberto Carlos y Mijatovic, y de tantos chicos de oro sea tan desconcertante. C¨®mo un equipo tan saludable puede mostrar una fragilidad tan enfermiza. La pregunta est¨¢ cargada de raz¨®n, porque el Real Madrid parece la visi¨®n tard¨ªa de uno de aquellos cruceros de batalla que, como su modelo el Hood, buque insignia de la armada de Su Graciosa Majestad, pasaron como fantasmas por la II Guerra Mundial. Seg¨²n dijeron los cr¨ªticos militares, eran muy fotog¨¦nicos, ten¨ªan una silueta decididamente marinera y pod¨ªan desplegar una gran potencia de tiro, pero estaban provistos de un blindaje endeble para tanto aparato: a la primera andanada se iban a pique si el enemigo los alcanzaba en el lugar exacto. Por lo que estamos viendo, el Real Madrid sale a alta mar con elegancia, maniobra con agilidad, crea ocasiones de gol y, disparo a disparo, va ganando el partido. De pronto, el enemigo hace una descarga, le acierta en las bodegas y el equipo salta por los aires. Con independencia de los motivos de tanta debilidad, el Madrid tiene al menos una certeza: no hay tiempo que perder. Como buen conocedor de su propia escuela, Heynckes sabe que el peligro alem¨¢n ha sido siempre un mal asunto para los equipos deprimidos. Pero sabr¨¢ tambi¨¦n que, frente a un enemigo que juega con la sierra mec¨¢nica en la mano, el Real Madrid habr¨¢ de reconstruirse pieza a pieza hasta recuperar su propia identidad. Deber¨¢ pinchar la pelota para que los alemanes no la encuentren y, sobre todo, tener en cuenta que la competici¨®n se rige por una ¨²nica verdad definitiva: en el f¨²tbol, como en la guerra, el car¨¢cter s¨®lo puede combatirse con el car¨¢cter.
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